Sónar, el festival de música activo más longevo de España, llegó este año a su aniversario número 30. Un cumpleaños redondo que se celebró por todo lo alto, como siempre despuntando con múltiples registros y contentando tanto a un público sibarita como a los aficionados de las nuevas tendencias.
Del 15 al 17 de junio, 120 mil asistentes procedentes de 100 países se repartieron entre los recintos de Sónar de Día y Sónar de Noche en Barcelona. Sónar+D, el encuentro internacional de arte, ciencia y cultura digital, cerró también una edición redonda, con la participación de 3.500 profesionales. La zona expositiva contó con artistas, centros de investigación, proyectos colaborativos de música y ciencia, instalaciones, realidad virtual y, por supuesto, sintetizadores.
DJs de renombre y magos del audiovisual en el Sónar de Día
La vertiente diurna de Sónar se va confirmando año tras año como “the place to be” para cualquier amante de las novedades en electrónica, los espectáculos audiovisuales inmersivos, artistas singulares y, sobre todo, el clubbing en horario vespertino. Como no podía ser de otra manera, las tardes del jueves, el viernes y el sábado en Sónar estuvieron copadas de una amalgama de colores bien diversos. El cartel musical convivió con Sónar+D, que contaba por segundo año con el Stage+D integrado en el recorrido de Sónar de Día como punto de referencia para performances multidisciplinares.
Entre los artistas más destacados del Sónar de Día destacamos Oneohtrix Point Never, quien actuó el jueves en Sónar Hall, el maravilloso escenario ubicado en una nave cubierta con enormes cortinas rojas que este año, podemos confirmar, nos ha traído algunas de las mejores propuestas. El músico experimental estadounidense venía a presentar el espectáculo Rebuilds, acompañado en la parte visual por el artista Nate Boyce. Daniel Lopatin hechizó con un amplio despliegue de sonidos que fueron desde el ambient a la electrónica experimental, aunque faltaron temas de sus más recientes álbumes, entre los que destacamos fervientemente Magic Oneohtrix Point Never.
Stage+D ofreció el jueves la oportunidad de asistir a un nuevo encuentro con Daito Manabe, el artista japonés que se convirtió en un habitual del line-up de Sónar. Este año actuó por partida doble. El jueves estuvo al mando de los visuales en el espectáculo Continua, junto al norteamericano Nosaj Thing, en un espectáculo con imágenes hipnóticas y canciones de Toro y Moi, Panda Bear y otros. Manabe actuó de nuevo el sábado en Sónar de Día e impartió en el Sónar+D la masterclass, junto a Yuya Hanai, de “Generative AI and the Arts with Rhizomatiks” acerca del estudio de artes y tecnología fundado por el propio Manabe.
Pasando a terreno más festivo nos encontramos a Charlotte Adigéry & Bolis Pupul, que desataron la fiesta en el Sónar Village, el escenario principal, exterior y, este año, con nueva orientación. Su álbum debut Tropical Dancer, publicado bajo el sello Deewee Records de Soulwax, se ha convertido en un éxito instantáneo. El dúo belga se metió al público en el bolsillo nada más salir al escenario, con la frescura de “Blenda”, un tema con el que ironizan sobre el sinsentido del racismo. Ambos son europeos pero descendientes de inmigrantes, Charlotte tiene ascendencia de Martinica y Guadalupe, mientras que Bolis tiene orígenes chinos. Estos ingredientes los convierte en portavoces accidentales contra esa lacra, y el regalo que nos hacen es divertido y bailable. “Ceci n’est pas un cliche” o “Haha”, cantada literalmente a carcajadas, fueron otros de los momentos estelares del concierto.
