“Siento que hoy puedo plasmar mejor todas las ideas que tengo en la cabeza”, así es como resume Benito Cerati su fructífero presente creativo. Después de una década y cuatro discos publicados bajo su alter ego Zero Kill, el músico argentino decidió dejar de lado la abstracción para narrarse a sí mismo desde una perspectiva más íntima. Desde el pasado 11 de noviembre, el resultado de esta nueva apuesta puede apreciarse en las diez piezas de orfebrería melódica que componen Shasei, disco que acaba de editar bajo su propio nombre y al que él mismo define como un trabajo mucho más simplificado. Pero eso no implica en absoluto falta de profundidad. Al contrario: se trata de su trabajo más enfocado y emocional hasta la fecha.
“Tiene un costado mucho más pop que el resto, donde evitaba ese tipo de cosas”, confiesa Benito en conversación con Indie Hoy, y ese derrotero que emprendió con la canción como faro, ya podía adivinarse en los dos cortes de difusión previos al lanzamiento oficial: “Agujero negro”, dueña de un estribillo irresistible y altas dosis de dramatismo bailable al mejor estilo Adicta, y “Buenos días amor”, un himno instantáneo que lleva en sus venas ese pulso grandilocuente de los clásicos de los ochenta.
Además de su debut como solista, Shasei es el primer álbum en el que Benito trabaja íntegramente sobre experiencias personales a la hora de componer. A poco de cumplir los treinta, evoca a modo de motor conceptual y hasta terapéutico sus experiencias durante la adolescencia, la intensidad de los primeros encuentros amorosos y el paso del tiempo. Todo bajo un aura de surrealismo y nocturnidad, atravesada por el vínculo entre naturaleza y tecnología y un concepto estético fuertemente inspirado en el orientalismo. “Lo experimental en este disco pasa por incluir cosas que nunca había hecho, y que quizás no quedaban bien en un disco de Zero Kill -analiza Benito respecto a la amplísima paleta sonora de la cual se nutre-. Géneros como música clásica, tango, folklore, hay un tema que es medio una chacarera… El disco tiene mucho aire norteño, es muy argentino en ese sentido”.
Con Estanislao López como aliado en la producción, y con la participación de músicos de la talla de Lito Vitale en sintetizadores, Alejandro Terán en arreglos de cuerdas, Gillespi en trompeta y Federico Stuart en scratch, entre otros, Shasei inaugura un nuevo capítulo en la trayectoria musical de Benito. Además del giro estilístico, el disco refleja la consistencia y la madurez de un artista que, lejos de preocuparse por aquello que parecía imposible evitar, es decir, las frecuentes comparaciones con la figura de su padre, se enfocó en construir una identidad propia y en mantenerse fiel a su propia búsqueda. El hecho de haber crecido en un entorno familiar donde hacer música era una elección y no un mandato, contribuyó a ese empoderamiento y a su abordaje lúdico de la composición, siempre alejado de la solemnidad y lo excesivamente técnico.
“Hay gente que crea cosas buenísimas matematizando la música, pero en mi caso primero vale la sensibilidad y después el resto -sentencia, y esa es la consigna que funciona como columna vertebral del disco-. Pienso en la época Say No More de Charly, que era un quilombo todo, pero entendés el esqueleto de la canción y eso te desarma. Más allá de cómo esté decorado o ejecutado, la idea es emocionante, y para mí eso es lo que más vale en una canción”.
Es la primera vez que hacés un disco tan directo, compuesto íntegramente a partir de tus propias experiencias. ¿Fue una búsqueda conceptual o sucedió de forma espontánea?
Obviamente que uno siempre pone lo personal en lo que hace, eso es inevitable, pero en este caso fue una decisión más consciente. Líricamente, todo tiene un sentido personal, a diferencia de Zero Kill, que eran pensamientos más abstractos o genéricos, más construcciones de fantasía. Después, cada uno puede identificarse con lo que quiera.
