“hallazgo inesperado/ un gramo de sol/ en la crecida espiga/ más allá de letreros y cables/ los pájaros navegan/ restos de cielo”. Así arranca para no decir, la primera publicación del músico y poeta Gustavo Val (Buenos Aires, 1956).
Escritos que persisten sobre un arroyo manso y diáfano, lugares por donde resuena Neruda, paisajes que iluminan Cézanne o Camille Pissarro, los máximos exponentes del impresionismo: aproximaciones más ligadas a un estado de la naturaleza que al simple trazo literario.
para no decir conserva algo que se ha perdido, algo que el canon literario más actual, más moderno (en el mejor sentido del término) ha relegado, algo que por suerte el texto de Val nos trae de regreso, una escalada de colores que avanza conforme desaparece el día:
“viento que crece/ nubes contenidas/anuncian su desborde/ dejando huecos/ azules tibios/ en retirada/ inclemente/ la lluvia/ corta el aire pesado de la noche”
Poemas, lógicamente, pero más acertado sería hablar de reflejos, o de huellas. Vaivén de formas circundantes insinúan un mundo que retumba al ritmo de Bill Evans.
Viajes sin destino o con un destino incierto. Y al mismo tiempo, el viento mueve cada tanto las cenizas de ese viaje.
Un relieve de brillos condensa la mañana, un despertar pretende indicarnos algo sobre el mundo de los vivos, pero hay que recordar que los vivos no son el mundo, son apenas un teatro anestesiado por el paso del tiempo:
“(…) una mano se desprende/sigue el ritmo mudo/ pá para pá papá/ según convenga al resonar de los huesos/ o a su tamaño/ madrugada/ no sabemos dónde (…)”.
para no decir
Gustavo Val
Alción Editora, 1°ra. Edición – Córdoba – 2014