#LaLuchaEsHoy #09
Romina Zanellato (1984) es @romizanellato. Es periodista y colabora en varios medios. Hace el podcast Los Cartógrafos junto a Rosario Bléfari y Nahuel Ugazio. Hizo el blog #AmoInternet.
Esto, como todas las notas de #Apuntes, es una columna de opinión. Es decir, esto es lo que yo, Romina Zanellato, pienso sobre lo que está pasando con las denuncias y los escraches en el rock. ¿Y quién soy yo? Soy mujer, soy periodista, soy militante feminista, escucho rock.
Una mujer se grabó mirando a la cámara y contó que José Miguel del Pópolo, el cantante de La Ola Que Quería Ser Chau, la violó. La contactaron dos mujeres más a partir de ese testimonio que rápidamente se replicó por las redes sociales. Eso culminó en una denuncia y que él esté procesado por los delitos de abuso sexual con acceso carnal reiterado en tres oportunidades. Cuando pasó esto, el cantante de El Otro Yo, Cristian Aldana, salió públicamente a defender a Del Pópolo y muchas mujeres le respondieron en su publicación de Facebook lo que él había hecho a lo largo de los años. Eso que se sabía y nadie decía. Cientos de mensajes. Quiso cerrar sus cuentas, borrar todo. Ya era tarde. Esas mujeres contaron sus experiencias y las subieron al blog Ya No Nos Callamos Más, se juntaron y lo denunciaron. También filmaron sus testimonios. Aldana está detenido con prisión preventiva y procesado por abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores en siete oportunidades. Su juicio empezará el 22 de mayo.
Esto cambió el rock argentino para siempre. Y lo que pasó a partir de ahí es una discusión y una relectura de la vida de cada quien, en conjunto y personal. Pocas veces en la historia la revisión es así, tan abarcativa. Los últimos cinco años cambiaron la escena local gracias a la nueva ola del feminismo. Lo que está permitido en la sociedad responde a nuevos patrones, a los anteojos violetas, a la decontrucción de muchos. Están los que ahora ven a través de estos anteojos y repiensan en clave feminista su vida pasada, presente y futura, y están los que niegan todo, los que siguen viviendo en machitolandia. Aquellxs que siguen culpando a las minas de tener la pollera muy corta o de haber tomado de más en una noche de rock o aquellxs que siguen creyendo que porque una piba tomó de más la pueden violar sin que haya consecuencias.
Mientras todo esto va pasando, las pibas se juntaron. Ya lo dijimos, cuando muchas mujeres hablan de aquello que callaron durante años, el patriarcado se quiebra, hay una victoria en eso, está más cerca la gran caída. Sin embargo, ¿el feminismo es un dogma? No, el feminismo es una postura política que pretende igualdad de derechos entre el hombre, la mujer y las identidades disidentes. Persigue la justicia social. No es un tribunal en sí mismo. ¿Y quiénes son el feminismo? En principio es un plural, en segundo término, hay tantos como agrupaciones, como personas, como momentos de la vida de cada unx. Nadie y todxs lo somos.
Y entre aquel momento donde comenzó el quebramiento del glaciar banda de rock al ahora, donde todos, hasta los progres más simpáticos de Pez están públicamente expuestos como abusadores, están los escraches.
Las denuncias anónimas se extienden por internet. Tal es un violador, tal me abusó, tal es un violento. Y corre también la postura de siempre con las pibas, siempre creerle a la víctima, nunca cuestionarla, siempre activar el linchamiento público automático. ¿Eso es el feminismo? La idea de no cuestionar, no preguntar y de perseguir la justicia por mano propia parece retrógrado. Dejame cuestionarlo. No es que creo que no haya que contarlo, sino que creo que el mecanismo ya debe reverse. Aún cuando parece que todos los tipos son o fueron abusadores, aun cuando todas las mujeres fuimos violentadas.
Sé que está mal visto decir esto. Y entiendo también que, de una denuncia en particular, anónima, en un blog o en Twitter o en un posteo de Facebook, se unen más y más testimonios que arman un patrón de conducta de un hombre. Eso, a las mujeres, nos puede servir como una alerta. En ese mundo del éter, también, se encuentran en esos relatos que hubo delito, y que hay persecución penal posible. Pero eso es en las mínimas.
Sin embargo, también hay un riesgo enorme de que se use este método para denigrar a una persona, para cagarle la vida a alguien. ¿Por qué no se puede decir esto? ¿Por qué no se puede preguntar, cuestionar sobre una denuncia anónima? Si eso no significa que yo no le crea a una víctima, simplemente necesito más información. Y sí, la justicia es patriarcal, pero dentro de la justicia también están los organismos que acompañan a las víctimas. Entonces, ¿por qué no se puede cuestionar el método? Existe el riesgo de la noticia falsa y existe la posibilidad de que se apropien del escrache feminista en la persecución de otros objetivos.
