Llegó el día más esperado, el mejor fin de semana del año: comenzó el festival más grande del país. Por primera vez en Argentina tenemos un Lollapalooza de tres días. Cien mil almas se acercan al Hipódromo de San Isidro a lo largo del día viernes que está hermosamente soleado. Los años de experiencia parecen haber surtido efecto, el ingreso es fluido, los elementos permitidos y prohibidos han sido meticulosamente detallados, el horario extendido de trenes para la vuelta ya es un clásico, el glitter y los pelos de colores abundan. Nada puede salir mal.
Mapa del festival para “el mejor público del mundo”
En una punta del predio (por la cual la gente ingresa) está el Perry’s Stage, escenario de música electrónica nombrado así en honor a Perry Farrell, creador del Lollapalooza hace 28 años. Cercano al Perry’s (aunque no hay nada verdaderamente “cercano” en este predio colosal) está el Main Stage 1, donde a última hora de la noche tocará el sin lugar a dudas más esperado conjunto: Red Hot Chili Peppers. El viernes fue el primer día en agotar tickets y en el Hipódromo el 50% de las remeras son de los californianos, escena que cómicamente se repetirá el día sábado, pasado ya su concierto. Enfrentado al Main 1, a unos casi quinientos metros, está el Main 2 donde, luego del “cierre” de los headliners en el M1, algún DJ importante le vuela la peluca a quienes todavía tienen pilas, ayudando así también a descomprimir la salida. En el día de la fecha será Hardwell, quien, si bien está volcado al pop comercial, en vivo apostará por un sonido más de fiesta electrónica. Este tipo de cierre, además, es un derecho exclusivo de Argentina. Tanto en Chile como en Brasil el evento termina más temprano con el headliner del género convocante (sea este rock o similar) tocando al mismo tiempo que el cierre alternativo de los DJs. Es así desde la primera edición y los países vecinos no han adoptado la distintiva característica. ¿Será cierto lo que dijo Dave Grohl en Vélez, lo que dijo Liam Gallagher en su sideshow el miércoles y lo que The Killers se cansará de insinuar durante su impactante concierto del día sábado? ¿Seremos en verdad los argentinos el mejor público del mundo? Al menos somos el más manija, eso seguro. “Queremos a los Chili Peppers”, bromea la gente cada vez que puede, tanto viernes como sábado, recordando el episodio de Los Simpson. Si bien el predio no puede extenderse más, cercano al M2 está el Alternative —cuyas bandas deben ser seguidas de cerca puesto que podrían volver como headliners—, siendo la deuda pendiente, otro año más, la de solucionar los intensos solapamientos entre el sonido de estos dos escenarios.
Dazzle me with gold
Los músicos están en horario; Indios despliega todo su pop en el M2 mientras que, pegaditos en el Alternative, los Militantes del Clímax dan una presentación emotiva: “Hay que juntarse loco”, cierra a modo de moraleja el Abuelo (cantante). CLUBZ, dúo mexicano, presta un sonido más que interesante justo después en el Main 1. Ninguno de los muchachos se inmuta, pese a que la concurrencia es realmente poca, y agradecen a quienes les prestan oído bajo el rayo del sol incandescente. El primer show nacional de vasta convocatoria es el de Miranda! en el M2. Los divos y las divas salen de íntegro rosa e incluyen en su presentación a todos sus clásicos. Sobre el final, su hitazo “Don” causa manos en alto incluso a cientos de metros del escenario, donde los menos fans también se postran de cara al despliegue .
Oh Wonder debutó y más que cumplió. El grupo compuesto por Josephine y Anthony lanzó en 2015 un álbum homónimo “largo para la época” y tuvo inmediato éxito. La (no) pareja busca todo lo posible quitar la atención de si son o no más que amigos, pero, como ellos dicen, lo que importa es su música. El show del dúo de pop suave tuvo muchas intervenciones de los músicos, principalmente Josephine, que se animó a presentar al grupo en español y decir varias veces lo muy agradecida y contenta que estaba de que, por nosotros, ellos pudieran recorrer el mundo tocando. Contrario al clásico “lo mejor para el final”, su mayor éxito “Without You” fue el segundo en la lista, llegando al cierre del tema casi como música house bailable. La sonrisa de la cantante es la más linda que ha visto este festival y no para ni un segundo de bailar desde su piano. Prometen volver y los gritos de agradecimiento no se guardan nada. Agrada ver el equilibrio entre público femenino, masculino y de los infinitos géneros que lleguemos siempre tarde a reconocer. La promesa pendiente para el regreso será la de tocar “Dazzle”, el mejor según vuestro cronista. Dato curioso: a Chile no llegaron los instrumentos y tuvieron que realizar un show acústico de cinco temas.
