Ilan Amores prefiere ser llamado Chico Chico, como aun es conocido sin importar haberse cambiado el nombre del proyecto por asuntos meramente ejecutivos: “Había hecho un desastre con mi carrera”, asegura el artista misionero en conversación con Indie Hoy.
Este lamento viene atado al haber firmado con un productor alemán que se convirtió en el dueño de su nombre en plataformas de streaming. También Chico Chico es un artista brasilero al cual Ilan sin desearlo le daba créditos por la confusión de sus mismos seguidores. Pero en la calle, en el escenario y en sus canciones firmadas por Ilan Amores, aun sigue siendo Chico Chico: “Podía ponerme ese traje y sacármelo a discreción”.
Después de tocar en bandas punk como Argies y Harm & Ease, de experimentar diversos géneros y asumir varios personajes a lo largo de su recorrido, Amores se aventuró en una carrera en solitario. Su repertorio musical es un intrigante mosaico de sonidos que refleja su versatilidad, así como la multiplicidad de experiencias que atravesó en su camino artístico. Una de sus historias más destacadas, sin dudas, fue la que culminó en “Tiro tiro”, la flamante colaboración junto a Pablo Lescano, líder de Damas Gratis.
Una noche, Amores asistió a una peña cumbiera y quedó atrapado por un “punteo asesino” que invadía el aire mientras la banda esperaba la salida de Lescano. Tiempo después, su búsqueda por volver a escuchar el punteo resultó en vano. No había un sonido que estaba a la altura de lo que había presenciado aquella noche. Guiado por su obsesión musical, Ilan finalmente descubrió la melodía en una grabación en vivo de Damas Gratis, “Va a tocar”.
El sonido era muy corto, apenas 18 segundos, sin embargo, Amores deseaba profundamente que ese punteo no termine nunca. Aquel día sintió el flechazo por la cumbia y tomó la iniciativa de hacer un video para Tik Tok utilizando el icónico teclado de Pablo como instrumento. Sin perder tiempo en consideraciones excesivas, decidió filmarse interpretando el punteo que siempre le había fascinado. Una melodía familiar que había escuchado en diversas reuniones con grupo de amigos, pero algo que había sentido en aquella peña cumbiera lo impulsó a inmortalizar esa interpretación.
¿Qué significa para vos haber colaborado en “Tiro tiro” con alguien tan icónico como Pablo Lescano?
Ese tema es un triunfo personal, más allá de que haya salido bien y que lo haya escuchado mucha gente. También me pone contento que la mayoría de las reproducciones vienen de Estados Unidos. Yo soy punki, me crié escuchando otra música, aunque sonara cumbia por todos lados. Y después, cuando intuitivamente fui coqueteando con el sonido de Manu Chao y el reggae profundo, de entender que también es música de barrio, terminé encontrando similitudes que me acercaron a la cumbia tratando de encontrar las claves nuevas de mis sonidos. Con inocencia, sin saber bien lo que estaba haciendo y metiéndome en un terreno donde el que es cumbiero es cumbiero. O sea, el que escucha Dama Gratis dice “Agapornis, la concha de su madre”, lo mismo para Márama. Un día caí en una súper juntada de cumbieros, ahí lo conocí a DJ Paul, mi brother musical, y a Pablito Lescano. Yo hice un show solo de Chico Chico sin saber bien qué estaba haciendo con el micrófono y el DJ, porque yo acostumbraba a tocar en banda. Era un género que yo no entendía, siendo músico me gustaba el viaje de aprender otro idioma. Cuando aprendí a tocar la batería me encantaba Travis Barker, también me encantaba el batero de Limp Bizkit, y de repente ver el lenguaje de un timbaletero o que el bajista tocaba bien arriba y yo estaba acostumbrado a ver el bajo colgado, todo ese mundo era muy exótico para mí. Me sorprendí mucho al ver que la banda esperaba a Pablo tocando un punteo increíble que me quedó grabado en la cabeza. De las mejores cosas que escuché en mi vida, y no solo por el sonido, sino por lo que sentí ahí. A mí me gusta el pogo, la ronda, el baile y los amigos, y pensé que esta música te enferma, te da una sed bárbara y te pone re loco. Al tratar de abstraerme y olvidarme que estaba con Pablo “Leyenda” Lescano, cerraba los ojos y esa música estaba en el aire, me pareció una locura.
