“Cuando se quiere llegar a algo importante, lo único que importa es que no te interesen las consecuencias” – Kevin Shields, febrero de 1992.
Hacia el año 1991, la escena británica se encontraba en un proceso de cierre y síntesis sonora que había comenzado hacia principios de la década de los años ochenta con el comienzo del post punk y el posterior auge del rock gótico. A diferencia de lo que sucedía con la ruidosa escena norteamericana de la no wave neoyorquina (encabezada por Sonic Youth y DNA), la escena británica evocaba al ruido de una manera más introspectiva y atmosférica, influenciados por el reconocido “sonido escocés” de Cocteau Twins y The Jesus and Mary Chain. Al mismo tiempo se producía un fuerte revisionismo en la ejecución de la guitarra, en el que los jóvenes se dejaron influenciar por la psicodelia de los años sesenta con artistas como The Byrds y el particular sonido de su guitarrista Roger McGuinn.
My Bloody Valentine es un hijo dilecto de este proceso de búsqueda y experimentación estética, social y musical que atravesó a la juventud británica. La historia de Loveless, su obra maestra que cumple hoy 30 años, implicó un antes y un después a la hora de pensar a la guitarra como instrumento y en la manera de concebir un disco de rock. El segundo álbum de la banda se volvió la imagen de una obsesión infinita para la cultura rock, una que arrastra y derriba mitos en su proceso de creación.
La idea de conceptos eternos e infinitos que abrazan la utopía dentro del rock tiene sus orígenes en historias de idealización y decepción como la que vivió Brian Wilson de The Beach Boys en la gestación y posterior locura que sintió durante el proceso de gestación del álbum Smile durante 1967. Pero para comenzar a comprender la trascendencia particular de Loveless, es necesario revisar los orígenes y el desarrollo artístico de Kevin Shields y su agrupación My Bloody Valentine.
Shields nace en Nueva York en 1963 y pronto se instaló junto a su familia en Irlanda, donde la influencia del post punk y el dark wave marcaron su adolescencia. Así como Mánchester y Sheffield fueron la cuna de la nueva psicodelia británica de comienzos de los años ochenta, Dublín junto a Grangemouth serían el origen de la “patria shoegaze” sajona.
My Bloody Valentine se formó en Dublín en 1983, tomando su nombre de la película homónima canadiense de 1981 dirigida por George Mihalka. Durante su primera etapa, el vocalista principal de la banda era David Conway, junto a quien grabaron el EP Geek! en 1985. Influenciados por la escena de post punk integrada por Public Image Ltd, Bauhaus y Misfits, su identidad sonora pegaría un cambio con la partida de Conway y la llegada en 1987 de la cantante y guitarrista Bilinda Butcher.
Para cuando salieron los EPs Strawberry Wine y Ecstasy ese mismo año, Shields y Butcher habían modificado radicalmente la raíz armónica y melódica de la banda. La irrupción del denominado “Second Summer of Love”, que además de la cultura rave y el éxtasis promovió un fuerte revisionismo de la psicodelia de los sesenta, hizo que Shields comience a reconocer la importancia de las armonías susurradas, que reemplazaron las estridentes voces de los primeros trabajos de la banda. Esto le permitió idear su original y vanguardista pared de sonido de guitarras que terminaría modificando para siempre la forma de comprender a la guitarra como instrumento principal dentro de una banda de rock.
Durante esos años, Shields también comenzó a trabajar en su innovadora técnica de guitarra denominada “glide”, consistente en rasguear acordes mientras al mismo tiempo se sostiene la barra de vibrato (o “whammy”) de la guitarra, lo que termina fluctuando los tonos e intensidades de las notas. Este sonido volátil es acentuado por los efectos de los dos pedales claves (además de los efectos de tremolo y reverb) en la futura constitución del sonido de Loveless: el mirror image Delay y el Distorsion S1 que crean un sonido atmosférico y tiene su primer ejemplo con el single “You Made Me Realize” editado en 1988.
Con la publicación de su primer LP, Isn’t Anything en noviembre de 1988, Shields y su banda agregaron una noción sonora que tenía sus bases en el Kraut alemán. Durante los setenta, proyectos como Neu! habían utilizado sus guitarras y baterías como si se tratasen de samplers orgánicos para definir la estructura de la canción. Pero a diferencia de sus pares alemanes y aprovechando el avance de la tecnología del sample, My Bloody Valentine comenzaron a delinear las secuencias rítmicas que serían la base constitutiva de Loveless: el de evocar al ruido desde un lado melancólico e introspectivo en lugar de asociarlo a la ira y la tensión como había sucedido desde los orígenes del garage rock con The Sonics, hasta el advenimiento del glam y posteriormente del punk.
Loveless comenzó a trabajarse a mediados de 1989, con el plan original de grabarlo en solo cinco días en los estudios Blackwind de Londres. Pero esta idea, propuesta originalmente por el sello Creation, rápidamente quedó descartada. La grabación se fue dilatando en un lento proceso en el que, salvo los ingenieros de sonido Alan Moulder y Anjali Dutt, nadie comprendía las ideas que atravesaban la psiquis de Kevin Shields. Es que Loveless no se trataba de un disco con un conjunto convencional de canciones, sino más bien de una imagen o proyección mental cuyas ideas sonoras estaban en constante e infinito desarrollo.
