Entre los estrenos más recientes de Mubi se encuentra Harvest, una película británica fuertemente alegórica dirigida por la griega Athina Rachel Tsangari, que impresiona principalmente desde los aspectos formales, aunque no tanto desde lo narrativo. El film, basado en el libro homónimo de Jim Crace, se sitúa en un tiempo y espacio inciertos, aunque se presenta como una historia de época que podría aproximarse a la Edad Media. De todos modos, la historia no necesita precisiones históricas, ya que se presenta como un relato metafórico sobre la vida en comunidad, la posesión de la tierra y el ejercicio tiránico del poder.
La historia se presenta difusa por momentos, pero, a grandes rasgos, muestra la vida de una comunidad liderada por un amo que mantiene una relación aparentemente armónica con sus ciudadanos. El protagonista es Walter, un hombre profundamente conectado con la naturaleza, y a través de sus ojos veremos cómo la comunidad se desestabiliza frente a la crisis económica y la llegada de tres forasteros, quienes se convertirán en los chivos expiatorios de un estallido de fuerzas que hasta entonces se encontraba contenido.

La película, filmada en 16 mm, tiene en su fotografía su gran fuerte: delicada, maestra y con una marcada influencia de la tradición del folk horror. Visualmente, se trata de una obra que destaca entre las propuestas actuales, aunque a nivel narrativo la alegoría acerca del poder sobre la tierra se vuelve algo repetitiva y parece agotarse rápidamente. Entre los aspectos logrados del film se encuentra el relato en un in crescendo, que nos permite observar cómo se quebrantan los vínculos entre los aldeanos, cómo se expresan sin pudor el racismo y la xenofobia, así como el patriarcado violento. De esta manera, Harvest ofrece una denuncia clara que fácilmente podríamos trasladar a nuestros días.
La armonía bucólica con la que comienza la película, con una extensa introducción que muestra al protagonista mimetizado con la naturaleza, se va perdiendo progresivamente para conducirnos a un final amargo, derrotista y profundamente pesimista. Así, la historia se presenta como el relato de la destrucción de la comunidad, de la liberación de los impulsos bestiales en el ser humano y de la doblegación inevitable que imponen los poderes guiados por un cinismo despiadado, frente a los cuales un pueblo ya corrompido no tiene otra opción que dejarse destruir. Este aspecto también es consecuencia, según plantea el film, de la desestabilización en las relaciones entre los individuos, que solo algunos personajes logran conservar, aunque finalmente también serán vencidos.