Con más de 30 años de carrera, Blur no tiene equivalente. El conjunto liderado por las mentes maestras Damon Albarn y Graham Coxon, junto con el bajista Alex James y el baterista Dave Rowntree, ha atravesado tantas idas y vueltas, tanto personales como culturales, que el simple hecho de que lo hayan hecho con resiliencia y gusto es una pequeña maravilla.
El conjunto británico salió de la escena Madchester para liderar una de las revoluciones de la música inglesa en forma del Britpop, pero sin dejarse definir por ningún sonido o moda. Sus incursiones en el rock alternativo y experimental ampliaron la ambición ya fuerte de la banda a tal punto que no pueden ser calificados con un sonido o un proyecto.
Es esa reinvención constante la que hace que sean tan vigentes y celebrados hoy en día. Su música busca sorprender y encontrar nuevas maneras de expresión dentro de su estilo personal. Características como el humor británico que esconde una crítica social, o la sonoridad suelta pero no dejada al azar, han sido desarrolladas y revisadas con el paso de los años, siempre con la meta de no estancarse.
En honor a que se encuentran a punto de encabezar el Primavera Sound Buenos Aires -producido por Dale Play Live, Move y Pop Art Music-, en Indie Hoy presentamos un ranking de su discografía atravesando más de tres décadas de música.
9. The Magic Whip
2015 – Parlophone
El regreso de Blur indicaba ciertas cosas buenas. Por primera vez en más de 15 años, toda la banda estaba presente y habían vuelto a trabajar con el productor de sus primeros cinco discos, Stephen Street. Albarn no estaba ocupado con su otro gran proyecto Gorillaz, y Coxon se encontraba sobrio y rehabilitado. La base de The Magic Whip fue armada en una sesión impromptu en Hong Kong y desarrollada un año y medio después.
En efecto, el disco suena como un compilado de ideas sueltas que luego intentan convertirse en composiciones coherentes. No tenía la ambición de ser un “regreso” y por ende no comparte la urgencia que el mejor Blur suele tener. Hay cierto afán experimental en el aire delicado de “Pyongyang” o los tonos fuertes de guitarra en “Get Out”, pero el entusiasmo se encuentra algo apagado, incluso demasiado casual. Albarn todavía se encontraba en modo 2-D sin lograr encajar con el aire relajado del resto de la banda. Lo más lejos que llegan es la composición juguetona de “Lonesome Street”, que refleja una actitud de empezar de nuevo sin pudor ni lástima.
8. The Great Escape
1995 – Food Records
En plena batalla del Britpop, Oasis sacó su disco consagratorio (What’s the Story) Morning Glory y los Gallagher lograron su cometido: convertirse en estrellas de rock and roll internacionales. Blur, por el otro lado, decidió ahondar incluso más en las costumbres y sonidos británicos, sin querer ceder ante una audiencia mundial. Así surge The Great Escape, un disco conforme con seguir la fórmula establecida por sus predecesores cuando el sonido ya se estaba quedando sin nafta. El mismo Albarn años después lo llamó “un desastre”.
Gran parte del disco da vueltas sobre composiciones poco armadas, con intentos a medio armar de ska o punk que llegan a poco. Esto se suma al hecho de que el sentido del humor característico de la banda a lo The Kinks ya se encontraba mucho más amargo. Al enfocarse en la sociedad solitaria y aburrida de Gran Bretaña, las letras comunican menos simpatía por sus personajes y mucho más desdén; se fue el chiste, pero quedó la burla. Se destacan gran parte de los cortes: la épica de “The Universal”, la sátira divertida de “Country House” y “Charmless Man”. Algunas sorpresas como la psicodelia aislada de “Yuko and Hiro” o la onda Beatlesca de “Best Days” también. Sin embargo, se nota que el sonido Britpop no daba para mucho más.
7. Think Tank
2003 – Parlophone
El único disco de la banda sin Graham Coxon, y se siente profundamente su ausencia. Sin las guitarras resplandecientes, o su toque compositivo delicado, Blur afronta el comienzo del siglo XXI de forma más cruda. Think Tank es uno de los varios esfuerzos del 2003 para reflejar el shock y el terror que desembocó en la guerra contra Iraq. Lo que surge aquí es un collage de varios sonidos extranjeros, y una banda que toma elementos de distintas culturas para unificar a todo el mundo dentro de una misma expresión de incertidumbre. Una meta admirable, aunque un tanto difusa.