Shields imaginaba en su cabeza un sonido que debía eternizarse y no quedar anclado a un tiempo, y para esta tarea lo que menos importaba eran los plazos de la discográfica. Así las baterías fueron grabadas durante 1989, los bajos en 1990 y las guitarras en 1991. Y en ese lapso de tiempo, sucedieron una serie de cuestiones que marcarían la composición y trascendencia del disco. El baterista Colm O’Ciosiog atravesaba una severa crisis nerviosa y solo grabó en vivo dos canciones del disco (“Only Shallow” y “Touched”), el resto de las baterías son samples interpretados por él mismo. También sucedió que, dos años después de empezar, cuando Shields se dispuso a grabar las guitarras, no recordaba en muchas de las canciones cuáles eran las afinaciones correctas.
Todo esto retrasó el proceso de grabación del disco que terminaría pasando por diecinueve estudios de grabación y dieciséis ingenieros de sonido. Durante esos años, el sello discográfico vio cómo el presupuesto para el álbum se incrementaba de manera incesante mientras la banda se negaba a dar una respuesta clara acerca de la finalización del álbum. De esta relación tirante y desesperada entre la discográfica y la banda fueron surgiendo los títulos de algunas de las canciones que formarían parte del álbum y que fueron editados en diferentes EP y singles para paliar en parte la sed de novedades de Creation Records: “Soon” (“pronto”) en el EP Glider editado en abril de 1990, “To Here Knows When” (“quién sabe cuándo”) incluido en el EP Tremolo de febrero de 1991, y “When You Sleep” (“mientras dormís”) publicado como single promocional del álbum en noviembre de 1991.
Con un presupuesto que se disparó a las 250 mil libras esterlinas (lo que hoy en día equivaldría a casi medio millón de libras) y un vórtice creativo que arrasaba con todo lo que se encontraba a su alrededor (incluso la propia relación de Shields con la banda), Loveless fue una de las causas principales que llevaron a la quiebra de Creation Records y su posterior compra por Sony. Pero la luz al final del túnel finalmente comenzaba a verse cuando las voces fueron grabadas en junio de 1991 en los estudios Britannia Row y Protocol.
Las voces fueron un elemento determinante en la identidad del disco: esa especie de sonido monaural que atraviesa las canciones de Loveless, similar al que uno escucha si solo pudiera oír con un solo oído, cobró vitalidad con los susurros que la banda había incorporado a su estilo en la época de Strawberry Wine. Las armonías vocales, con una clave participación de Belinda Butcher, parecen murmullos corales que producen el efecto de convertir las palabras en sonidos, generando una suerte de lenguaje propio que forma parte de la síntesis indivisible que se construye en Loveless.
Por su parte, las diferentes capas de sonido de guitarras embebidas en tremolo, delay, reverb y distorsión, fueron trabajadas mayormente con la Fender Jaguar y la Fender Jazzmaster a través del uso de la mencionada técnica de “glide guitar” para generar la sensación de una suerte de imagen sonora infinita que se va eternizando canción tras canción, en lugar de evocar el concepto clásico álbum con canciones que se suceden una tras otra.
Otro elemento contundente surgió de las diferentes experimentaciones con feedback realizadas por Shields al microfonear amplificadores enfrentados unos contra otros (como el Vox AC 30, el Vox AC4 y el Marshall JCM800, entre otros). Las vibraciones generadas entre los equipos enfrentados producen un eco muy diferente al que se escucha comúnmente en otros discos del género. Aprovechando la reverberación de los equipos enfrentados, la guitarra dejaba de sonar como una guitarra en sí misma y adquirió un sonido más abstracto que trascendió el timbre icónico que había reinado desde los orígenes del rock and roll.
El proceso final del disco estuvo a la altura épica de toda la historia de caos, romanticismo y obsesión artística que lo atravesó. Luego que el ingeniero Dick Meany realizó las mezclas finales en los estudios Church de Londres, se utilizó para la edición final una máquina de ensamblaje de audio de películas de los años setenta que provocó la desincronización de todas las mezclas finales. Milagrosamente, Shields pudo reconstruir las mezclas finales de memoria y luego de un proceso de masterización que llevó 13 días, Loveless estuvo finalmente concluido.
A 30 años de su publicación, Loveless puede comprenderse como quizás el último gran experimento de la cultura rock hasta la fecha. Cambió para siempre la manera de comprender a la guitarra, y su proceso creativo reviste el carácter de utopía artística convertida en álbum de música. A su vez, representa el último escalón en el intento de elevar al rock a un nuevo y desconocido universo, algo que incluso muchas bandas de guitarras en la actualidad no se atrevieron o pudieron superar. También es un ejemplo claro de cómo lo orgánico puede convivir con la tecnología en una relación guiada por el pulso humano, una idea que cobra relevancia en un presente musical en el que lo digital ha tomado una preeminencia por sobre lo artesanal. Loveless aún permanece vigente y nos invita al desafío de volver a pensar a la cultura rock como una herramienta de transformación radical del imaginario y la percepción social.