Muchas veces pasa que cuando les tomamos cariño a personajes de una serie nos quedemos pensando en ciertos detalles que quedaron fuera de la ficción. ¿Cómo habrá sido la infancia del Chiqui de Okupas? ¿Hasta dónde llegó la carrera literaria de Jess Mariano de Gilmore Girls? ¿De qué forma afronta la vejez Misato Katsuragi de Evangelion? De estas preguntas sin respuesta vienen los spin-off, de estas reflexiones nace Better Call Saul, el desprendimiento de Breaking Bad que cuenta la historia de Jimmy McGill/Saul Goodman/Gene Takovíc y transmitió su último capítulo esta semana.
Alerta de spoilers: Esta crítica revela detalles del final de Better Call Saul.
Cuando Vince Gilligan -director de estas dos series- empezó Breaking Bad, nunca se imaginó que el abogado interpretado por Bob Odenkirk (y que tranquilamente podría ser un personaje interpretado por Ricardo Darín) tendría una serie propia. Nunca había desarrollado un proyecto propio exitoso, venía de ser guionista y productor de Los expedientes secretos X y de participar en algunas otras producciones menores. Ni él ni Peter Gould -el cocreador de Better Call Saul, que empezó como guionista en Breaking Bad y fue subiendo posiciones- pensaban que de Breaking Bad, esa serie que salía en AMC y tardó en llegar al corazón de los televidentes, saldría un personaje del que hoy los abogados sacan lecciones morales.
La serie, que en sus inicios los creadores la habían pensado como una sitcom de media hora que contase las locas aventuras de Saul Goodman, comenzó a emitirse el 8 de febrero de 2015 por AMC. En la primera escena vimos a un Goodman viejo y demacrado, parecido a ese del que lo último que sabíamos es que se había tenido que escapar cuando su relación con los dos expertos en metanfetamina no daba para más, trabajando de preparar rolls de canela, derrotado, aburrido, en un local de un shopping en Nebraska. No lo vemos hablar, es una escena filmada en blanco y negro, con jazz de fondo. De ahí hay un corte abrupto y pasamos a ver otra cosa: el pasado de Saul Goodman, en los primeros años de la década, en un Albuquerque previo a que Walter White (Bryan Cranston) y Jesse Pinkman (Aaron Paul) sean expertos en metanfetamina.
A medida que avanzó la serie, el universo de Breaking Bad se fue ampliando. Pudimos ver el pasado de otros personajes que ya conocíamos, como Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) y Héctor Salamanca (Mark Margolis), mientras nos reímos con Jimmy Mcgill resolviendo problemas de formas atípicas, que lo único que hacen es traerle más problemas. Una vez terminado el spin-off, podemos mirar hacia atrás y pensar que parte del juego estructural fue siempre ese: mostrarnos, por un lado, una ficción que ya sabemos en qué va a terminar y, por otro, completar una historia que había quedado con un final abierto.
Las preguntas que mantuvieron atento al espectador, esperando una nueva temporada como quien espera una nueva dosis de la droga que vende Gustavo Fring (Giancarlo Esposito), apuntaban a saber qué iba a pasar con personajes como Kim Wexler (Rhea Seehorn), Chuck McGill (Michael McKean) y Lalo Salamanca (Tony Dalton) que no pertenecen al universo de Breaking Bad, a entender cómo llegó Saul Goodman a ser quien es, y a ver si se cruzan o no con los dos protagonistas de Breaking Bad. Claro que los directores dejaron caer información a cuentagotas, resolviendo todo en los últimos capítulos de la sexta temporada.
A estos juegos estructurales habría que agregarles otros más, que funcionan como suaves guiños para espectadores muy pero muy atentos. Buscar particularidades, detallitos, que les suman veracidad a los dos universos en los que conviven Breaking Bad y Better Call Saul se convirtió en un divertimento que construye fanáticos de lo audiovisual. La repetición del tequila de la marca ficticia El Añejo que sirve para que Fring envene a Don Eladio (Steven Bauer) en la serie original es algo con lo que Jimmy y Kim festejan en la secuela; el salón de manicura que es, primero, oficina de Jimmy Mcgill años y después pasa a ser una forma de lavar plata de Jesse Pinkman; una actriz que interpreta a una enfermera de hospital y se repite en las dos series, entre muchos otros.