El jueves nos dejó muchos otros imprescindibles como la actuación de Kode 9 en el auditorio Complex+D. El británico presentaba Escapology, una obra musical con visuales de videojuegos. El veterano DJ sudafricano Black Coffee fue el encargado de cerrar el Sónar Village. Por su parte, el viernes fue el día de Sónar Hall, que acogió espectaculares shows. Uno de los primeros que merece la pena destacar es el recital de Bendik Giske. El saxofonista noruego no es solo un músico, ya que conecta su instrumento con la electrónica. Su peculiar forma de tocar y la atmósfera que lo envuelven son únicas. Ataviado con un abrigo exagerado y después a pecho descubierto, cual efebo nórdico, mantuvo a la audiencia expectante y en silencio para que el único que hablara fuera su saxofón.
Mientras el R&B de Crystal Murray encendía el Sónar Village, el Hall se preparaba para recibir a otro de los nombres más relevantes del día, Ryoji Ikeda. El nipón regresaba 10 años después a Sónar para presentar Ultratonics, su último trabajo, un compendio de material de audio grabado entre 1989 y 1999, más composiciones creadas entre 2013 y 2022. Un amplio recorrido por su trayectoria, aunando luz, sonido y tecnología en una apabullante experiencia inmersiva, no apta para epilépticos. Merece también ser mencionada The Blessed Madonna, una ya habitual del festival. La reina del techno house revolucionó Sonar Village, junto a unos coloristas bailarines.
En el Stage+D el artista multidisciplinar barcelonés Mans O ofreció un show fresco y lleno de movimiento, jugando con las múltiples pantallas que ofrecía ese escenario. Su propuesta sirvió de aperitivo ideal para adentrarse en el universo de Max Cooper un ratito después en el Sónar Hall. Su “3D/AV live” dejó totalmente obnubilado a más de uno. Cooper es, además de un artista audiovisual completo, doctor en biología computacional. El público de Sónar pudo experimentar el talento sin precedentes de este artista en un viaje por diversos proyectos, como su último trabajo Unspoken Workds o Yearning for the Infinite, cuyos visuales, creados en colaboración con Kevin McGlouglin, muestran estampas de ciudades con calles interminables, autopistas imposibles entrelazadas, o conjuntos de casas de extrarradio emulando colmenas.
El sábado, tercera jornada de Sónar de Día, nos dejó notables actuaciones. Ana Quiroga, artista española afincada en Londres, estrenará este verano el álbum Azabache. Como antesala de ese lanzamiento, se pudo ver en el Stage+D su espectáculo Azabache AV, una maravilla audiovisual mano a mano con Estela Oliva, artista también conocida como Clon.
El mismo escenario fue el elegido para que Lolo y Sosaku se entregaran al ruido con The End, una performance que despertó el interés de muchos curiosos. Este dúo es ya viejo conocido de Sónar. Su especialidad son las herramientas, materiales y objetos industriales que se convierten en instrumentos, combinados o activados por poleas y demás mecanismos. Sus instalaciones cobran vida y se funden con sonidos de motores o percusión metálica.
La actuación de The End formará parte de un documental que se estrenará a final de año titulado Lolo & Sosaku, The Western Archive y dirigido por Sergio Caballero. Imágenes del western se proyectaban en las pantallas del escenario, para conferir un toque árido y cinematográfico al asunto. Situados en el centro del espacio que ofrecía el Stage+D, llevaron a cabo su performance a modo de ritual. Rodeados por el público, fueron subiendo en intensidad a la par que crecía el entusiasmo colectivo. Tanto es así que nadie se movió de allí hasta que desplegaron un ruidoso bis.
2manydjs regresaron al Sónar Village. Bien sabido es el gusto de los belgas por las colaboraciones con amigos. Así lo hicieron en el festival en dos ocasiones pasadas con las sesiones Despacio junto a James Murphy de LCD Soundsystem. En esta ocasión invitaron a la la DJ británica Peach y al canadiense Tiga para divertirse juntos y dar al público lo que venía a buscar: un largo set de temazos bailables. No faltaron remixes populares como el “Work It” de Marie Davidson que crearon como Soulwax, y otros de tan variados artistas como Rosalía, o un cierre por todo lo alto con “Emerge” de Fischerspooner.