Brown Sugar
La segunda sonrisa más bella del festival es la de Anderson .Paak. El negro saca chapa de su fusión de estilos y tiñe de funk, soul, R&B y hasta un atisbo de jazz su —en última instancia— hip hop/rap. “Make some mother fucking noise” repite una y otra vez con mucho más éxito que Chance The Rapper, que le seguirá luego, apelando a la misma sentencia. Anderson salta y baila sin descanso, el único momento que se lo tiene fijo en un lugar es cuando se sienta en la batería para desplegar hermosos acompañamientos y un par de solos. Manos en alto atacando hacia abajo, el público le responde como a ningún otro rapero en la historia del Lolla Argentina. El setlist te lo dejo acá, pero si vas al sideshow en Vorterix no te spoilees nada que es un concierto sin desperdicio: ¡no te retires nunca, negro!
Como dijimos recién, el otro dulce moreno fue Chance, que rompió los charts en su natal Estados Unidos con su disco debut Coloring Book (2016), pero que a la hora de defenderlo en estadio sonó un poco carente de matices. Trató de meterle onda con el coro angelical estilo gospel de las tres negras que lo acompañaban, aunque sufrió el gran batir de los festivales con la mayoría de la concurrencia emprendiendo el largo camino hacia el toque de Imagine Dragons, faltando aún media entrega. Trató de salvarla apelando al “éxito viral” “Scooby Doo Papa” y si bien hubo unas cuantas risas, aburrió a la segunda repetición.
¿Dónde estás ahora?
Royal Blood arrancó con “Where Are You Now?” y no defraudó a nadie en su paso enérgico por el Main 2. Si bien han dado que hablar por su propuesta distinta, el dúo británico de bajo-batería comentó que no sabían qué esperar, si vendría o no alguien a verlos. Palazos tremendos de bata y distorsión al mango durante todo el show hicieron que el público frenético coreara pidiendo por un sideshow. Algunos testimonios que recogimos a la salida lo rotularon como el mejor show de la jornada, si querés opinar, te dejo la filmación entera aquí. Y si te preguntás cómo corno suenan de esa forma sin una guitarra, la mejor forma de “explicarlo para todo público” sería decirte que Mike Kerr combina su peculiar forma “riffera” de tocar el bajo con amplificadores de este y de guitarra, controlando con pedales cuál suena y cuánto.
Zara Larsson cantó presente en el Alternative e hizo justicia a su declaración: “vamos a bailar” dijo, encarando un show bien arriba —camiseta de Argentina y todo— que tuvo su punto cúlmine en el cover de Ed Sheeran “Shape Of You”. Luego de Chance The Rapper (pero nuevamente en el Main 2 que vio rugir la furia de Royal) la noche se adueñó del predio y con ella las coloridas luces de Imagine Dragons y su triunfal entrada llena de gritos fanáticos. Los de Las Vegas, Nevada (sí, conciudadanos de The Killers) se ganaron por completo a la concurrencia, todo el mundo cantó “Believer” y antes de “Demons” el cantante dio un mensaje realmente inspirador, aquí el video. De no haber sido porque los siguientes en presentarse eran ni más ni menos que los Peppers, el cierre de “Radioactive” (acá sí “lo mejor para el final”) hubiera tenido a todo el festival coreando un hitazo que de seguro —incluso sin saber— conocían. Pero como le pasó a otros antes, una gran masa de gente tomó distancia para arrimarse con paciencia al Main 1, donde la cosa se pondría caliente, roja y picante, y en las orillas del escenario principal, lejos de “Radioactive”, se escuchaba “vamos los Red Hot”.
De una vez por todas: Give it Away
La presentación más anhelada de todo el año es también la más controversial de contar. Hubo cosas muy buenas y otras muy malas. El protagonista, no me tiembla el pulso ni un segundo en decir, fue el público, que cantó mucho antes y siempre durante, pero si quieren disentir trataré de justificarme.
