No hay mucho que hacer en Monte Maíz. El pueblo al sur de Córdoba está alejado de la capital de la provincia y se encuentra más cercano a Rosario, algo que se nota en la tonada de sus menos de 10 mil habitantes. Mucha de su vida gira alrededor de la industria de la soja, con sus largos y eternos campos que rodean la ciudad.
Diego Masarotti trabaja en la industria metalúrgica. Entra a las siete de la mañana a su trabajo, sale a las cinco, pasa la tarde con su familia y antes de ir a dormir compone música electrónica. Bajo el nombre de Dyb, es autor de una firme discografía que empezó en 2015 con su primer disco, Emerge, publicado a través del sello digital de Moldavia Silent Flow. Escondido entre esos primeros tracks de atmósferas espesas cargados de distorsión emocional, se puede reconocer el afecto de Diego por la música pesada. Cuando era adolescente escuchaba rock pesado, las canciones de Héroes del Silencio, el metal y el progresivo. La más fuerte inspiración que lo inició en la música electrónica fue Found Songs del islandés Ólafur Arnalds, quien también comenzó su carrera tocando en bandas de hardcore y después se interesó en el minimalismo y las atmósferas del ambient.
No hay una escena musical en Monte Maíz más allá de algunas bandas de covers de rock nacional y grupos de folclore. Diego comenzó tomando clases de composición y después se largó por su cuenta utilizando la computadora y un controlador midi. “Empecé a hacer música sin preguntarme mucho y guiándome por lo que quería escuchar en otros artistas -recuerda en conversación con Indie Hoy-. Fue como una inercia, algo que no pude frenar. Arranqué y se hizo una costumbre, un hábito. Desde entonces no paré”.
“Dyb” viene del danés y significa “profundo”. Se usa para referirse a las extensas superficies de mar y tierra de los países nórdicos, pero también para describir emociones personales intensas y reflexivas. “Quería darle ese sentido a mi música, expresar mis sentimientos y volcarlos a este estilo de música -dice Diego-. El ambient me parece una de las vertientes musicales más adecuadas para tocar los sentimientos que llevamos y que por ahí no mostramos. A mí a veces me cuesta, soy una persona que parece extrovertida, pero siempre llevamos cosas por dentro. Y una de las formas con las que hago catarsis es con la música”.
La oscuridad suele aparecer en las canciones de Dyb a paso lento, como queriendo ocultar su presencia hasta que es ya demasiado tarde. “Distante”, el primer track de su disco de 2017 con el mismo nombre, comienza con un suave colchón de sintetizadores que lentamente se distorsiona hasta llegar al borde de la saturación. En ese amplio rango emocional que despliegan las canciones de Dyb, hay más sentimientos sugeridos que revelados.
Todo puede suceder en un disco de Dyb. Sus tracks llegan a durar entre tres y treinta minutos; muchos comienzan en silencio y terminan en catarsis, con impredecibles momentos de distorsión o calma en el medio. “Lo que más me sedujo de este estilo musical es que no hay una regla -admite Diego sobre la música ambient-. Las limitaciones creo que se las pone uno. Cuando empezás a tener un prejuicio te encerrás en un estilo, en una forma de composición. Yo quiero tratar de ir rompiendo la forma de lo que estuve haciendo. De no cerrarme”.
Los contrastantes humores y estilos de Dyb quedaron plasmados en la trilogía de discos que publicó durante 2020: Recóndito, Hábitat y Desaparecer. Esta serie marcó una profesionalización en el sonido del proyecto, con una búsqueda conceptual atravesada por la incertidumbre de los primeros meses de la pandemia. “Fui descubriendo la trilogía mientras la hacía -cuenta Diego-. Después de terminar cada álbum me daba cuenta de que todavía tenía un montón de cosas adentro”. Los tres discos forman una historia de encierro en la que Dyb se enfrenta con sus miedos y emprende un camino a través de la oscuridad para llegar a ver una luz al final del túnel.