Decidiste enfocarte en tu adolescencia. ¿Necesitabas exorcizar algo de esa etapa?
Más que exorcismo, es como una especie de celebración. Tiene que ver un poco con estar más grande, que me empiecen a pasar cosas relacionadas con estar creciendo, como que me salgan canas, o de repente tener que ir a chequearme por alguna cuestión de salud, eso me hizo empezar a reflexionar acerca del paso del tiempo. Pero a la vez estoy sintiéndome súper activo y joven, nunca estuve tan activo como este último año, en muchos aspectos de mi vida. Por eso digo que ante todo es celebratorio.
¿Y cómo era el Benito de aquel entonces? ¿Buscás reconciliarte con él o diferenciarte?
Irónicamente, en esa época era una persona más dejada y triste, no era tan sociable. Era más como un nerd resguardado que vivía como podía. Tenía inseguridades, trabas, cosas que todo el mundo atraviesa durante esa etapa, y las cuestiones familiares que vivía en ese momento también eran bastante feas. Costó, pero siempre intenté vivirlo de la mejor manera posible. Hacer el disco fue sanador, fue como darme la mano, analizar mientras escribía y darme cuenta de que no me arrepiento de nada.
Musicalmente hay un salto grande en comparación a tu proyecto anterior. ¿También tuvo que ver con ese proceso?
Tiene que ver con el enfoque personal que le estoy dando a este proyecto y mi esfuerzo por hacerlo distinto. Escucho Zero Kill y me resulta difícil definirlo, entonces ¿cómo hacés algo distinto de algo que ya es difícil de definir? Decidí lograrlo desde ese lugar, el de hacer canciones más concretas y simples. Incluso la banda con la que estoy tocando es totalmente distinta, hay violín, teclado, batería y voz. La gente queda flasheada con la formación, es bastante poco ortodoxa.
Todas las canciones de Shasei están en castellano, otra diferencia con Zero Kill, donde a veces componías en inglés.
En realidad cantaba en inglés porque me parecía que era una herramienta más, si supiese portugués quizás también hubiese probado. Pero también sentía que la gente quería entender las letras, poder identificarse con lo que escribo. Y como este disco es muy personal, desde lo lírico todo tiene un significado particular, decidí hacerlo todo en castellano.
Cantando en otro idioma quizás estabas menos expuesto. ¿Este disco revela tu costado más vulnerable?
Creo que sí, pero a la vez es súper fuerte. Animarte a ser vulnerable es una de las cosas que más fortaleza requiere.
En el documental Moonage Daydream, David Bowie cuenta que, cuando se sentía atrapado en su zona de confort, se movía inmediatamente hacia algo nuevo. ¿Te identificás con eso?
Me pasa exactamente igual, no es casual que me haya identificado tanto con él. En este caso sentía que Lapsus, el último disco de Zero Kill, englobaba bastante bien lo que quise lograr con ese proyecto, y que era hora de ponerle un stop por un rato y probar otra cosa. Me considero bastante nómade en cuanto a las cosas que me van fascinando, me meto de lleno y de todo rescato algo que me identifica. Como dice el poema, “contengo multitudes”. Soy yo siempre. Hay quienes hacen solo jazz o solo heavy metal, y está perfecto porque ayudan a definir una escena, pero en mi caso creo que no pertenezco a ninguna. Si escuchás mis discos no hay mucha similitud musical entre un tema y otro, y eso no significa que esté buscando un estilo, ese es mi estilo.
“La luz mala” es la única canción escrita en tercera persona. ¿De quién habla?
Esa canción habla de la primera vez que sentí miedo. Me acuerdo de estar con mi hermana en un supermercado y que una señora venga a decirnos algo como “los van a abandonar”, no me acuerdo muy bien, nunca lo supe explicar. Mi mamá justo había entrado a comprar y nos había hecho esperar en la puerta, y yo empecé a pensar que no iba a volver. Obviamente me asusté. Después me enteré de una leyenda urbana japonesa que se llama Kuchisake-onna, una chica que tiene la cara tapada y si te la encontrás en la calle te pregunta: “¿soy bella?”, si le respondés mal, se saca la venda y te mata. Tiene una sonrisa cortada, tipo el Joker. Por mucho tiempo sentí una similitud entre esa leyenda y la mujer del supermercado.
