La idea romántica de que una canción te puede salvar la vida, pero de manera literal, es de lo más destacado de la última temporada de Stranger Things. Si esa canción encima es “Running Up That Hill” de Kate Bush, ya dan ganas de aplaudir de pie al guionista al que se le ocurrió todo ese asunto. Porque hay muchas líneas argumentales –demasiadas- pero la de Max (Sadie Sink) y su canción preferida salvan a esta primera parte de la cuarta temporada de convertirse en un somnífero, con un impresionante capitulo que la vuelve a poner en eje.
Es en el cuarto episodio de la serie de Netflix donde el clásico de Bush termina de cobrar relevancia para salir al rescate. Como contrapartida, en la vida real la serie la rescató a ella y ahora “Running Up That Hill”, que se publicó originalmente en el lejano 1985, vuelve al top 10 de los charts de varios países y explota como lo más escuchado en plataformas como Spotify y Apple Music. Kate, por su parte, expresó a través de un comunicado su alegría de que las nuevas generaciones empiecen a escucharla.
Kate Bush es rara y hermosa, pionera y vanguardista. En otras palabras, se podría decir que es una especie de reverso femenino de David Bowie, pero que de alguna manera fue más de nicho. ¿Habrá sido por ser mujer? ¿O acaso es más inclasificable que el Duque Blanco? Nunca lo sabremos, pero lo cierto es que ambos genios son comparables, son mentes simplemente salidas de otro planeta.
Su primer logro musical ya da una idea de su calidad como artista en tanto que prodigio y rupturista: con el single “Wuthering Heights” alcanzando el puesto nro. 1 en el Reino Unido se convirtió en 1978 en la primera mujer en llegar al tope de los charts con una canción de autoría propia. Y ni siquiera era una mujer adulta, era una adolescente de 19 años y el tema lo compuso dos años antes, quizás en algún recreo del colegio. Apenas una púber ingresando a un negocio dominado por hombres, y que lograría contra todo pronóstico allanarle el camino a las muchas cantautoras que vendrían después.
Diez discos pasaron -aunque cada vez más espaciados- y la calidad artística nunca disminuyó en una obra que está repleta de sorpresas e ideas inauditas pero que no dejan de atravesar emocionalmente al oyente por tener siempre los pies sobre la tierra. Tanto desde lo musical como lo lírico, esa experimentación constante con semejantes niveles de erudición, creatividad y atrevimiento no pueden generar más que el mayor de los respetos. Este es nuestro humilde recorrido por lo más destacado de su carrera a través de diez canciones.
“Wuthering Heights”
The Kick Inside, 1978
La deslumbrante carrera de Kate Bush arrancó con este single debut que llegó al puesto nro. 1 en los charts del Reino Unido a comienzos de 1978. Hoy, “Wuthering Heights” es un clásico ineludible y una de sus canciones más conocidas. Con crescendos de piano y cuerdas que llegan a ese tipo de estribillos con el poder de sacudir tanto estadios como sesiones de karaoke caseras, “Wuthering Heights” está inspirada en la novela homónima de Emily Brontë -conocida en español como Cumbres borrascosas-, otro clásico total de la literatura gótica editado en 1847. Antes de sacar su primer disco, todos los ojos ya estaban puestos en Kate. Ella no tenía ni 20 años.
“Wow”
Lionheart, 1978
Una pieza misteriosa de versos frágiles que ironizan sobre el prestigio de un actor de teatro veterano dan lugar, nuevamente, a un estribillo épico para cantar con sentimiento exacerbado. Musicalmente, “Wow” mantiene la línea del disco debut, con el piano y los arreglos de cuerdas a la cabeza, pero aquí ya se vislumbra un tímido uso del sintetizador, indicio del sonido más electrónico que Kate irá testeando a lo largo de su carrera. Editado en 1979, “Wow” fue el segundo corte de Lionheart y alcanzó el puesto 14 de la lista de singles británicos.
“Army Dreamers”
Never for Ever, 1980
El genio de Kate Bush como compositora se dimensiona en esta canción que contrasta de manera muy astuta una melodía delicada y encantadora con una letra devastadora sobre los efectos de la guerra. Una madre recibe a su hijo (“nuestro pequeño soldadito”) en un cajón y se lamenta por la vida que pudo haber tenido mientras es envuelta por compases de vals de tintes de ensueño celtas. Para mayor efecto teatral, Kate canta estos versos con acento irlandés y además se incluyen samples muy sutiles de un arma que se carga o gritos de batalla. “Army Dreamers” escaló al puesto 16 y diez años después fue prohibida por la BBC durante la Guerra del Golfo.