El Sonar de Día lo cerraron otra combinación de lujo: Horse Meat Disco y Prosumer, una fiesta de música disco con bailarines y mucho glitter. Mención especial merecen el pop experimental de Perera Elswere, el show reivindicativo de Gaika titulado Turbulence at Black Bay Grenada, y el siempre atractivo combo del piano de Carles Viarnès con los visuales de Alba G. Corral.
Aphex Twin, Fever Ray y Bicep fueron lo mejor de Sónar de Noche
Sónar de Noche es un un festival en sí mismo. El color del día se torna oscuro y el enorme recinto de Fira Gran Vía se transforma en una gigante cueva de decibelios gobernada siempre por grandes cabezas de cartel.
El viernes fue el turno de todo un estandarte de la música electrónica, el mismísimo Aphex Twin. El enigmático artista británico no actuaba en Sónar desde 2011 y llevaba 4 años sin subirse a los escenarios. Un enorme cubo luminoso presidía el Sónar Club. Bajo el mismo, situado detrás de otra enorme plataforma, Richard D. James lanzó toda su artillería. Trallazo tras trallazo, el show no dio tregua. Fue lo más parecido a una compactadora. Incluyo además algunas covers, como “Join in the Chant” de los míticos Nitzer EBB. El popurrí ravero de Aphex Twin arrastró a casi todos al delirio con visuales estratosféricas.
El otro plato fuerte de la noche fue sin duda Fever Ray. Karin Dreijer, mitad the The Knife, lleva desde 2009 cautivando con su proyecto solista. Sónar era el contexto ideal para presentar Radical Romantics, tercer disco de la artista y un trabajo impecable. Tal como aparece en la portada del disco, la sueca se presentó en el escenario disfrazada de una suerte de personaje andrógino. De la puesta en escena destacaba una farola como decoración. Abrió el setlist “What They Call Us”, una de las canciones del último LP, que predominó sobre el resto. Asistimos a un momentazo con el corte “Even It Out”, un favorito del disco. Espectaculares fueron las compañeras de Karin sobre el escenario, tanto en lo musical como en sus atuendos. El enérgico set también incluyó, por supuesto, temas ya míticos de la artista como “If I Had a Heart” o “When I Grow Up”.
La otra perla del viernes noche llegó a cargo de Bicep. Matt McBriar y Andy Ferguson lo tienen fácil, su calidad no tiene rival. El dúo electrónico se parapetó en el macro escenario del Sónar Club y no hubo quien se resistiera a bailar, a pesar de las altas horas de la noche en que fueron programados. Es la magia de esos beats que llegan al alma. Imposible no bailar “Glue”, “Opal” y “Atlas” mientras unas excelentes visuales con el logotipo del grupo, con tres biceps entrelazados, giraban sobre nuestras cabezas.
La noche era larga y contaba con Peggy Gou y Honey Dijon entre las DJs que reinaron hacia las últimas horas, así como el techno festivo de Solomun. El sábado noche comenzó fuerte, con el show inmersivo 3D “Holo” de Eric Prydz. Una mano gigante, móvil en mano, parecía grabar al público. Enormes e impactantes imágenes tridimensionales de robots e incluso una ballena -también robótica- parecían abalanzarse sobre las cabezas de los asistentes. El cabeza de la noche llegaba rodeado de grandes expectativas y llenó hasta arriba Sonar Club.
Fue también la noche de Bad Gyal, la alocada Samantha Hudson y La Zowi. Tiga pinchaba de nuevo acompañado por Cora Novoa, un dúo de lujo. El omnipresente Ritchie Hawtin por supuesto hizo su aparición, y la belga Amelie Lens y el veterano Angel Molina cerraron a los platos. Sónar Festival es ya un evento maduro y con pocos encuentros que puedan arrebatarle el predominio en su género. 30 años lo respaldan y confirman su buen estado de salud.