La sexta y última temporada comenzó en abril de este año. A la necesidad épica de cerrar con bombos y platillos el mundo narrativo en el que conviven abogados y carteles de drogas se les sumaron diversas complicaciones. Primero la pandemia del coronavirus provocó que el rodaje no arrancase hasta marzo de 2021 y, después, en pleno rodaje del capítulo donde Lalo Salamanca tiene secuestrados a Kim y Jimmy, Bob Odenkirk sufrió un infarto que volvió a retrasar el rodaje hasta septiembre. En sincronía con el cierre final, la última temporada estaría plagada de muerte: la de Nacho Vargas (Michael Mando), la de Howard Hamlin (Patrick Fabian), la de Lalo Salamanca y la de la complicada relación entre Jimmy y Kim.
A medida que se acercaba el cierre, parecería que Vince Gilligan y Peter Gould buscaban sugerirnos que al final está la muerte, que todos los que caminan por los bordes del mal terminan bajo tierra. Pero en “Ya no queda más nada”, el último capítulo de la serie, vemos la última transformación de Saul Goodman: vuelve a ser Jimmy McGill, nos muestran escenas que no vimos donde habla de remordimientos con su hermano y con Walter White, deja de escapar de la justicia y se entrega.
Al final del final, en la cárcel, lo visita su exesposa Kim Wexler, cumplen el ritual más privado de compartir un cigarrillo (no hay escenas de sexo entre ellos dos, este ritual es lo más cercano a un intercambio erótico que vemos), hablan de lo bien que ejercieron la magia de sus oficios -con trucos que manejan la ley a su favor, Jimmy reduce su condena, y Kim va a visitarlo haciendo uso de una licencia de abogada que no vence, aunque ella ya haya renunciado al título que tanto le costó conseguir- y terminan en una especie de final esperanzador, sin las trampas y las estafas que antes los unían. Un final un poco decepcionante para quienes apostaban por que la pareja de chantas profesionales estaba preparando la peor (o mejor) de las suyas.
Si, a punta de pistola, tenemos que comparar esta serie estadounidense con otra del mismo país, puede que lo primero que se nos venga a la cabeza sea Mad Men. Al igual que Don Draper (Jon Hamm) nos dejó un retrato fiel de la desesperación por llegar al éxito profesional en el mundo de la publicidad de los años sesenta, puede verse en Saul Goodman una desesperación parecida en el de la abogacía de principios de este milenio. Ambos personajes tienen elementos claves en común: luchan con un pasado que los carcome -Jimmy con el de no poder dejar de ser estafador, Draper con el de haber adquirido otra identidad para sobrevivir cuando fue soldado en la guerra de Corea- que, a la vez, los hace avanzar hacia adelante, hacia lo que se supone que tiene que ser un adulto, llevándose todo por delante, derecho como un cohete, hasta lograr algo que no se entiende bien qué es.
Si bien ambos tienen diferencias claras, el Draper neoyorquino encuadra dentro de la belleza hegemónica y tiene muy bien colocada la máscara que debe sostener y el Goodman de Albuquerque genera rechazo y se le notan los hilos, podemos leer en esas diferencias a una ficción que trata de darnos la lección moral de que esa forma de escalar sobre los otros tiene fecha de vencimiento próxima, que ya no es canchero ser Goodman (él es el primero de los últimos) de algo que está quedando en el pasado.
En octubre pasado, la BBC realizó una prestigiosa encuesta con opiniones de más de 200 especialistas del mundo entero, en la que les preguntaron cuáles eran las mejores 100 series del siglo. Los años anteriores habían centrado su foco en otros tipos de contenido, pero este año, considerando que los contenidos televisivos nos acompañaron en los peores momentos del aislamiento, decidieron dedicarlo a enlistar las mejores de este hermano menor del cine que está grande y ya no es tan menor. En la lista Breaking Bad figura en el tercer lugar, debajo de Mad Men y de The Wire, mientras que Better Call Saul quedó en el puesto 23, entre Black Mirror y Veep. Ahora, una vez que Jimmy Mcgill y Saul Goodman no pueden volver a gritar “show time” antes de que empiece el espectáculo, habrá que esperar si sube puestos lentamente. Es lo único que queda, esperar, hasta que, tal vez, de los desiertos de Nueva México llegue una nueva historia hasta nosotros. Los creadores todavía no dijeron del todo que no y el final no es un final tan rotundo. Hay que esperar y ver si el show va a continuar.
Better Call Saul está disponible en Netflix.