Hablemos un poco sobre tu participación anterior en “Para que” de Damas Gratis. ¿Qué nos podés contar sobre esta primera colaboración?
Curiosamente, “Para que” terminó saliendo como Damas Gratis y yo de artista invitado, pero la canción la escribí yo en realidad y se la mostré a Pablo. Él me dijo que estaba buenísima y que estaba para hacerlo. La letra más o menos, me dijo: “está medio Abel Pintos, vamos a ponerle unos berretines de barrio, vamos a hacerla sonar como Damas Gratis y la tiramos a la cancha”. Pablo tiene un gran olfato para la canción. Hay cosas muy básicas que son anteriores a lo que nosotros podemos entender. Es como cuando ves una foto bien encuadrada y algo en tu cerebro hace click antes de decir “qué buena foto”. Con las canciones pasa lo mismo. Cuando una canción está bien hecha desde la arquitectura, la cabeza reacciona sola, y creo que Pablo tiene el oído muy agudo para eso. Le faltaba un poco de identidad y un poco de ese flow que le sobra a Pablo. Es más, era una canción acústica, una baladita. Pablo me veía laburando, a pesar de no ser cumbiero del año cero, como la mayoría de la gente que tiene a su alrededor. Creo que le parecía divertido que alguien que no era nativo del género se enamore tan fuerte y le ponga tantas ganas, se ponga esa bandera sin tampoco ser cumbiero.
¿En qué puntos pensás que se encuentran el punk rock y la cumbia villera?
El punk rock tiene el pensamiento crítico, lo disruptivo, el espíritu anarquista, las ganas de decir “dejame tranquilo que yo voy a tomar los elementos que me sirvan y armar mi propio diseño, no voy a seguir tus reglas”. Tampoco tengo que prender fuego el banco para ser más punk, ni drogarme hasta la muerte para ser más punk, cada uno armado a su estilo. Yo pienso el punk desde el lado de la libertad. En Manu Chao vi a un chabón que pudo encontrar su forma de unir distintos géneros y crear su propio sabor, materializar su visión. Y yo veía esta misma rendija entre la cumbia y el punk, había un camino un poco inexplorado. Ahí sentí que iba a encontrar mi sonido o mi forma de diferenciarme del resto, pero era un camino más largo porque no estaba pavimentado. Creo que Pablo se reflejó con esas ansias de hacer algo distinto, también olfateó el tipo de gente que soy yo y se copó en darme una mano, la famosa varita mágica, porque hay gente que se muere por estar 5 minutos con Pablo. Venir tan de afuera me hacía lo suficientemente inmune como para poder manejarlo y lo suficientemente pillo como para entender también la importancia de a quién tenía enfrente tirándome una cuerda.
Además, en “Tiro tiro” le hacés un guiño a Charly García, ¿cómo surgió esa idea?
Pablo lo re quiere a Charly. También me di cuenta que el tema lo iba a escuchar mucha gente de afuera, entonces busqué sacar una fotito musical argentina. Me senté a cocinar el guiso y pensé que debía tener unos berretines en inglés para que se enojen los cumbieros de acá, y para que los de afuera tengan algo aunque sea para agarrarse en cuanto a letra. Cuando Pablo se fue un segundo al baño, me puse el teclado, lo tiré en Tik Tok y la gente se puso como loca, con el rifle, con la música, con el punteo, con el teclado, decían: “¿qué es esto? ¿What the fuck is cumbia?”. Con Orco Videos y con mi manager nos sorprendimos porque el video estaba por llegar a un millón de views, así que se lo mandamos a Pablo y vinimos al estudio a las tres de la mañana.
Siendo alguien externo a la cumbia, ¿qué fue lo que te cautivó del género?
