En términos espirituales, tiene sentido que The Internet se haya tomado tres años para sacar su cuarto disco. Es que el sucesor de Ego Death, álbum que les valió una nominación al Grammy, fue una suerte de “romper todo y empezar de nuevo” para el quinteto californiano, ahora consolidado como una comunidad creativa. Una donde la democracia funciona y convive sin problemas con el lugar que ocupa Syd Bennett como cantante. Lo que era sorprendente se volvió ineludible: en The Internet, el todo es más que la suma de sus partes.
Aparte del virtuosismo, la clave del éxito para esta nueva fórmula estuvo en saber aprovechar la tregua. Mientras la prensa especulaba con una separación, cada miembro se enfocaba en sus proyectos solistas, explorando aquello que luego aportaría al sonido del disco. La banda no se disolvió, pero sí sus egos individuales. El resultado de ese proceso fue Hive Mind, que vio la luz en julio del año pasado, y cuyo título podría traducirse como “mente colmena”. Según sus propios artífices, el concepto detrás del álbum apunta a enviar un mensaje de unidad para promover la camaradería entre la juventud negra. Y el groove, por supuesto, sigue siendo el camino.
Esta crew artesanal fundada por Matt Martians y la misma Syd (alias “Syd Tha Kid”), pisó por primera vez suelo argentino el pasado del 27 de abril. Y aunque el show tuvo que ser reprogramado a último momento por cuestiones de logística (pasó de Vorterix a Niceto Club), el pálpito del sold-out se cumplió.
Al parecer, The Internet se toma muy en serio las cuestiones del ego: su groove se complejiza en vivo, pero le escapa a la grandilocuencia. Opta por dejarla en manos del público, y el sábado esa apuesta funcionó. Aunque la arenga que fomentaban atentó por momentos contra el mood introspectivo de la propuesta, el saldo fue positivo y derivó en una especie de jam colectiva que comandaron Patrick Paige II con sus sinuosas líneas de bajo, un dinámico Matt Martians, y el implacable Christopher Smith en batería. “¡Subile el micrófono!”, se escuchó gritar a alguien desde el público, en alusión al único desacierto que tuvo el show: la voz aterciopelada de Bennett se perdía demasiado en la mezcla. No así su impronta de tomboy despreocupada, que vale como declaración de principios.
Apostaron fuerte al comienzo, con Steve Lacy al mando vocal en “Roll (Burbank Funk)”, y siguieron en clave upbeat con “Dontcha”, de su álbum debut Feel Good. Pero aunque The Internet tenga el corazón en la pista de baile, su militancia es emocional. Casi sin proponérselo, Syd hace de la intimidad y el deseo un acto de resistencia, una bitácora queer narrada en primera persona que ya tiene himno propio: “It Gets Better (With Time)”. “Estoy agradecida con mis ex novias”, confesó a modo de introducción, para luego asegurar que con el tiempo todo va a estar bien. Y si lo canta así, cómo no creerle.
Según Nile Rodgers, Steve Lacy es la innovación personificada. Así describió a este guitarrista y productor de Compton, apenas veinteañero, que transformó su iPhone en un estudio de grabación a medida. Algo de esa intrepidez dejó ver sobre el escenario, la suficiente para entender por qué sus encantos lograron cautivar a Kendrick Lamar, el rapero más laureado de su generación. El público lo llenó de ovaciones cuando recorrió el escenario de punta a punta para hacer el solo de “Come Over”, y la euforia se repitió cuando Syd lo presentó al micrófono en “La Di Da”. Se tenía que demostrar, y se demostró: Steve Lacy está más allá del bien y del hype.
“No somos neo-soul ni future-soul. Solo soul. Gracias.” Así rezaba un tweet publicado por la banda en 2015. Pero en cierto modo, renegar de esa etiqueta es oponerse al presente, algo que, por suerte, The Internet solo hizo desde lo enunciativo. En la práctica, nada conservador se le puede achacar a esta agrupación, y menos después de ver cómo empuñó Christopher Smith el pañuelo a favor del aborto que le regalaron sobre el final del show. No es casual que hayan elegido despedirse con la tríada “Girl”, “Curse” y “Get Away”, todos pertenecientes a su disco anterior. Después de todo, si no fuera por Ego Death, hoy no habría “mente colmena”. Pero no fue por capricho que doblegaron sus egos, sino en pos de una dinámica que conocen muy de cerca: la acción colectiva como camino hacia el empoderamiento.
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Foto principal: Daia von Foerster.