Como medio nos discutimos esto. ¿Tenemos que levantar como verdad cada denuncia anónima que encontramos o esperamos a que de eso haya más testimonios, a encontrar personas de carne y hueso a quienes hacer unas preguntas, o esperamos a que haya una denuncia penal?
La semana pasada, a raíz de una de las denuncias publicadas en Ya no nos callamos más me reuní con un grupo de chicas que sufrieron violencia física y sexual por parte de un músico. Sí, se unieron a raíz de la publicación de una de ellas y juntas pudieron tejer una historia que las unía, como una continuidad. Eso fue muy sanador para ellas. Y creo que es eso lo que debemos perseguir: una sororidad real. También un procedimiento con las garantías debidas. Porque somos garantistas, estamos en contra de la pena de muerte, todos somos inocentes hasta que se compruebe el delito, un acusado tiene el derecho a defenderse. ¿O no? ¿O buscamos el punitivismo? Existe el riesgo de la venganza, y me surge esta pregunta, a la cual no sé la respuesta pero hay que hacerla: ¿el escrache otorga una sanación real a la víctima o la expone?
Necesitaba hablar de esto y me junté con Ileana Arduino, abogada feminista. Ella me dice que el escrache no emancipa, no construye nada. Y que el método tal vez pueda ser otro para lograr esto que buscamos, la justicia. “¿Es el escrache la única posibilidad de correrse del lugar de víctima en el que nos coloca la toma de conciencia sobre violencias? Se estandarizan muchas violencias bajo la idea del delito de abuso o violación, igualándolas”, me dijo. Ile es integrante de Inecip (Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales) y maestra de la Beca Cosecha Roja.
Hay un riesgo, y son las causas por injurias. Ahora los hombres están ganando muchos de estos juicios porque las “denuncias” públicas confunden ciertos términos, acusan sin haber denunciado en la justicia, y algunas acusaciones se publican sin poder soportar una instancia judicial. “Una cosa es denunciar a un tipo que te caga a trompadas y otra cosa es plantear situaciones abusivas que no son delito. ¿Qué es delito? Que se ponga denso es abusivo pero no es delito. Una violación es un delito, que te amenacen con publicar fotos tuyas íntimas es delito, que las publiquen también, que te peguen es delito, un pibe que tiene problemas emocionales para sostener una relación sana y adulta, emocionalmente desatento, puede ser vivido como una agresión, pero no es delito. En redes uno puede decir cualquier cosa, uno puede relatar una relación abusiva, pero ¿qué se construye con eso? ¿qué se persigue? ¿nos coloca en mejor posición para sustraernos de esas violencias o nos pone a merced del cambio que depende de los otros?”, pregunta Ile.
Esto es lo que pienso y lo que me pregunto yo también. No tengo grandes certezas o la bola de cristal o una solución. Pero siento una disconformidad y tengo el lugar para expresarlo. No sé qué es lo que hay que hacer. Por un lado es un mecanismo útil para unirse, ir a la justicia y encauzar una situación de violencia por esos carriles, por el otro hay una gran confusión y todo parece estar en la misma balanza de la violación.
Marina Mariasch, escritora y académica feminista escribió en Anfibia: “Conductas hasta hace poco naturalizadas ya no se soportan más. Estamos hartas. Un efecto dominó combinado con un efecto mariposa: mujeres famosas y anónimas que a través de la red -las redes sociales, las redes de mujeres- se animan a hablar, animan a otras, y con ese movimiento provocan un huracán. Es el fin del mundo tal como lo conocíamos”. Sí, todo cambió, ¿pero cuánto de la persecución retrospectiva puesta en público vale la pena hacer? Es ella la que me contesta: “Está claro que no buscamos la solución punitivista, buscamos un cambio cultural radical a través de la educación. Y está claro, también, que un feminismo que lucha por la libertad sexual y de los cuerpos no va de la mano con la censura”.
Es decir, sí, ya no nos callamos más, sin ningún tipo de duda. Ya no nos callamos más. ¡Y qué valor tiene y tuvo ese espacio, ese blog en esta historia! A Ariell Carolina, que lo coordinó durante años y a la actual administración anónima, ese espacio debe reconocerse como de vital importancia. Pero espero que llegue el momento donde haya quedado atrás, donde podamos hablar de una manera donde la mujer esté más protegida. Esa red de mujeres que sostiene Marina es una red real. Hay que hablar, hay que alertarnos, hay que hacerlo en persona, mujer con mujer, hablar con las ex novias, hablar con las amantes, hablar con las amigas. Juntarse, organizarse, denunciar. Sin miedo, con responsabilidad. Es nuestro tiempo.
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Foto principal: Daiana Quinteros.