Una liviandad para nada impostada, que caracterizaría a una canción de Miley Cyrus, es la apuesta estética de Todo lo que sabemos del Cielo (Caleta Olivia, 2018) de Patricio Foglia. En su quinto libro Patricio se desprende de lo cotidiano para exaltarlo, volviendo la rutina una serie de instantes de epifanía; despidiéndose también de sus seres más queridos, contemplando la forma en que los objetos que nos rodean crean la atmósfera necesaria para abrigarnos y no dejarnos nunca más solos.
-En este libro aparece una relación especial entre la voz narrativa y los objetos de la casa…
-Creo que para el personaje que narra esos poemas todos los objetos están hechos de vidrio. Solo en apariencia transparentes, a veces parecidos a un espejo que le devuelve la propia imagen de su drama personal y otras veces como un frasco, donde ese personaje intenta conservar determinadas cosas a través del paso del tiempo. Es, si lo miramos bien, un espejo inquietante, porque no devuelve la imagen exacta sino otra, atravesada por la imaginación y por la subjetividad. La imagen que puede volver es entonces una imagen del pasado que se vuelve presente, como se vuelven presentes determinadas ausencias que justamente “brillan por su ausencia”. Me parece que esa es la relación entre el personaje y los objetos. Todo lo que ve, lo ve atravesado por la poesía, a través de esos anteojos. Entonces las cosas, no son las cosas, son espejos o frascos o elementos vidriados que, convexos o curvos, alteran la realidad de las cosas, devolviendo una imagen de la realidad tal como es, es decir, tal y como ese personaje la siente.
La ausencia
-Hay una cita de Vallejo que Carlos Battilana siempre menciona y que dice “ mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empiece a nevar, sino para que empiece a nevar”. Me parece que esa cita ilumina en parte la respuesta que puedo dar, porque yo no creo que solo la literatura esté en relación con la ausencia sino que justamente toda la escritura existe para reemplazar algo que en ese momento ya no se tiene; y ese sustituto radiante es el signo y, en todo caso, la poesía va, si tiene suerte y buen ritmo, más allá. Creo que la poesía radicaliza esa función de sustituto y un buen poema pareciera ser lo que algo que se resguarda, como un tesoro, en el ritmo, con una canción, ya sea algo que fue como algo que nunca fue. Y después queda ahí, para que el lector pueda darle cuerda y llevarlo a otro lugar, otra música, otros ritmos, para que aparezca una nueva zona de resguardo.
¿a quién no le gustaría tener el recuerdo
de su infancia con un sauce
a la orilla del río
con sus largas hojas grises tocando la corriente
y el viento leve como una textura
y el tiempo que pasa suave
móvil inmóvil
ligero? pero yo no nací en Entre Ríos
y lo más parecido al Paraná
fue para mí la Autopista Dellepiane
con el andar continuo de los autos
los neumáticos y su roce con el asfalto
la marcha de los motores como un rumor
me encantaba quedarme mirando
la Autopista de la mano de mamá
tanto como dormir la siesta
o mirar cómo se deshacía
una cáscara de naranja en la hornalla
en el fuego
pero en la ciudad todo es velocidad
y las cosas no duran para siempre
el Comité Radical en dónde mamá militaba
hoy es un centro de jubilados
pero qué hermosos los sauces del Paraná
qué hermosa mi mamá cuando me peinaba
qué hermosa cuando me dijo no te preocupes
si te cargan por tus rulos
tu pelo es la copa
de un árbol frondoso y tu palabra
mamá es para mí
un árbol frondoso
mi sauce increíble a orillas del río
-Hablas de la música y también podemos ver a Miley Cyrus en la tapa de tu libro. ¿Qué relación hay entre la música y tu proceso creativo?
