El arte ha sido, históricamente, un espacio para hombres (como tantos otros). Si nos fijamos, las mayores obras literarias, los más reconocidos directores de cine, las bandas más icónicas, son de varones. Las mujeres figuran en la historia del arte como excepciones. Esto no se debe a la no existencia de mujeres artistas, sino a un sistema que legitima y prioriza los espacios para los hombres. Es por esto que el feminismo es revolucionario al exigir equidad, al estar reclamando los espacios que nos pertenecen. Los festivales de música son uno de los espacios que dejan al descubierto esta desigualdad.
Desde el Ruidosa Fest de Chile impulsaron una intensiva investigación en la que analizaron los festivales de música realizados entre 2016, 2017, y primera mitad de 2018; y la participación de mujeres solistas, bandas completas de mujeres y mixtas, en relación a la participación de varones. Si bien no necesitamos una investigación para saber que los porcentajes no son equitativos, el trabajo de este grupo de mujeres se vuelve clave porque las cifras arrojan datos alarmantes.
“El análisis de más de 3.000 artistas y bandas muestra que la participación de mujeres (solistas y bandas de mujeres) no supera el 10% de los números artísticos en cada uno de los tres años analizados: 9,1% en 2016, 10% en 2017 y 10,1% en 2018, manteniéndose constante a través de los tres años”.
“Siete a ocho de cada 10 números artísticos en los carteles de los festivales de la región han sido hombres solistas o bandas de hombres durante los tres últimos años”, explican desde el colectivo. Podés leer el estudio completo acá.
Los países que tomaron para el análisis fueron Argentina, Chile, México, Colombia. Entre ellos, es nuestro país el que muestra el menor porcentaje de inclusión de mujeres en los escenarios, y los festivales que más lo dejan al descubierto son el Personal Fest y Cosquín Rock.
La visibilidad que la lucha feminista ha cobrado en los últimos años parece poner en la obligación a los productores de incluir mujeres en los escenarios; por un lado para cubrir esta cuestión “ética” y por otro, por la mercantilización en la que, por momentos, deriva el movimiento, banalizando las luchas y sacando los reclamos de contexto. La inclusión de mujeres en los escenarios no debería tener que ver con cuestiones de modas, sino con la realidad fáctica de que hay una existencia enorme de proyectos musicales liderados por mujeres, con gran variedad de estilos y de calidad artística irreprochable.
Pero no todo se resume a las grillas de festivales, sino al sistema completo que hace a la industria de la música, que, por supuesto, coopera desde una lógica patriarcal para que la visibilización histórica haya sido, mayoritariamente, para proyectos de varones.
En nuestro país, las músicas están unidas y este año se presentó en el Senado de la Nación el Proyecto de Ley de Cupo Femenino y Acceso de Artistas Mujeres a los Escenarios Argentinos. Artistas como Lula Bertoldi, Hilda Lizarazu, Barbarita Palacios, Carolina Peleritti, entre muchas otras, se manifestaron públicamente por la necesidad de más mujeres en vivo.
También, desde el Instituto Nacional de la Música (INAMU), se impulsó una encuesta dirigida a mujeres que trabajen en el ámbito musical, como parte de la agenda de género que el Instituto lleva a cabo.