Yan Jun tuvo una revelación en un viaje de taxi. Estaba atrapado en el tráfico cuando sintió lo que describe como “una iluminación repentina”. Como en una meditación, el ruido particular de cada auto, cada motor, cada bocina, se disolvió en el mar de sonidos que inundaban la avenida. Como si fuese posible desenfocar el oído, su percepción del sonido se volvió una canilla abierta que dejaba fluir el agua a su paso, recibiendo cada ruido del exterior con el mismo grado de atención. Un zumbido cósmico, generado por el tráfico de la hora pico.
Desde entonces, el artista sonoro y escritor chino mantuvo un profundo interés en la grabación de campo, el drone y la experimentación. Pero principalmente en los sonidos que vienen de los objetos que nos rodean y no reconocemos como “instrumentos”. ¿Qué nos puede decir el crujir de una bolsa de plástico sobre nosotros? ¿Se puede hacer todo un disco con el ruido de un interferencia de cables? ¿Cuánto tiempo se puede aguantar una frecuencia tan aguda que parece perforar el tímpano?
Se podría decir que Jun desarrolló una tolerancia al ruido desde chico. En la China de principios de los 90, la única forma que muchos jóvenes tenían de acceder a la música que se hacía fuera de las murallas del país era a través del reciclaje. Las grandes discográficas de Estados Unidos y Canadá vendían toneladas de casetes y CDs a plantas de reciclaje chinas para ser triturados como excedente de producción. Las cintas rescatadas y reparadas pronto comenzaron a venderse en el underground como casetes “dakou”. Música rota y enmendada para toda una generación de jóvenes sordos de otra manera a la música creada más allá de las murallas de su país.
“El dakou se había vuelto tan bello como una cicatriz, una marca que evidenciaba las deficiencias de nuestra juventud”, describe Jun en uno de sus ensayos sobre la “generación dakou”, la camada de músicos y escritores que terminó formando una escena de música experimental en los 90. Jun se nutrió de esa escena, y a partir de 2003 comenzaría a hacer sus propios experimentos con grabaciones de campo y shows que incluían sonido, poesía, videoarte, instalaciones lumínicas y performance, junto a otros artistas como Fm3, Wu Quan y Wang Fan.
“Hoy ya no hago tanto arte multimedial porque veo a la música como la totalidad de nuestra existencia en el presente”, cuenta Yan en conversación con Indie Hoy, antes de su visita a Buenos Aires en el marco del festival Primavera Noise, gracias al interés del sello Drone Celebration y la editorial Dobra Robota, responsable de los primeros libros de Jun traducidos al español y dueña de un curioso catálogo compuesto por textos acerca del sonido de las plantas y los sueños, el manifiesto del futurismo italiano y la biografía del grupo Reynols.
La editora Gabriela De Mola, directora de Dobra Robota, se encontró con los textos de Jun en internet e inmediatamente le atrajo la historia de los casetes dakou, pero fue su estilo de escritura llano y profundo a la vez lo que la cautivó. “Podría decir que es una humildad, pero no sería la palabra exacta -dice De Mola-. Hay algo en su forma de escribir que genera como una hermandad con el lector, a la distancia. Son muy radicales sus ideas, pero es muy simple al expresarlas, por eso tienen tanta fuerza”.
Hay también una sensibilidad en el estilo de Jun, que evita que sus ideas se pierdan en la teoría o la abstracción conceptual. Sus obras recuperan lo sensorial y corporal de toda experiencia con el sonido, a veces generando estados cercanos a la hipnosis, otras apelando a cruzar las barreras que separan lo íntimo con lo compartido, lo privado con lo público. En ese umbral se sitúa su proyecto Sleepings.org, en el que recopila horas de grabaciones de personas durmiendo.
“Paso mucho tiempo escuchándolas, como si fuesen una música de ambiente -dice Jun-. Es incluso mejor que música, por más que disfrute mucho la música. Me siento mal si no tengo el tiempo para escuchar todas las grabaciones que recibo. Tiene que ver con el tiempo. Quiero ser una persona con mucho tiempo”. En la web del proyecto, en una sección titulada “Para personas que no tienen tiempo para escuchar estas grabaciones”, Jun escribió: “Poseerás el tiempo mientras escuches”. En otra parte de Generación dakou escribe: “La grabación de campo es como una especie de agujero negro que suprime las palabras y deja solamente la capacidad de escuchar”.
Yan traerá a Buenos Aires su “living room tour”, proyecto de performance en salas de estar de personas en el que utiliza solo elementos que encuentra en el hogar: tazas, cacerolas, pimenteros, ventiladores, relojes, o una canilla que gotea. También dará un show el sábado 11 en el escenario de CC Richards, en el que disparara un collage de frecuencias agudas y graves utilizando el movimiento corporal.
“Hago un baile estúpido y lento mientras toco el aire como si fuera un instrumento -describe Yan-. También puedo usar mi voz y tengo sistemas que generan acoples. Puede ser minimalista o agregar algunas pocas cosas para hacerlo más complicado. Puede ser rítmico o ser un ruido perforador o un zumbido puro. Hago una pared de ruido con un set up mínimo y algo de movimiento corporal”.
Ver a Yan en una de sus performances –por más que sea por YouTube– se siente como estar presenciando a alguien en estado presente, en un rapto de claridad o estado de gracia, tal vez similar a la experiencia que tuvo en ese viaje de taxi y la catarata de sonidos del tráfico que lo iluminó. “Tocar en vivo es ser algo -concluye-. Es convertirme en algo más neutral que yo mismo. Puedo ver a esta nueva persona o figura desde la distancia mientras pongo invierto mi energía vital en ello. Espero que el público también pueda ver eso y activar su propia habilidad de transformación”.
“Si el sonido no puede mantener al ser humano en la cuerda floja, ¿sigue existiendo? -se pregunta Yan en Generación dakou-. Y si no estuviera caminando sobre la cuerda floja de la escucha, ¿el oyente seguiría existiendo?”