Como es habitual, el arranque estuvo en manos de Chad, Flea y Josh, batero, bajista y violero respectivamente. Desplegaron un jam que normalmente antecede brevemente a “Can’t Stop”, aunque en esta oportunidad su extensión le dio a la zapada identidad propia de tema. Al aparecer Kiedis, el héroe de muchos, el ídolo de tantos, el hitazo cobró vida con su voz, con un pequeño pifie de letra incluido. El pogo estaba pesadísimo, se formaban constantes avalanchas y mucha gente, en especial las mujeres de corta estatura, pedían permiso para retroceder y poder respirar. La espera insoportable había terminado y cien mil almas presionaban por estar un poquito más cerca de una de las bandas más emblemáticas de nuestra era. En seguida siguió “Snow (Hey Oh)” y la cosa no hizo más que mejorar. Sin embargo, durante la seguidilla de temas se hizo más y más notoria la imposibilidad de Anthony de cantar; los coros de Josh, el joven guitarrista que lleva la pesada carga de ser el sucesor de Frusciante, no alcanzaban a disimular la ausencia de la voz principal. Los puntos altos fueron canciones que hacía muchos años no integraban el setlist, como “Strip My Mind”, donde la ausencia del original guitarrista John fue ineludible puesto que presta sus características vocales de forma definitoria en el disco, o en “If” y “Hump De Bump” que llevaban más de diez años sin escucharse. Ni hablar cuando el cantante dijo “Ey, estamos en 1983” (año en que se formó la banda) y tocaron “Nevermind”, que llevaba ¡22 años sin ser interpretada! Si bien es probable que la mayoría de los presentes apenas la ubicaran, por sus años juntando polvo y puesto que no es parte de la época de consagración, su tremendo groove obligó a saltar sin parar.
Pero cada joya tiene su costo, porque los Peppers son famosos por hacer shows cortos que llegan raspando a la hora y media —y eso que apelan muchísimo al jam, que cada vez está más monótono—. “Nevermind” posiblemente ocupó el lugar de “tema de las primeras épocas” que en la mayoría de los recitales del conjunto ha ocupado el fantástico “Me & My Friends”, y los regalos del primer “gran álbum gran” de los Red Hot, Blood Sugar Sex Magik (1991), que ya han sonado en nuestro país, como “Power of Equality” y la canción homónima al disco, tampoco llegaron. Nunca no habrá un tema pendiente en un recital de tamaño conjunto, pero como me he aburrido de repetir en charlas interminables: “una banda con esa trayectoria no puede tocar una hora y media, mirá lo que hacen Pearl Jam o Metallica en cambio” (que, como los Foo, pelean por llegar a las 3 horas).
La interacción con el público fue bastante poca, gustos hay para todos: algunos lo necesitan, otros se cansan de que los argentinos lo pidamos, pero la verdad es que esas cosas te cambian la dinámica del show (pensemos en el gran manejo de Anderson, el carisma de Dave Grohl y Eddie Vedder o la espectacularidad con la que abordarían su concierto al otro día The Killers). La única mediática fue para el encore —ya visto en el Lolla anterior—: el bajista entró caminando parado de manos para ganarse un batir de palmas. Cuando llegó “Give It Away” sentí exactamente lo mismo que la última vez, emoción por la canción y dolor, enorme dolor, por saber que era el cierre (dato de color, en el streaming se escucha mejor que en vivo, donde los instrumentos primaban en volumen respecto de las vocales). Lamentablemente, fue una de las que peor cantó nuestro ídolo, dejando en el cierre un gusto a poco. Mientras termino esta nota escucho “Don’t Forget Me” tocada un día después en Chile y me doy cuenta que no importa cuánto me defrauden, todavía me estremezco al escucharlos. Antes de despedirse, el cantante sentenció “Muchas gracias Argentina, hasta que nos veamos otra vez, sean buenos entre ustedes, los queremos, vamos a volver”, a lo que se sumó Flea con un tierno “Mi corazón por ustedes, muchas gracias” en español, para el llanto de la gente. En conclusión, Red Hot Chili Peppers seguirá siendo la banda de nuestras vidas, por mucho que nos defrauden en vivo, y siempre, siempre los volveremos a ver.
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Foto principal: Red Hot Chili Peppers, por Cata Almada.
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