Un Muerto Más se forjó en medio de la cuarentena, una época que nos desafió a mirar hacia adentro. Atrevido y emocionalmente crudo, el proyecto liderado por Guido Carmona se definió así por su valentía para explorar los límites del amor y el desencanto, sumergiéndose en los rincones más polarizados del alma humana. Pero esta propuesta no termina en su música, ya que abraza una dimensión performática que fusiona una variedad de disciplinas artísticas para crear una experiencia magnética y envolvente.
Con una década encima de actuaciones en las calles de Buenos Aires como parte de la banda Paprika, Carmona se destaca por su visión profunda y ecléctica. Más allá de los límites de los géneros musicales, su enfoque es una amalgama de influencias diversas. Lo que distingue a Un Muerto Más es la habilidad de combinar estos estilos aparentemente inconexos en un sonido coherente, transmitiendo, al mismo tiempo, una autenticidad emocional que llega al corazón del espectador.
“Yo puedo ser re punk y tener una remera de Britney Spears -explica el músico de 30 años en conversación con Indie Hoy-. Hay veces que las cosas dan la vuelta, y creo que también mucho de ese espíritu es la que lleva Un Muerto Más. No hacemos punk, pero sin embargo yo siento que hay mucho del ‘no future’, del salir a conseguir las cosas por vos mismo, de entender cómo funciona el sistema, y ver cuál es el lugarcito donde uno puede ir por el costado. Y sobre todo, pensar en que estamos haciendo arte. Después de todo, uno tiene que estar a la altura, tiene que ser responsable”.
Las presentaciones en vivo de Un Muerto Más son excepcionales y siempre cambiantes, manteniendo una atmósfera de expectación constante. El público se ve inmerso en un espectáculo multidimensional en el que la música se fusiona con elementos visuales y dramáticos. La capacidad de asumir riesgos y abrazar la transformación es un pilar fundamental en la filosofía de Un Muerto Más, demostrando que el arte tiene el poder de conmover, rascar la llaga y superar las convenciones tradicionales.
Cuando publicaste tus primeras canciones, dijiste que hacías música “para esquivar meteoritos, buscando musicalizar el fin del mundo que nos atraviesa en todas sus formas”. ¿Podés profundizar en el significado detrás de esta metáfora?
La decisión de armar el proyecto fue la cuarentena. En ese momento se sentía así, literal, pero más allá de esa literalidad, lo interesante fue entender que el fin del mundo por ahí no es como uno se lo imaginaba, esa sensación de que cae un meteorito y nos morimos todos. Sino que es mucho más lento y lo estamos viviendo ahora. Entonces, ¿cómo nos atraviesa el fin del mundo y qué representa para nosotros más allá de que se termine? A mí me gustaba mucho de Un Muerto Más que es un nombre fuerte cuando lo escuchás por primera vez, pero cuando lo desglosás es la nada misma, es “un muerto más”. Como que ya está, ya pasó todo lo que tenía que pasar, es un cadáver igual que todo el resto, no importa, no se diferencia uno de otro. Ahí empezó esa búsqueda de exagerar el sentimiento, de ir a fondo con esto. Si es el fin del mundo, no voy a amar a medias, no voy a sentir a medias, ni voy a tapar la herida, voy a abrirla y voy a clavar el cuchillo.
Además de la música, Un Muerto Más tiene un fuerte componente performático. ¿De dónde viene esta faceta?
Hubo un momento en donde el proyecto tomó una vida que iba más allá de mí y dejé de interpretarlo como un solista haciendo canciones. Me di cuenta que lo que quiero transmitir necesita de más gente, más disciplinas, que tenga un contenido visual que abarque más cosas. Me gusta mucho consumir el arte, tanto el mainstream como el under, y pensé en lo interesante que es que todos estamos queriendo decir más o menos lo mismo, pero a través de disciplinas distintas. Entonces, ¿qué pasa si intentamos concentrarlo en un solo lugar y hacemos algo un poco más integral? Yo no tengo las respuestas a cómo ser un artista mejor, ni tampoco creo que lo que esté haciendo sea completamente distinto, pero sí entiendo que mi búsqueda no se respalda en cómo hay que hacer las cosas, sino que las entiendo, las estudio, las sé y ahí elijo qué quiero tomar y qué no.
