A juzgar por lo frecuente de sus visitas, a Peter Hook ya podríamos considerarlo habitué de la capital porteña. Pero mientras otros asiduos como Lee Ranaldo ya le declararon su amor a Buenos Aires, lo del ex New Order parece anclarse a otro asunto: nuestra ciudad fue una de las últimas en ver al grupo de Mánchester “con vida”, o mejor dicho, en verlo tal como lo conocíamos hasta entonces. En noviembre del 2006, Hooky tocaría por última vez junto a sus –ahora ex– amigos para cerrar el escenario principal del Personal Fest, en un concierto que fue debut y despedida de aquella emblemática formación por estas tierras. Luego sus colegas decidieron volver al ruedo sin él, y a partir de ahí, la historia que ya conocemos: el hombre detrás de esos inconfundibles riffs de bajo se sintió tan destrozado por ese desaire que les declaró la guerra iniciando una demanda judicial por las regalías.
Pero colgar el bajo no era una opción para este oriundo de Salford, que además de revolucionar la pista de baile con New Order, también fue miembro fundador de Joy Division; y en poco más de un mes venderá toda su memorabilia de la banda en un intento más por exorcizar sus fantasmas. De igual modo, supo encontrarle el costado luminoso a esta cuestión: convocó a quienes lo acompañaban en su antigua banda Monaco y se reinventó a sí mismo en The Light, llenando venues con una serie de shows conceptuales que revisitan los álbumes de ambas agrupaciones. De paso, la apuesta le vino como anillo al dedo para mostrarle al mundo su propia interpretación de esas canciones que cambiaron las reglas del juego. En ese plan visitó nuestro país por tercera vez el pasado 9 de octubre, y esta vez para rendir tributo a dos álbumes clásicos de New Order: Technique (1989) y Republic (1993).
Considerando lo sucedido en 2016, cuando Bernard Sumner y los suyos aterrizaron en el Luna Park a solo nueve días de diferencia del show que tenía programado Hooky en Niceto, ahora el ¿destino? fue un poco más piadoso; si bien es cierto que sus archienemigos tocarán en Obras el próximo 23 de noviembre, al menos esta vuelta no se pisaron los talones. En cambio, le tocó inaugurar la trilogía vampiresca que siguió con los shows de Nick Cave y Peter Murphy, siendo este último quien tuvo menos suerte al tener que competir con el demoledor concierto brindado la noche anterior por el gigante australiano.
Si bien Hook asegura que terminó al frente del micrófono porque nadie más en la banda quería dedicarse a cantar, el protagonismo no es algo que le desagrade ni mucho menos. Por otra parte, su estampa de rockstar sintoniza perfecto con la idiosincrasia porteña; es por eso que sus conciertos ofrecen un plus visceral que se extraña bastante en los de New Order: el aguante. Y aún con un clímax que se cocinó a fuego lento, esta última visita en Teatro Vorterix no fue la excepción.
Con puntualidad inglesa, a las 20:30 h ya sonaban los primeros acordes de “Regret”, y un Peter Hook muy cómodo en sus pantalones cortos inauguraba el sexto álbum de estudio de la banda de Mánchester. Le siguió “World” en riguroso orden, y por más caprichoso que pueda parecer esto de que existan dos versiones de New Order -o por mucho que reniegue Hook al respecto-, lo cierto es que este hecho novelesco es un lujo para cualquier fanático.
Despojadas del sello angelical que supo imprimirles la voz de Bernard Sumner y puestas al servicio del crooning cavernoso de Hooky, las canciones invitaban una y otra vez a pensar en cuán parecidas hubiesen sonado cantadas por el mismo Ian Curtis. Dicha sensación recorrió toda la velada, a excepción de momentos como “Spooky”, donde el protagonismo vocal lo tuvo el guitarrista David Potts, ex dupla suya en Mónaco. Breve intervalo mediante, “Fine Time” le abrió paso al imprescindible Technique con su impronta ibicenca (el disco fue grabado en dicha isla), y bastó que empiece a sonar “Round and Round” para que un Vorterix casi colmado se entregara de lleno a la bacanal baleárica. La euforia de discoteca se acrecentó con “Mr. Disco” y “Vanishing Point”, y hasta hubo espacio para que Hook golpeara unos pads sobre el final de “Dream Attack”.
Sin Sex Pistols no habría Joy Division. Si Hook y Sumner no hubiesen asistido a aquel mítico concierto de la banda en junio del ´76, quizás hoy hablaríamos de post-punk bajo otros parámetros; entonces tiene sentido que a la hora de apropiarse de las canciones, el mancuniano apueste por aquel espíritu joven y rabioso que solía caracterizar las presentaciones en vivo de la banda. Y pensándolo así, la experiencia Hook resulta todavía más reveladora. Después de despacharse con “True Faith”, “Temptation” y “Ceremony”, pero siempre compartiendo el protagonismo en las cuatro cuerdas con su hijo Jack Bates, los bises se transformaron en una misa colectiva. Así pasaron “Disorder”, “She’s Lost Control”, “Shadowplay”, “Transmission”, ese final apoteósico con “Love Will Tear Us Apart” que no se hizo esperar, y no alcanzaron las ovaciones para agradecerle a Peter Hook por ser más fan de Joy Division que cualquiera. Otro tanto ocurre con New Order, desde luego, y eso volvió a dejarlo claro. En ese sentido, Bernard y los suyos también pueden dormir tranquilos: el legado está a salvo.
Es que el amor podrá destrozarlos, pero queda una certeza: en manos de este working class hero con el corazón roto, las canciones siempre van a ser indestructibles.
*
Foto principal: Pablo Brunotto.