Desde lo instrumental, “Sabotage” fue la canción que los Beastie Boys más rápido compusieron. Un fraseo de bajo tocado por Adam Yauch en el estudio, y la magia sucedió. Sin embargo, el tema pasó varios meses sin tener letra hasta que a Adam Horovitz (a.k.a Ad-Rock) se le ocurrió ir a lo de Mario Caldato Jr., su ingeniero de grabación, y pedirle que lo registrara gritando una serie de cosas. Los versos en cuestión decían que Mario era la peor persona del mundo y que siempre los saboteaba. Lo siguiente fue proponerle a sus compañeros de banda una sesión de fotos vestidos como policías encubiertos comiendo donas, y así nació uno de los mejores videoclips de todos los tiempos. Ese que satirizaba los policiales de los 70 y que inmediatamente entró en alta rotación en MTV, pero que aun así terminó perdiendo en las cinco categorías a las que fue nominado en los Video Music Awards de 1994. “Quiero decirles que es una farsa,” se quejaría Yauch (alias MCA) en plena gala, encarnando a su álter ego Nathaniel Hörnblowér. A su lado, un desconcertado Michael Stipe esperaba para recibir el premio a mejor dirección que le correspondió a R.E.M. por “Everybody Hurts”. Recién 15 años después, MTV reconocería la genialidad de “Sabotage” con un premio honorífico.
La historia detrás del hit la cuentan sus protagonistas en Beastie Boys Story, y quizás no sea nueva para los fanáticos. Como así tampoco la del pene gigante y la jaula de bailarinas, o aquella vez en la que el trío cobró 500 dólares por telonear a Madonna en su primera gira, el Virgin Tour de 1985. Como no podían desaprovechar esa oportunidad, dice Mike D, decidieron insultar al público. Si no los recordaban por su dominio del micrófono, entonces lo harían por su actitud grosera en el escenario. “Íbamos a ser memorables, unos jodidos imbéciles memorables,” recuerda. Hoy no reniegan de esa desfachatez adolescente, pero tampoco la festejan. Es que entre una cosa y otra, casi terminan convirtiéndose en todo eso que parodiaban en la célebre “You Gotta Fight for Your Right (to Party)”. Por suerte pegaron el volantazo a tiempo.
Pero el documental lanzado a fines de abril en la plataforma de streaming de Apple -su estreno en salas IMAX se vio frustrado por la pandemia del coronavirus-, es más que un anecdotario o un mero repaso cronológico por la carrera de la agrupación neoyorquina. Es un homenaje a la amistad que encuentra su principal inspiración en la figura de Yauch, fallecido en 2012 a causa de un cáncer. Fue él quien fundó la banda a comienzos de los 80, mientras la brutal escena hardcore y el rap callejero se fusionaban con el background cultural de estos beastie kids, que incluía soul de Motown, reggae, punk, y humor absurdo al estilo Monty Python. También fue él quien aportó el nombre, con “Beastie” como abreviatura de “Boys Entering Anarchistic States Towards Inner Excelence,” algo así como “muchachos entrando en anarquía hacia la excelencia interna” (se harán cargo cada vez que toque, y enseguida reconocen que “muchachos” era inadecuado porque en ese momento había una chica en la banda). Pero ante todo, MCA funcionaba como una fuerza propulsora dentro del trío, una especie de gurú. Arengador, visionario, y al mismo tiempo impredecible, sus compañeros de ruta aseguran que era igual de probable cruzarlo en el after-after party de un desfile de modas, que haciendo senderismo en Nepal en un viaje iniciático.
Si había alguien capacitado para manejar los hilos de Beastie Boys Story, ese era Spike Jonze, otro compañero de andanzas de la banda y director de varios de sus videos (el mismo “Sabotage”, entre ellos). Sobraban razones para entusiasmarse. Sin embargo, esta suerte de híbrido entre charla TED y show de stand-up puede desalentar a quienes esperan algo más cercano al viejo y querido rockumentary. Pero una vez aceptado el código, la apuesta funciona. La economía de recursos cinematográficos termina jugando a favor de un relato que, por sí solo, ya aporta altas dosis de barroquismo. El King’s Theatre de Brooklyn a sala llena, un teleprompter caprichoso y una pantalla enorme rebosante de material de archivo (y qué material de archivo), eso es todo lo que necesitan Ad-Rock y Mike D para sumergir al espectador en un recorrido tan delirante como emotivo.
A juzgar por sus atuendos, pareciera no haber rastro alguno de aquellos fiesteros empedernidos que se aplastaban latas de cerveza en la frente. Quizás no lo haya, y tampoco les hace falta. Con la química y el sentido del humor intactos, la dupla sobreviviente reconstruye su propio fenómeno apoyándose en Beastie Boys Book, su libro de memorias publicado en 2018, y cuenta cómo pasaron de ser un grupo de jovencitos inquietos que le rendía culto a Run-DMC, a convertirse en los raperos blancos más respetados. Aunque “raperos” queda corto, porque lo suyo fue una coctelera de géneros donde el rap era el ingrediente principal pero no el único.
Mientras reflexionan sobre las vicisitudes de ese ascenso, queda claro cómo reinventarse una y otra vez los salvó de caer en el olvido o convertirse en un cliché. En el camino se bancaron, por ejemplo, que el público de Kurtis Blow los comparara con Menudo, que su discográfica Def Jam decidiera no pagarles regalías con la excusa de que habían incumplido el contrato (pese al éxito multiplatino que fue su álbum debut Licensed to Ill), y que la prensa británica inventara que se burlaban de niños moribundos. Ya ni siquiera les gustaban sus propias canciones. Sin embargo, a fines de los 80 firmaron con el sello Capitol, alquilaron un caserón con pileta en Hollywood Hills y volvieron al ruedo.
En vez de frustrarse porque Paul’s Boutique -disco que anunciaron con bombos y platillos y del cual estaban orgullosos- no le importó a casi nadie, armaron su propio estudio en un ex salón de baile de Los Ángeles y cambiaron los samples por instrumentos. Con Check Your Head construyeron una nueva base de fans, y con Ill Communication ya nadie se atrevió a ningunearlos. A finales de los 90 vendría el regreso a Nueva York, la grabación de Hello Nasty, y casi en fast forward, aquel concierto de 2009 que no sabían que sería el último. Las voces de ambos se quiebran aunque se trate de un espectáculo ensayado, como si el nudo en la garganta no dejara lugar para más capítulos. Y quizás sea suficiente. Después de todo, nadie puede decir que no hicieron historia.