Te inspiraste mucho en la cultura oriental para el disco, incluso en el título. ¿De dónde viene esa fascinación?
Me gustan mucho las películas tipo Ghost in the Shell, también consumo muchos videojuegos de clásicos japoneses, esos universos me inspiraron mucho estéticamente. No soy tan fan de lo kawaii, de la cosa estupendamente cute, me gustan más las películas de Satoshi Kon, por ejemplo, Perfect Blue, ese tipo de cosas. Y el término “shasei” tenía bastante que ver con lo que quería mostrar en el disco. Sé que se dice en China y en Japón de la misma manera, significa “dibujo de la naturaleza”, y a la vez quiere decir “eyaculación”. Los kanji [caracteres chinos] significan a veces varias cosas, una palabra es un rejunte de conceptos, eso es muy loco e interesante. Es otra cabeza.
Hablando de naturaleza, el video de “Buenos días amor” tiene una cuota de realismo mágico que recuerda un poco a los universos de Björk.
Sí, de hecho una de las tantas referencias que teníamos con Belén [Asad] fue uno de los últimos vídeos de Björk. Viste que también mezcla esa cosa súper islandesa de naturaleza absoluta con una impronta postmodernista. Ese paralelismo me gustaba bastante. Ya de por sí hay algo súper natural en la letra del tema que es el hecho de sentir algo, de desear. Y a la vez tiene esa cosa de “Deseo esto pero no puedo” o “No me animo”, entonces me quedo parado acá sin hacer nada. Esa inmovilización está representada por terminologías más robóticas en comparación a lo natural. Frases como “Ojos de metal”, “Me mantengo vivo, no respiro”, cosas muy tecnológicas a la hora de expresar algo tan natural como sentir.
Para vos, hacer música también fue algo muy natural.
Nadie me colgó un instrumento ni me dijo nada. Podría haber pasado que no me interese, podría haber sido abogado y todo bien, pero elegí hacer música porque me da placer, me pone la piel de gallina. Ninguna otra cosa me genera eso. A veces me tenían que echar del estudio, tenían que trabajar y yo no quería soltar, quería saber de qué se trataba todo. Y la verdad que hoy sigo haciendo lo mismo que cuando era chico: divertirme.
Hace poco se cumplieron 30 años del lanzamiento de Dynamo y Colores Santos, discos emblemáticos que homenajeaste con un concierto en el CCK. ¿Buscás mantener ese espíritu lúdico a la hora de interpretar la música de tu viejo?
En los shows de Soda la clave era esa, divertirse entre los músicos y con el público. Ese aura es lo único que me importó mantener, y los chicos estaban súper dispuestos a eso. Fue muy divertido ensayar y tocar esos temas, y creo que a la gente le gustó mucho justamente porque no era solemne, no era como una misa. Era un show que evocaba la energía de esa época. Creo que eso se notó.
Esta nueva etapa de tu carrera podría leerse como una revelación, ya que te animaste a desplegar todo tu potencial como solista. ¿Cómo te sentís en ese rol?
Me siento cómodo, me gusta el lugar donde estoy. He visto lo que es que no te dejen tranquilo en la calle y la verdad que no me gustaría llegar a eso, no es algo que busque. Promociono mi música para llegar a gente que le guste lo que hago, o que lo descubra y se sume al flash, pero no me interesa la masividad. Si me hubiese enfocado en eso, podría haberla conseguido tranquilamente, pero me muevo en otro ambiente. Quiero mantener esa libertad para poder hacer las cosas que me van surgiendo y que me interesan.
Escuchá Shasei de Benito Cerati en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).