Me gusta la cumbia porque es muy de raíz de acá, y me parecía un buen vehículo para salir a viajar por el mundo encontrando mis sonidos. Yo aprendí mi oficio tocando en una banda punk como bajista y buscándole la vuelta también como baterista, guitarrista, cantante, productor, dando clases, haciendo lo que sea que tuviera que ver con música tanto en Buenos Aires como lo hice antes en Misiones. Para mí tiene sentido, porque yo rapero no soy, yo viví la bisagra, el cambio de un sonido al otro. La cumbia es un gran vehículo porque suena como Argentina, también suena como Latinoamérica, también suena como algo que es muy exótico para el resto del mundo y que todavía no fue descubierto como lo fue en un momento el reggaetón y después se convirtió en lo más mainstream. Pero en un momento era música de barrio centroamericana que se empezaba a colar en las bandejas de los DJs sudamericanos.
¿Qué recuerdos quedaron de tus días punk como integrante de Argies y Harm & Ease?
Con Harm & Ease fui baterista y bajista, y di vueltas por Buenos Aires. Nos fue bien un tiempo y después nos fuimos a Canadá. Pegamos toda una vuelta por el interior. Como persona fue muy enriquecedor pasar por bares, barcitos y tugurios en toda la zona, conocer otra cultura. Por otro lado, el guitarrista de Argies era el primero que había salido de Posadas, era un loco de mi ciudad que de alguna forma se las había arreglado para salir de gira por el mundo. Le gustaba el punk, era como un modelo a seguir para no caer en la cabeza del pueblo, alguien que era distinto. De Argies me acuerdo la sensación de que el punk era muy importante para mí y que quería llegar a lo más profundo que pudiese. Era una banda que pasaba por abajo del radar de todos, que iba a lugares impensados y de alguna forma subsistía hace un montón de tiempo y habían tocado por todo el mundo. Entonces pensaba que era un buen lugar para empezar. Pasamos por Italia, Francia, España, Serbia, República Checa, Polonia, Inglaterra, Escocia, pasamos por todos lados. Debo conocer Alemania más que cualquier alemán. Ir en combi con una banda, parar en un bar, bajar cajas Marshall, armar una batería, tocar, eso 500 veces en 25 países, con una sonrisa gigante haciendo lo que amo, pero sin entender un carajo del negocio y un montón de inquietudes que me surgieron después cuando la vida empezó a apretar y me daba cuenta que volvía con pocos mangos, pero tus amigos van a la facultad, el otro está armando una familia, y vos estás repartiendo empanadas o haciendo más laburitos que te permitan seguir haciendo lo que hacés. Aunque no tenía dinero, fui tratando de encontrarle la vuelta.
¿Cuál es la historia detrás de Chico Chico, tu alter ego?
Chico Chico me gustaba, no tenía por qué ser Ilan, quería hacerme el boludo y no poner mi cara ni mi nombre. Chico Chico es el nombre de un bar en Corrientes. Alguien me contó que en realidad era un pescador, que era el hermano del dueño del bar. Chico Chico era un personaje muy querido del pueblo, que era guitarrero, cantor, futbolista, borrachín, y se murió de cirrosis, lo mató el trago. Era guía de pesca, el chabón conocía el río mejor que nadie.
¿Cómo surgió tu serie de discos titulados Borí Borí?
Borí Borí salió de ese viaje a Corrientes, como una primer raíz musical, una catarata de canciones y una forma de hacerlas. Salieron alrededor de 30, algunas fueron quedando en el primer álbum que estaba bautizado como Chico Chico. Cuando hicimos Borí Borí 1 y Borí Borí 2, eso estaba un poco más claro adentro y alrededor mío. Sabía que toda esa música era una continuación y una profundización de todo lo que había hecho. A esos discos los produje yo solo, grabé todos los beats y todos los instrumentos salvo algunas cositas. Aprendí con esos discos a solidificar mi sonido. Borí Borí es una comida paraguaya y también hay una tribu en África Central que se llama Borí, que creen en la posición espiritual. Creen que cuando uno hace alguna cosa así, como haber escrito un disco, está poseído por un espíritu que te ayuda a bajar la data. También era como Chico Chico, Borí Borí, siempre repetir una palabra.
Ilan Amores se presenta el sábado 25 de noviembre a las 19 h en The Roxy Live (Av. Niceto Vega 5542, CABA), entradas disponibles a través de Allaccess. Escuchá “Tiro tiro” en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).