¿En qué medida influyó tu experiencia tocando en Paprika durante 10 años para desdoblar este aspecto estético?
El mundo de tocar en la calle es un mundo re interesante performáticamente. Porque no le estás hablando a un público que te va a ver, o un público que paga una entrada. Le estás hablando a todo el mundo. Tenés a la señora que fue a cobrar la jubilación, al obrero que está yendo a laburar o al nene que salió del colegio. Un montón de clases sociales, un montón de edades. En un punto, nosotros que nos estábamos ganando el mango, empezamos a ver que desde el lado performático podíamos llamar la atención y generar un sentido de alerta a la gente que estaba caminando por la calle. Por ahí era algo más gracioso, subíamos a caballito al trompetista o nos metíamos en un colectivo, y de la nada todo el mundo frenaba para vernos. Ahí reconocí que me encanta provocar algo en la persona que está del otro lado, me interesa ver hasta qué punto puedo crear una lazo entre la persona que está haciendo el arte y la que lo está consumiendo.
En tus presentaciones en vivo, ¿cómo suele responder el público?
Es muy fuerte. “La cena” fue la primer obra en la que tratamos de mostrarnos así. En la primera función, el público estaba con miedo, expectante. Ocurrían tantas cosas al mismo tiempo que se armó algo muy interesante. Y la segunda función fue mucho más graciosa y esa gracia iba a partir de la vergüenza. Siempre decimos que no es un show de música ni es una obra de teatro, es un dispositivo de un montón de cosas ocurriendo al mismo tiempo. Y al mismo tiempo, el dispositivo varía en función al público. Cuando nosotros preparamos este show, no entendíamos si la gente iba a aplaudir entre tema y tema, por ejemplo. Buscamos que cada uno se sienta identificado con las distintas matices que tiene, sobre todo con el amor. La gente que vino me paraba después y tenía interpretaciones muy distintas de la obra.
¿Cómo te afecta que tu música pueda significar cosas tan diferentes para distintas personas?
No solamente siento que la canción deja de ser propia, sino también siento que el personaje deja de ser propio. En un punto, ya no estoy tomando decisiones acerca del personaje. El personaje entiende que tiene que tomar este curso porque el proyecto está yendo para allá y porque es algo magnético. Yo no tomé una decisión pensada y calculada de que Un Muerto Más iba a ser un personaje, tal vez nostálgico y dolido, pero al mismo tiempo con una mirada muy dulce de lo que pasará o de la idealización. Fueron un montón de piezas que fui construyendo de a poco y que al unirlas todas tenía que estar en este mood para hacerlo, que tengo que convertirme en eso. Está buenísimo, porque de eso se trata. En un punto, no importa a quién le estamos hablando o cómo le estamos hablando, importa que ese sentimiento es muy parecido y se asimila desde un montón de lugares.
Hiciste hincapié en la polarización en tu estilo y su relación con el amor. ¿Podés explicar esta conexión en tu disco Verano en invierno?
Verano en invierno tiene un trasfondo muy grande de canciones viejas que yo tenía de cuando era muy chico, canciones que hice en ese momento y todas estaban atravesadas por el amor o el desencuentro. Siento que es un disco que me ayudó mucho, se podría decir que es un disco de autoayuda, sobre recuperar la fe por algo, sobre aprender a soltar. Verano en invierno es justamente ese yin y yang del amor. Siento que Un Muerto Más está todo el tiempo buscando o anhelando ese amor perfecto, que tal vez lo tiene y no lo quiere más. ¿Hasta qué punto la idealización o la nostalgia son el motor? Se pueden hablar horas y horas del amor, y Verano en invierno es una licuadora de un montón de cosas que fui sintiendo. Es un aprendizaje que termina con la misma pregunta que arranca. Yo venía también de hacer música mucho más agresiva, que es algo que reflejaba mucho mi adolescencia, y en el momento en donde me encontré con Un Muerto Más me animé a un montón de cosas que me pasaban adentro, un montón de canciones que sentía que no tenían el lugar. Pude encontrarles un espacio y que todo se rija a través de un concepto. Y ese concepto me parece que empezó con el amor y terminó siendo un sentimiento exagerado.
