Con apenas unos singles publicados, Girl in Red se volvió una de las voces más representativas de la Generación Z. Pero a finales de 2020 y comienzos de 2021, la artista noruega Marie Ulven Ringheim estrenó los primeros adelantos de su primer disco que evidenciaban la madurez de su proyecto con una escucha ponderada. If I Could Make It Go Quiet, publicado de forma independiente a través de su propio sello World in Red y la distribuidora AWAL, no solo un marca un antes y un después en su carrera, sino que es también su consagración apremiante.
El álbum debut de Girl in Red es un golpe de frescura multidireccional: atañe al pasado con reminiscencia sónica, al presente con actitudes y reflexiones urgentes, y también al futuro con la hipótesis que los estilos no caducan y mantienen el ímpetu vanguardista cuando pueden aggiornarse a una perspectiva en boga, incidente, desprejuiciada y en concordancia con las penurias sociales de la época corriente. A la joven nórdica le interesa menos la innovación de paradigmas que amalgamar sus preferencias con la finalidad de interpelar la empatía de una infinidad de almas contemporáneas. Uno de sus primeros videos, “Girls“, ya daba cuenta de su activismo y la manera en que su deseo de ser concebida como una abanderada del movimiento LGBTIQ+ está por encima de cualquier intento de afición rupturista ornamental.
De la mano del productor Matias Téllez, Girl in Red toma distancia del bedroom pop de sus EPs anteriores, Chapter 1 (2018) y Chapter 2 (2019), para potenciar los otros tamices melodiosos que ya centelleaban en su obra, materializando su característica búsqueda de darle una vuelta de tuerca a sus influencias. Con el objetivo de certificar su inclinación punk con algo más personal que rabia y desmesura, en 2019 adhirió el gesto queer de remitir a un clásico romántico de los Ramones, pilares exponenciales de la euforia que hizo erupción a finales de la década de los setenta, con un viraje deconstructivo titulado “I Wanna Be Your Girlfriend”. Incluso “We Fell in Love in October” de 2018, una de las composición más alabadas de su trayectoria hasta el momento, hacía difícil la tarea de prestar oídos sin evocar a Kurt Cobain cantando en loop los versos embrionarios de “Where Did You Sleep Last Night” sobre la arenga cadenciosa del saludo precedente a la turbulencia de “Smells Like Teen Spirit”, o al igual que levitando en el aterrizaje serpenteante de “All Apologies” cuando Marie repite “My girl, my girl” en el sombrío estribillo.
Esta vez opta por totalizar el efecto estético del punk y el rock alternativo con su indumentaria singular hereditaria y congénita de Seattle: camisa leñadora, jeans rotos y gorro de lana. También deja en claro la esencia grunge que corre por sus venas con un arrebato ruidoso en “You Stupid Beach”, una enérgica canción que esconde detrás de su ola de distorsión una vorágine de sentimientos no correspondidos. Infundida por una línea de Las ventajas de ser invisible, la novela teen llevada al cine, “You Stupid Beach” expone el desorden emocional de un vínculo tergiversado acentuando las vísceras afectivas con un aluvión polarizado conformado por emojis efusivos y muchos signos de exclamación.
“Serotonine” (coproducida por Finneas O’Connell, hermano y mentor de Billie Eilish) es la apertura precisa para el disco, con la crudeza narrativa de dilemas psicológicos diluida en una melodía atenuante y la manera jovial en la que combina elementos del pop y el rock alternativo con intervenciones rapeadas que acicalan el método catártico de una mente atormentada. Las drogas alteran la percepción sensoriomotriz, pero también alteran el lenguaje. Con cada andanza esporádica entra al instinto coloquial una jerga delatora de experiencias ilícitas sin pasar desapercibida. ¿Hay palabra más seductora y misteriosa durante una adolescencia tóxica que despierte el interés etimológico y deleite fonéticamente con la misma intensidad que “serotonina”? Entre Girl in Red y el polémico escritor francés Michel Houellebecq subsiste la fascinación con encontrar una coyuntura entre puntos sin relación que sea capaz de forjar un nudo neuronal en función a su asociación titular. La bifurcación latente en la sequía transitoria de esta sustancia química, mal llamada “hormona de la felicidad”, que produce el cerebro y reparte señales por todo el cuerpo. Tal carencia puede ser demoledora a la hora de codearse, pero también una suerte de musa inspiradora, un halo conceptual que vislumbra el suplicio destructivo adyacente al estimulante creativo.
Tomando como tema central de su disco el desequilibrio de la salud mental, la compositora de 22 años expone todas las discrepancias de su intimidad con la elocuencia poética de una floricultora consciente de que estimar las rosas implica advertir las espinas. Por lo tanto, gozar la plenitud aromática supone haber derramado lágrimas de sangre con fabulación anatómica tras consumar una serie de errores guiados por el vaivén de impulsos precipitados que pecan de ilusos al colisionar con la realidad. Canciones como “Body and Mind”, “.” y “Apartment 402” testimonian la premisa del edén introspectivo atestado de diversos arquetipos de naturaleza muerta.
“Hornylovesickmess” despliega un aura celestial por medio del semblante inaugural de piano y beatitud vocal. Al calar el firmamento empieza a desvanecerse con cuentagotas en pos de adecuar el terreno para el éxito indiscutido del álbum, “Midnight Love”, una oda irónica al amor sin compromisos que pasa fugazmente y deja una estela resistente al eclipse ulterior pregonado por un veredicto contrario que remonta la coherencia tendenciosa del recelo encriptado en la apasionante “I’ll Call You Mine”.
“Creeme cuando te cuento todo lo que intenté cambiar”, canta Marie a modo de plegaria en “Rue”, uno de los picos emotivos más altos del disco. La fragilidad interpretativa se mimetiza a la atmósfera hipnótica que aposenta su oscuridad en una base electrónica con samples escalofriantes que parecen ecos del más allá. “A la gente le falta conocimiento y no entiende que tu salud mental no es necesariamente quién sos. Podés estar deprimida pero eso no significa que no querés salir afuera o que no tenés sentimientos. Para mí no es tabú hablar sobre salud mental. Tampoco creo que hablar de sexo deba ser algo tabú”, dijo en una entrevista Marie acerca de esta canción que surgió inesperadamente cuando estaba probando guitarras acústicas en el Guitar Centre de Times Square.
Inspirada en Rue, la protagonista de la serie Euphoria, Marie retrató sus dolencias en una balada frenética tan hermosa como agonizante. “Ella es una drogadicta y yo no lo soy -dijo Marie-, pero muchas de las cosas que sintió y de las que está tratando de escapar son cosas con la que estoy lidiando todo el tiempo. Es un trabajo muy pesado. No es trabajo físico pero se siente así porque es muy duro”. El estreno del single estuvo acompañado por un video cinematográfico con alusiones a Anticristo (Antichrist, 2009) de Lars Von Trier, dirigido por Niels Windfeldt y filmado en los bosques de Noruega. La secuencia pesadillesca en la que vemos a la protagonista correr desesperada es una metáfora que extirpa la noción utilitaria del arte asimilada a una vía de escape de las problemáticas inconexas.
El primer álbum de Girl in Red nos lleva por un vasto relieve subjetivo que manifiesta paulatinamente sus múltiples semblantes y dimensiones. Desde el ritmo galopante de “Did You Come?” hasta el cierre instrumental de “It Would Feel Like This”, contemplamos la épica emocional de la puja por legitimar la identidad y revalidar el empoderamiento del lema “Lo personal es político”.
Escuchá If I Could Make It Go Quiet de Girl in Red en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).