El corte principal “Out of Time” es un triunfo estético, lleno de samples caóticos y letras melancólicas: “El rayo de sol en tu cara ahora es una computadora”. Se siente un desplazamiento de la humanidad que una melodía como “Sweet Song” intenta recuperar. Pero todo es parcial. La propuesta minimalista llega hasta cierto punto cuando los toques electrónicos -de parte de William Orbit y Fatboy Slim– añaden más aún a una atmósfera ominosa sin una salida clara, en donde “si lo hacemos explotar, desapareceremos”. El resultado queda algo fragmentado, pero demuestra la ambición que Albarn ya estaba explotando con Gorillaz y su eclecticismo cultural.
6. Leisure
1991 – Food Records
Los humildes comienzos de la banda no serían para nada característicos de todo lo que vendrá. La visión de Blur en su momento era la de cualquier otra banda británica a principios de los 90: la psicodelia bailable baggy de The Stone Roses, con un poco de influencia del ruido del shoegaze pero sin nunca llegar tan lejos. En resumen, no se encuentran ni los arreglos excéntricos ni las letras sardónicas que definirán el espíritu de la banda aquí. Lo que sí hay son riffs ruidosos, una actitud relajada pero histriónica, y una actitud bienvenida de que pase lo que tenga que pasar.
El hecho de que “There’s No Other Way” y “She’s So High” sean clásicos dentro de la obra de la banda habla de que sus fuertes instintos melódicos estaban desde el principio. Como el resto del disco, son composiciones ligeras pero entrelazadas por un gran trabajo de banda. En particular, el bajista Alex James hace un trabajo conectado con Coxon de tal forma que no se volvió a ver en su discografía. Temas como “Repetition” y “Sing” funcionan como de forma hipnótica, dejando una sensación que la banda seguiría intentando más tarde con distintos métodos. La lección de Leisure es que la musicalidad de la banda viene antes que cualquier estética.
5. The Ballad of Darren
2023 – Parlophone
Ya fuera de todo conflicto o todo drama, nos encontramos con un Blur maduro y asentado, con ganas de hacer las cosas bien. Dentro del contexto de la banda, Albarn no sonaba tan animado desde su etapa Britpop, con una onda teatral que no explotaba desde hace bastante. Acompañados con refuerzos de parte de James Ford en producción -quien ha ayudado la última década a Arctic Monkeys, Depeche Mode, Jessie Ware e incluso Gorillaz- suenan sonoramente enfocados con influencias tanto glam como barrocas y una base rítmica robusta.
Sorpresas abundan en el disco. “St. Charles Square” hace recordar a sus temas clásicos rockeros pero con una intención abierta de recuperar el entusiasmo. “The Narcissist” avanza con dolor hacia un mañana que no logra comprender del todo. Aunque haya mucha balada en el disco, componen con una mayor autorreflexión que antes, sin garantizar nada. Vale recuperar la onda jangle de “Barbaric” y su letra “Perdimos el sentimiento que pensamos que nunca perderíamos”, cantado sin desanimarse ni con ganas de renunciar. El cierre final “The Heights” con su outro ruidoso indica las aguas turbulentas que vienen para la banda y el resto de la sociedad, pero marcha hacia adelante con ansias de ver qué viene después.
4. Blur
1997 – Food Records
Como todo gran británico, Blur soñó con ser americano. El alcance de la estética lo-fi e indie que llegaba de la mano de Pavement o Modest Mouse tuvo un efecto importante en la banda, ya fuera de la época de apogeo del Britpop. Con ganas de tirar sus aires sofisticados por la borda, bajan el nivel de producción para experimentar libremente con la onda slacker del momento. Lo interesante es que eso es solo parte del paquete. Al no tener que ceder ante la fórmula de sus discos anteriores, permiten que las influencias provengan de distintos lugares, tanto americanos como ingleses.
Se explica entonces la disparidad estética entre el homenaje al álbum blanco de The Beatles de “Beetlebum” y la breve perversión punk de “Song 2” como temas centrales. La única regla es que no hay reglas. Homenajean al Bowie berlinés en “M.O.R.”, exploran el trip hop en “I’m Just a Killer for Your Love”, Coxon canta por primera vez en la dulce “You’re So Great”, entre muchas otras peculiaridades. Encontramos un punto quiebre para la banda, en el que se encontraron sin un modelo a seguir y lo vieron como un desafío que valía la pena resolver. Sin Blur, lo que vino después para todas estas carreras sería inexplicable.