“Get Out of my House”
The Dreaming, 1982
El track final del cuarto disco de Kate Bush es un delirio inquietante difícil de describir. Y de interpretar. La polisemia de la lírica se presta a la típica historia de fantasmas con imaginería gótica donde la casa es protagonista -Kate dice que es su versión de El resplandor de Stephen King, novela de 1977 que también bebe de esas influencias decimonónicas-, a un colapso mental o incluso al forcejeo ante una posible violación. De cualquier manera, la interpretación vocal deja los pelos de punta con susurros, gritos desesperados y hasta el relincho feroz de una mula. Y todo eso dialogando en múltiples pistas en una producción virtuosa que evita un caos imposible de escuchar.
“Running Up That Hill (A Deal With God)”
Hounds of Love, 1985
La primera canción del aclamado Hounds of Love fue la llave que finalmente le abrió a Kate las puertas de los Estados Unidos logrando el puesto nro. 30 en los charts del país. De esencia pop muy eficaz y accesible, “Running Up That Hill” se convertiría en la pieza más conocida de su carrera, incluso antes de su inclusión en la última temporada de Stranger Things. Una batería programada marca un pulso marcial e insistente mientras el Fairlight CMI -sintetizador fetiche desde el disco anterior- tira notas de color y Kate canta con un estilo tan versátil como hipnótico sobre hacer un pacto con Dios para intercambiar lugares con la pareja. Pero la letra es más angustiante que romántica, como no podía ser de otra manera.
“The Big Sky”
Hounds of Love, 1985
Posiblemente una de sus creaciones más luminosas y bailables, “The Big Sky” fue el cuarto corte de Hounds of Love, pero el que menos escaló en los rankings luego de “Running…”, “Cloudbusting” y “Hounds of Love“. Pop infeccioso de bajo vibrante y rasgueos acústicos, palmas, juegos vocales de todo tipo y un estribillo de júbilo góspel hacen de “The Big Sky” un festín que celebra las cosas simples de la vida, como colgarse mirando el cielo y las diferentes formas que van tomando las nubes.
“The Sensual World”
The Sensual World, 1989
La reina del pastiche –en el mejor de los sentidos- se manda aquí una canción redonda valiéndose de elementos e inspiraciones muy diversas. De nuevo la literatura como disparador, en este caso fue el Ulises de Joyce (1920). La negativa de su descendencia en el permiso para el uso de unos fragmentos la llevó a reescribir, e incluso mejorar, una letra sobre la sensualidad del mundo que nos rodea, a través del contacto con la naturaleza en los actos más mundanos. Así, “el agua y la tierra acarician” y la pelusa de un durazno y su deglución se vuelven de lo más sugerentes. Inspirada en una canción folk tradicional de Macedonia, con gaitas irlandesas incluidas, musicalmente la vibra sensual se mantiene y todo cierra increíblemente.
“Moments of Pleasure”
The Red Shoes, 1993
El segundo single del único disco que Kate Bush publicó en los noventa es una balada de piano y cuerdas sencilla pero desgarradora. Una invitación a celebrar la vida y a atesorar los buenos recuerdos evocando a los seres queridos que ya no están. Una pieza agridulce con la capacidad de hacer llorar por buenos o malos motivos. Los numerosos comentarios en YouTube debajo de su videoclip son realmente conmovedores –el video obviamente tampoco se queda atrás-: muchos hombres adultos confesando que solo quiebran cuando escuchan esa canción. Kate compuso “Moments of Pleasure” cuando su madre estaba enferma e incluye una frase de ella. Hacia el final, saluda a amigos que están en el más allá y ya no hay corazón que resista.
“Mrs. Bartolozzi”
Aerial, 2005
Otra clase magistral de Kate Bush como compositora de letras como pequeñas historias llenas de lirismo e imágenes evocativas abiertas a significados incluso opuestos. “Mrs Bartolozzi” queda hipnotizada viendo como se arremolinan en el lavarropas sus prendas y las de su pareja hasta caer en una ensoñación que la imagina nadando en el mar. En una interpretación superficial se trata de una ama de casa aburrida que se erotiza con esa danza textil centrífuga, pero si se presta mayor atención la canción deja de ser un chiste curioso para convertirse en una triste fábula sobre el duelo. Kate logra generar todo tipo de sensaciones con una pieza minimalista, solo con su piano y su magistral voz.
“Snowflake”
50 Words for Snow, 2011
A Kate no se le acabó la pasta para componer obras maestras ni siquiera en su último disco hasta la fecha, cinco décadas después desde sus inicios. “Snowflake” construye en casi diez minutos una atmósfera placenteramente melancólica ayudada por un leitmotiv de piano y uno de los versos para mayor efecto narcótico. Kate hace un dueto vocal con su hijo Albert -un niño de 12 años en aquel entonces- y la amalgama de sus voces aporta una nueva capa de belleza a una historia sencilla y preciosa sobre un copo de nieve que nace en las nubes y cae bailando hasta llegar a la mano de una persona. Alguien que lo espera y no se cansa de decir que “el mundo es tan ruidoso, seguí cayendo, yo te encontraré”.