Recóndito es el disco más áspero y caótico de la trilogía, algo que anticipa sin perder tiempo la introducción “Días de furia”, rompiendo el hielo con una distorsión sostenida por 1 minuto. Algo no menos sorpresivo es la manera en que Dyb logra mantener estos estados de disonancia durante largas extensiones de tiempo sin generar cansancio. La experiencia de escucharlo es más parecida a la de caminar a ciegas, siguiendo huellas que podrían apuntar a una salida pero solo nos adentran más en la oscuridad. En “Recóndito Pt. 1”, la pieza central del disco, esas huellas toman la forma de respiros y alientos, loops de piano, glitches digitales y una distorsión metálica que se abre paso como el leit motiv recurrente del álbum.
La serie se completa con Hábitat y Desaparecer, ambos discos una exploración del espacio y la versatilidad de Dyb, en especial Hábitat compuesto por cinco “hábitats” musicales y sus respectivas transiciones. También reflejan una relación más explorativa y curiosa con el uso de samples, algo que profundizó en su siguiente obra. La memoria del viento es su proyecto más ambicioso y personal, un disco conceptual inspirado en la nostalgia que le desató a Diego el hallazgo de una filmación que desconocía de su abuela. Así el álbum utiliza leves distorsiones y pasajes con melodías tomadas de la música clásica de Debussy y de música celta para recrear la ilusión de felicidad pura de la infancia, pero vista a través del tamiz del recuerdo y la pérdida de inocencia.
A partir del encuentro con las imágenes de su abuela, Diego se reconectó con cosas del pasado que creía olvidadas, recuerdos muy puntuales de jugar con barriletes y correr por la plaza con sus amigos de la infancia. Describe: “Quería que las canciones me llevaran a jugar con la lluvia, a sentarme en el campo cuando hacíamos los barriletes, a comer mandarinas con mis amigos en la plaza. A esa sensación de que todo era lindo. La inocencia se va perdiendo cuando uno va creciendo. Por eso el segundo lado del disco me toca mucho lo actual, la incertidumbre, los miedos de dudar si vas por un buen camino, el paso del tiempo, las cosas que no llegan”.
Memoria del viento fue uno de los primeros lanzamientos en edición física de Templo Animal, el sello creado por artistas de Argentina y Honduras de música electrónica y experimental del que Diego es parte. Comenzaron en septiembre de 2019 con la publicación del compilado Templo Animal Vol. 1 y desde entonces editaron más de quince discos en cassette, CD y digital, entre ellos trabajos de los argentinos Lumtz, Bleak Fiction y Matt Cianfo, y dos compilados más con material de artistas como el brasileño Carlos Ferreira y los hondureños Almanacs y Bestias. “Para mí el punto está en autogestionarse -dice Diego en relación a Templo Animal-, en crear tu propio sello. Trabajar en conjunto es una de las cosas más lindas de esto, porque no hay otro camino. El ambient puede ser muy de elite, no te podés meter con los artistas que están muy arriba, es muy cerrado el circuito”.
Para concluir uno de los años más prolíficos desde que empezó a hacer música, Dyb publicó durante los últimos meses de 2021 dos trabajos más: Invisible en noviembre y Desorden en la habitación de las imágenes en diciembre. “Hace poco adquirí un sintetizador Korg Wavestate y lo estoy conociendo -cuenta Diego-, esos álbumes están totalmente compuestos por ese sinte, samples en velocidad ultralenta de fragmentos de música clásica de orquesta y grabaciones de campo. Quería utilizar lo único e irrepetible que tiene una grabación de campo, el sonido de un momento único en la vida de uno, una cualidad que vos sabés que no podés encontrar en ningún otro sonido que escuches. Por eso estoy componiendo con un poco más de hardware y ya no uso tanto las librerías de sonidos”.
En estas últimas canciones, uno casi puede imaginarse a Dyb en su cuarto, grabando al mismo tiempo que intenta no hacer ruidos que despierten a su familia. Dentro de sus auriculares, los largos y fantasmales samples de música orquestal crean una larga textura sin principio ni fin. Durante un largo momento, el tiempo parece dejar de correr. Durante un largo momento, Diego desaparece de su ciudad y su tiempo.
Escuchá a Dyb en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Apple Music).