Marie Fredriksson, la artista conocida por formar parte del dúo sueco, Roxette, falleció el domingo a la edad de 61 a causa de un tumor cerebral con el que venía lidiando hacía ya muchos años. Pero más allá de esta alteración en sus tejidos con la que le tocó transitar sus últimos años, la cantante tuvo que atravesar otras situaciones difíciles en su vida.
Tal y como ella misma contó en Listen To My Heart, su autobiografía escrita junto a la periodista Helena Von Zweigbergk y editada hace tan solo seis meses, Fredriksson padeció y superó diferentes tragedias y golpes a lo largo de sus días en este mundo.
Nacida en el pequeño pueblo de Össjo, en Suecia, el 30 de mayo de 1958, Marie provenía de una familia de escasos recursos y pasó su infancia en una población rural cerca del Mar Báltico, temiendo por los maltratos por parte de su padre alcohólico, Charles Gösta Fredriksson.
Junto a sus cuatro hermanos mayores, Anna Lisa, Ulla Britt, Tina y Sven Arne, crecieron aprendiendo a temprana edad a velar por sí mismos, y eran sus hermanos quienes cuidaban de Marie mientras sus padres trabajaban en la granja.
Motivada a cantar por su padre desde una edad muy temprana, a los ocho años Marie formó su primera banda con unos amigos del colegio, quienes usaban instrumentos falsos mientras versionaban canciones de la época de grupos como The Beatles, Rolling Stones o Led Zeppelin. Pero ese año, Fredriksson sufrió uno de los golpes más duros de su vida: su hermana Anna-Lisa falleció en un accidente automovilístico en 1965 con tan solo 20 años.
Como si la pérdida de un familiar tan cercano no fuera suficiente, Marie sufrió bullying en el colegio. Aun así, la música fue su salvavidas, ya que durante una década en que las marchas estudiantiles, la lucha por los derechos civiles y el movimiento hippie estaban a la orden del día, ella comenzó a componer sus propios temas.
Años después, Marie se uniría al cantante y compositor de la banda Per Gessle para formar Roxette, banda que gracias a hits como “The Look”, “Listen To Your Heart” y “It Must Have Been Love” se convirtió en uno de los grupos más icónicos de los 80, aunque la fama también trajo sus complicaciones.
“Quiero que la gente sepa. Quiero contar qué supone pasar por lo que a mí me ha tocado pasar”, escribió la artista en su libro donde da a conocer roces con su compañero y cómo se sintió cuando minimizaron su voz en cuanto a decisiones y al momento de grabar.
Casi dos décadas después de volverse una de las voces femeninas más importantes de la industria, Marie sufrió un accidente que marcó un antes y un después en su vida: se resbaló y golpeó fuertemente en el baño de su casa en Djursholm, y cuando la trasladaron a un hospital en Estocolmo los médicos descubrieron que, además de una contusión, tenía un tumor en su cerebro.
Si bien el tumor fue removido a fines de ese mismo septiembre, Fredriksson debió someterse a fuertes tratamientos de quimioterapia, los cuales afectaron su salud física y mental. Todo esto en pos de erradicar de su cuerpo un cáncer que amenazaba con quitarle la vida.
Mientras tanto, Marie halló refugio en la música y, tras el diagnóstico, publicó cuatro discos solista: The Change, Min bäste vän, Tid för tystnad y Nu!
Si bien en mayo de 2005 anunció que estaba libre del cáncer, la enfermedad realmente no había desaparecido, por lo que debió continuar con su tratamiento, pero las fuertes dosis de radiación dañaron su cerebro a tal nivel que olvidó cómo hablar, leer o caminar. Debido a esto, necesitó ayuda para volver a ser ella misma, desde moverse sola, hasta memorizar nuevamente sus canciones.
En Listen To My Heart, Fredriksson también aprovechó la oportunidad para hacer público su odio hacia la cortisona, una hormona esteroide usada en los tratamientos contra el cáncer, que desfiguró su cara y figura a tal nivel que no lograba reconocerse.
Incluso después de tantas dificultades a lo largo de su vida, Marie aseguró que su palabra favorita es “calma”: “Calma es la palabra más bonita que conozco”, dijo la cantante.