Toma aérea de Seúl y sus edificios. Placa negra: “Ese día…”. Unos segundos después, otra para terminar la frase: “…era un día común y corriente”. Así, con ese recurso tan simple y efectivo para generar tanto intriga como expectativa, arranca el primero de los seis episodios de Rumbo al infierno (o Hellbound), la primera serie para Netflix del director y guionista surcoreano Yeon Sang-ho, quien se hizo un nombre con el éxito de Invasión zombie (Train to Busan, 2016), también disponible en la plataforma junto con su secuela de 2020.
Ese día en cuestión ocurriría un hecho inexplicable que terminaría con el mundo tal como lo conocemos. Los primeros tres episodios narran el principio del fin. Todo comienza con un hombre corriendo desesperado por las calles de la capital coreana perseguido por tres seres imposibles, versiones de humo cruza de La Mole con Hellboy. Cuando lo agarran lo destrozan, llevándose puestos numerosos autos frente a la mirada espantada de numerosos testigos a plena luz del día. De la pobre víctima solo queda un esqueleto calcinado. Le han chupado el alma para llevarla derechito al infierno. Él, de todas formas, ya había sido avisado por un “ángel” que le dejó su profecía: el día y la hora exacta en que iba a morir y terminar en el peor de los lugares ardiendo eternamente.
El grupo religioso cuasi-sectario La Nueva Verdad, cuya influencia no para de aumentar, ya venía difundiendo en internet videos de casos anteriores de “demostraciones”, dándole, como no podía ser de otra manera, una explicación religiosa a estos eventos sobrenaturales: los que pecan son los condenados al infierno por la gracia de Dios y parten de manera violenta bajo la mirada juzgadora de los demás, por lo tanto hay que llevar una vida recta y pura. Así se funda una nueva doctrina como dispositivo disciplinario de la sociedad. La Biblia 2.0 para el nuevo milenio, disponible en la app de La Nueva Verdad. De todas formas, este grupo es bastante benevolente gracias a la conducción de su presidente, el carismático y misterioso Jung Jin-soo (una gran actuación de Yoo Ah-in), quien parece tener buenas intenciones. Distinto es el caso de La Lanza, una facción radicalizada de miembros más jóvenes que se desprendió de La Nueva Verdad para perseguir, estigmatizar e intimar con violencia a que se cumplan sus creencias.
El gran acierto de Rumbo al infierno -cuya historia data de 2002 en formato corto de animación luego devenido cómic digital- es que no importa tanto la explicación de los hechos sobrenaturales sino las consecuencias que producen en la sociedad. Esta hipotética situación permite múltiples reflexiones totalmente actuales con similitudes con la realidad que generan escalofríos. Porque es verdad que el mundo está cambiando: instituciones tradicionales como la política, la justicia y el periodismo pierden legitimidad ante el uso de internet con transmisiones en vivo, fake news y teorías conspirativas a cargo de influencers con labia y carisma; y también hacen lo suyo el alza de cultos carismáticos de dudosa fe y de la derecha libertaria nucleada en jóvenes que se la dan de rebeldes antisistema. Con una premisa algo ridícula, Rumbo al infierno te hace pensar en todo eso -y más-, y eso es sorprendente.
Como producto de entretenimiento, la serie decae en su segunda mitad, cuando la historia pega un salto de cuatro años y cambia de protagonistas, un recurso narrativo que sin embargo se celebra por osado. Si la primera parte funciona tanto como una especie de estudio sociológico como un procedimental a cargo del detective Jin Kyeong-hoon (Yang Ik-june), la segunda mitad, con las nuevas reglas de juego ya instaladas, se diluye en exceso de diálogos menos interesantes, peleas entre bandas, escenas de acción y CGI -¿es necesario un bebé hecho por computadora?- de dudosa calidad. De todas formas, se plantea un nuevo caso de condena todavía más inverosímil y la escena final anticipa una nueva temporada incluso más volada. Rumbo al infierno es una muestra más de que hay que mirar hacia Corea del Sur: en cuanto a cine y series de género no hay industria que la tenga más clara.
Rumbo al infierno está disponible en Netflix.