3. Modern Life Is Rubbish
1993 – Food Records
Sin haber podido encontrar una audiencia estable con su primer disco, la banda decidió abandonar todo pretexto de relevancia sonora y marcar su propio camino. Junto con el corte “Popscene” (tristemente ausente en este disco) comienza el Blur que conocemos y nos encanta: el sarcástico, el ligero, el británico rápido y pegajoso. Con un eje temático impuesto en el título, “la vida moderna es basura”, las canciones detallan personajes que conocemos todos en cierto modo. El hombre trabajador pero autocomplaciente, con una vida estable pero vacía, sin admitir su desesperación o angustia. Todo contado sin hacer un drama, sino queriendo que todos participen en estos himnos.
Tal vez con intención de querer salir del groove baggy de su primer disco, Modern Life Is Rubbish se enfoca tanto en el “brit” como en el “pop”. Las melodías de la banda rara vez fueron tan enérgicas en todo un proyecto como aquí, la banda funciona como una unidad llena de carisma y buena predisposición. Al escuchar “Star Shaped” o “Villa Rosie”, aunque caigan en la acidez, es una que no deja de sonreír con sinceridad. Incluso los momentos más ominosos de “Oily Water” y “Chemical World” incitan a seguir luchando y sobreviviendo en el mundo que habitan. A pesar de tanta ironía, todavía había un dejo de inocencia.
2. 13
1999 – Food Records
Una de las demostraciones más aptas del fin de siglo. 13 rompe de modo total las reglas compositivas de Blur. Albarn en particular, dolido por la ruptura amorosa con Justine Frischmann de Elastica, se convierte en el sabio melancólico y solemne que conocemos hoy. La banda abandona todo intento de ingenio sabelotodo para explorar sus partes más oscuras, en parte por el serio consumo de drogas en que estaban en este momento. La atmósfera es lúgubre, ensamblada por el productor William Orbit que había remoldeado a Madonna con Ray of Light un año antes y ahora se une a los instintos más depravados de la banda.
Los himnos típicos del conjunto están difuminados, sólo se encuentran al principio y al final. Los clásicos “Tender” y “Coffee & TV” aparecen apenas comienza el disco, llenos respectivamente de amor dolido y resignación cósmica. Lo que viene después son composiciones minimalistas, sin interés melódico, tocadas con despecho y fiebre. Tal vez sea el mejor disco de Graham Coxon, ya que es en el que más logra lucir su arsenal de efectos sofocantes. Entre la delirante “1992” o la apocalíptica “Trailerpark”, se comunican que hay pilares esenciales -tanto dentro de uno como de la sociedad- que se han roto hasta más no poder. La balada desinflada “No Distance Left to Run” que casi cierra el disco indica esa falta de fe como definitoria: los sueños se marcharon.
1. Parklife
1994 – Food Records
“El amor en los 90 es paranoico”, cantaba alegremente Damon Albarn en el corte principal de este disco, el éxito “Girls & Boys”. Dicho y hecho, Parklife hizo que Blur explote dentro de la escena Britpop e incluso asiente su nombre en gran parte del mundo a partir de sus himnos irresistibles pero también ansiosos. La fascinación de Albarn con la gente inglesa de clase trabajadora nunca tuvo tanta empatía como aquí. Se permiten dramatismo, sarcasmo y una entrega total hacia los detalles de estos personajes ficticios con una actitud de unión. Saber que todos, de una forma u otra, están en la misma.
Se debe también felicitar a la banda por jugar con tonos más ochenteros en plena década siguiente. El sonido aquí tiene más en común con Pulp que sus rivales del momento Oasis. Mucha guitarra que finge ser un sintetizador, junto con producción que nunca decide si ser rock o pop. El efecto es doble: las melodías resaltan más aún, y las letras punzantes apuntadas a la lenta pérdida de valores británicos obtienen más peso.
“End of a Century” resume la ennui de este disco: “Usamos la misma ropa porque nos sentimos siempre igual”. O se llega a la locura como en “Tracy Jacks”, o a la caricatura propia del tema titular, que igual se convierte en un precioso himno. Es apropiado que el disco cierre en efecto con la épica “This Is a Low”, un recuento mundano de un reporte climático que se convierte en un símbolo de época, de querer buscar la aventura profunda en lo más banal posible. A pesar de tantas mutaciones, Blur nunca sonó tan afilado y hambriento.