Esta no es la primera vez de Arcade Fire en la Argentina. Los canadienses visitaron el país en dos ocasiones anteriores -en la primera edición del Lollapalooza en Argentina de 2014 y el Festival Bue de 2017– y lo hicieron en momentos mejores a nivel tanto personal como profesional.
Ahora, la banda se presentó en la primera jornada del Lollapalooza en medio de una seguidilla de polémicas –Win Butler, cantante y líder del grupo, volvió a ser acusado de abuso sexual-, además de que su último álbum de estudio publicado en 2022, We, pasó sin pena ni gloria. No obstante, y a pesar de las desinfladas expectativas, el conjunto dio un show impactante, grandilocuente, y sumamente enérgico.
Pocos minutos antes de las 21 h, Arcade Fire subió al escenario Samsung ante un público expectante y diverso, que se aunó para ver al grupo oriundo de Montreal después de las propuestas antagónicas de The Offspring, y Ca7riel y Paco Amoroso. “Age of Anxiety II (Rabbit Hole)” fue el puntapié inicial para dar rienda a una presentación exhaustiva e ininterrumpida que desató sin mayores dificultades técnicas ni interpretativas.
“Creature Comfort” de Everything Now y “Neighborhood #3 (Power Out)” de Funeral -disco que este 2024 cumple 20 años- le siguieron, dejando en claro que lo que se venía era un recorrido por algunos de los temas más entrañables de su catálogo, o por lo menos, bajo su propio criterio. Para los fanáticos, siempre falta -o sobra- alguna.
De ahí en más el resto del set se desarrolló bajo la misma lógica con canciones de sus diferentes álbumes intercaladas entre sí. Casi sin palabras de por medio, pasaron “Rebellion (Lies)”, “Reflektor” y “Afterlife”, aunque con los primeros contactos cara a cara con el público.
Butler, vistiendo una camisa de color beige en composé con su banda, se bajó del escenario para que los más cercanos a la valla pudieran tocar su Fender Jaguar, al mismo tiempo que los abrazó y saludó. Inquieto y sonriente, el músico de 43 años no paró un segundo de moverse a lo largo del escenario y virar orgánicamente de la guitarra, al piano y las programaciones.
De repente, el escenario completo -que hace segundos había estado iluminado por una pantalla semicircular con visuales relucientes- se oscureció y de esa misma penumbra, al calor de una luz tenue, el conjunto emergió con “The Lightning I” y “The Lightning II”. Régine Chassagne, el otro pilar fundamental de Arcade Fire y esposa de Butler, se lució de manera pletórica en una interpretación emotiva y desgarradora.
Luego, se dedicaron a un apartado electro-acústico protagonizado por “Intervention” -la única canción de Neon Bible en el set-, una potente “Ready to Start”, y la inoxidable “The Suburbs”. Después vino el primer agradecimiento de la noche: “Muchísimas gracias -dijo Win en español-. Estamos muy contentos de estar acá, gracias por estar con nosotros”.
La recta final del show fue predecible: la sucesión de “Unconditional I (Lookout Kid)”, “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)”, y la optimista “Everything Now”, que pusó a todo el público en el Hipodrómo de San Isidro a bailar bajo el envite de la melodía pegadiza de ese himno atemporal.
Sin embargo, para las dos últimas canciones de su set, Arcade Firesorprendió de una forma impredecible y certera: hicieron una versión emotiva de “Gracias a la vida” de Violeta Parra junto a su nieta, Javiera -quien además tocó el charango-, en un español preciso y sin titubear. Finalmente, con la chilena todavía al frente del micrófono, cerraron con “Wake Up”, de la misma forma que lo suelen hacer en la mayoría de sus presentaciones, pero la mitad del tema en castellano.
Sin mayores artilugios, Arcade Fire volvió al país después de siete años para ratificar su vínculo con el público argentino en un show a la altura de su trayectoria y sin pretender otra cosa más que dar un buen espectáculo. Los canadienses revisitaron su material y cada uno de los colores que lo componen, del folk al pop barroco, y del art rock al indie. Butler y compañía brindaron una misa litúrgica para sus más acérrimos fanáticos, pero también para los que cayeron de casualidad y se quedaron por la sorpresa. Una banda con la suela gastada, pero con el entusiasmo de seguir adelante a pesar de todo.