Hablando de la nostalgia que tu música evoca, hace unos meses publicaste una versión moderna de “La isla del sol“. ¿Cómo surgió la idea de hacer este cover y qué representa para vos en el contexto de Un Muerto Más?
Fue un juego que empezó como un chiste y terminó siendo algo muy importante para Un Muerto Más. Antes de sacar un tema, siempre se lo hago a escuchar a gente cercana que por ahí no entiende mucho de música, pero es mi termómetro de ciertas cosas. Había gente que me decía “esto es un suicidio”, y había gente que me decía “esto es re canchero, vamos para adelante”. Poder tomar esa decisión en un momento en el que Un Muerto Más también se estaba como formando fue asegurarnos que vamos hacer lo que nosotros queramos. Y a nosotros como público nos gustaría que ocurra esto con todos los artistas. Entonces empecemos a militar esta idea con las cosas malas que conlleve, entendiendo que hay gente que no lo va a entender, que le vamos a parecer unos pelotudos, o gente que va a creer que no somos tan cool, y gente que le va a pasar todo lo contrario.
En tu álbum hay momentos luminosos que se contraponen con otros más intensos y esquizofrénicos, como en “Monstruo”. ¿Cómo se integran estas partes más oscuras en el conjunto de la obra?
Creo que “Monstruo” refleja la ansiedad, la parte más oscura del amor, la parte más interna, cuando uno se abre y se tira a la pileta sin agua. Y lo que conlleva eso, que es un degradé que va de chiquito a grande. Se trata de luchar contra esos monstruos o fantasmas de uno mismo. Tanto “Monstruo” como “Liberen al Pity”, que son temas bastante distintos al disco, tenían una idea que a mí me gusta. Porque yo no quiero ser un artista indie, no quiero ser un artista que haga un estilo de canciones, o que sea para escuchar en un momento particular. No es mi búsqueda. Mi búsqueda tiene que ver con romper con todo eso, que fue también lo que viví en mi adolescencia. Me gustaba el punk, me gustaba La 25, y los punks me decían “no te juntes con los rollingas”, y los rollingas me decían “no te juntes con los punks”. Antes había una situación donde uno tenía que pertenecer, y en ese lugar que pertenecías tenías que ser parte de eso y militar eso. Y tal vez, bandas como Miranda!, yo las escuchaba porque mi hermana ponía el disco en el auto, y a mí me encantaba, pero era muy difícil salir a decir me encanta Miranda!.
En la actualidad hay un giro positivo en la escena, con mayor diversidad y colaboraciones entre géneros musicales. ¿Cuál es tu perspectiva sobre la contribución de artistas a este cambio de paradigma?
Hoy en día por suerte las cosas cambiaron. Ver a muchísimas mujeres en la escena es algo muy placentero. También veo a artistas que no tienen nada que ver haciendo un feat juntos, y más allá de que sea una cuestión discográfica o lo que sea, estamos ganando territorio como artistas, y como público sobre todas las cosas. Todos cantamos un tema de Luis Miguel, todos bailamos un tema de Britney Spears, todos escuchamos un tema de Sabina, y al mismo tiempo, a todos nos gustan los Rolling Stones y nos gusta poguear con los Ramones. Siento que los artistas somos los únicos que realmente podemos acompañar ese cambio. Y creo que eso toca otras fibras, que da lugar a que aparezcan nuevos artistas y un montón de gente con un montón de talento que tal vez no es el mejor cantante del mundo o lo que sea, pero que tiene algo que va a sumar a la escena. Hay veces que me parece que no tiene que ver tanto con la música, tiene que ver con la movida, tiene que ver con el alrededor de eso. No nos olvidemos que somos artistas, no somos músicos sesionistas que tocamos una guitarra. Hoy en día ocurre todo lo contrario. Los artistas tenemos que estar unidos y depende de nosotros estar conectados para que no nos coman crudos.
Un Muerto Más se presenta este miércoles 11 de octubre desde las 18 h en Semana del Indie en Teatro Ópera (Calle 58 770, La Plata), entradas disponibles a través de Livepass. Escuchá Verano en invierno en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).