El debut del escritor Fabio Mazía comienza con un escenario perturbador: Google compra la Argentina ofreciendo un millón de dólares a cada habitante, con la única condición de abandonar el país. El proceso de abandono en orden alfabético está en marcha, y los ideales políticos y económicos de su protagonista, Ezequiel, nos llevarán por un sendero con tintes de suspenso y fantasía futurista bastante inquietante y satírico a la vez. Si pensamos en la Argentina y diversos escenarios políticos y económicos, nos chocamos con algo lúdico y cómico que nos permite jugar como lo hizo Mazía con este contexto.
Una vez que la empresa ha comprado el país y ha comenzado el éxodo, y los habitantes recibieron un millón de dólares con la posibilidad de elegir su país de destino, La venta nos presenta dos realidades sociales. Una es la postura de Ezequiel, quien no solo acepta sin miramientos la venta, sino que colaboró con sus trabajos de publicitarios con el partido político que orquestó la propuesta. En el otro extremo se encuentra Juan, su padre, un patriota que se unirá a un grupo de rebeldes nacionalistas que se resiste al exilio.
Las formas de ser de cada uno acompañan cada decisión tomada a lo largo del relato: Ezequiel, fiel expositor de un joven individualista que espera lo acordado con el gobierno, idealista a su manera y respetuoso del orden de lo establecido, hasta que esta fantasía perturbadora lo lleve a darse cuenta de que el negocio lo pasó por encima a la velocidad de un tren. Las acciones de su padre, en cambio, son muy distintas. En un ámbito de añoranza y de enojo va a conectar con un grupo de rebeldes militares que jura dar la vida por el país.
Desde el juego de la especulación, Mazía logra una lectura dinámica y ágil. Las posibilidades son infinitas y lo sabe. Lo interesante de la narrativa elegida es que nos permite imaginar los desafíos que representaría para cualquiera de nosotros la decisión en cada punto de estas aventuras. Aventuras que incluyen animales tecnológicos y drogas sintéticas, pero enmarcadas por la más obvia y encantadora relación: la de un hijo con su padre en un futuro rabiosamente individualista.