–Miguel Abuelo decía que todas las cosas siempre traen alguna música y ojalá sea cierto. Al menos en el caso de los poemas de este libro, que ojalá pueda ser leído así, como quien escucha una canción. Eso significaría un predominio del ritmo sobre el sentido, o que la emoción llega por la trama rítmica antes que por el mero contenido, por el hecho concreto de lo que se está narrando. En el caso de Miley, ella me parece genial, una joven reina pop, y “We Can’t Stop” me parece increíble porque es una canción pop que aparenta ser festiva pero está sostenida sobre un tempo que es muy triste. Si nosotros escuchamos la canción, solo los instrumentos, escuchamos un ritmo lento y casi triste y al agregarle la letra, entendemos que alguien está en una fiesta pero que dice que “no puede parar” y me parece una gran pregunta para lxs alienadxs: ¿por qué no podemos parar? No es el ritmo de la poesía sino el de la cotidianeidad, el de la vida, el que se nos impone. A ese ritmo de lo cotidiano, se opone el de la poesía y el de la música. Entonces, ojalá que los poemas también tengan ese tempo pop y que escondan su pequeño drama preexistente y su salto, su solución mágica.
Auto-referencialidad: La máscara del yo como herramienta
-Primero pienso en Octavio Paz, aquello de que “todo es espejo”. También en Neruda que decía que la biografía de un poeta no existía sino en sus libros. Hay un poco de alboroto y ojalá hubiera una discusión en torno a la vieja figura del yo poético pero creo que es importante recordar el escenario inmediatamente previo, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, los largos años de predominio del objetivismo que tomó como programa escribir sin el yo poético, que tomó a autores absolutamente interesantes como Williams Carlos Williams y como Ponge aquello de “no poesía sino en las cosas”, y que a mi modo de ver lo que ha logrado es sí, excelentes editores, excelentes gestores culturales, destacados periodistas y poetas que a mí no me dicen NADA. Salvo algunas excepciones como lo son los cuadernos de literatura de Mario Ortiz. De todas formas creo que como herramienta la máscara del yo es muy potente y que a muchas personas les sirve para iluminar zonas que de otra forma no podrían ser iluminadas. Pienso desde la actualidad más rabiosa, y un poco dramáticamente, que no por nada Williams Carlos Williams y Francis Ponge eran hombres y no por nada Silvia Plath escribe desde un yo y ese yo es una mujer y por algo Sharon Olds, un poco menos trágicamente, necesita también escribir desde un yo. Ahora, la gran distinción no es yo poético sí, yo poético no, sino la dicotomía entre el yo poético y el ego. Hay poetas que escriben sin un yo poético y escriben desde el objetivismo, la épica romántica o lo que sea y cuyos poemas quedan oscurecidos, aunque el yo poético ni aparezca, por la predominancia del ego. Si bien el ego es absolutamente necesario en alguna instancia porque el poeta necesita de la superficialidad y la vanidad, porque en esa vanidad está su verdad efímera, sucede que a veces el ego directamente lo tapa todo y llega incluso a oscurecer el poema, y esto puede suceder tanto en quienes escriben desde la anécdota como en quienes no lo hacen.
-¿Qué harías si no existiera la poesía?
-Qué espanto imaginar un mundo sin poesía en medio de este invierno macrista. Mejor no pensar en esa catástrofe.
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Patricio Foglia recomienda:
El disco que voy a recomendar es aquel en donde está la frase de Miguel Abuelo, que se llama Miguel et Nada y es creo, junto con Artaud, el mejor disco de rock nacional de la historia; curiosamente no grabado en la Argentina sino en Francia y a diferencia de Los abuelos de la nada y a diferencia de la lisergia pop sesentosa de los primeros Abuelos de los ’60, es un disco de rock podrido y hermoso a lo Led Zeppelin, excepto por el pequeño detalle de que está hecho en la misma época. En este sentido, no se trata de un homenaje tardío sino de una conexión cósmica, y me parece un disco genial. Además muchos de los temas surgen de letras y poemas de Pipo Lernoud. Los jueves a la noche en el Centro Cultural de la Cooperación están pasando un documental acerca de cómo se produjo esa joya extrañísima.