“Señor presidente, haga algo, la juventud está triste”. Si ese fuera el titular de alguna protesta televisada, no hay duda de que Gracie Abrams sería una de las caras reflejadas en los carteles. Californiana de pura cepa, de 23 años, hija del magnate J.J. Abrams, saltó a la fama después de que Olivia Rodrigo la nombre como su mayor inspiración detrás de su hoy clásico single “Drivers License“. Desde ese día, su carrera no hizo más que ascender.
Good Riddance, su primer álbum de estudio, fue publicado el 24 de febrero (piscis season, no podía ser de otra manera). Se trata de un proyecto de 12 canciones cargado de expectativas, no solo por los dos EP brillantes que le anteceden, sino también porque su producción quedó en manos de Aaron Dessner. El músico fundador de The National se forjó una reputación imponente estos últimos años. Todo lo que salga de su imaginación en Long Pond Studio llega retratado en un matiz sepia, se pliega como una caja de recuerdos que da miedo abrir. El pasado, un monstruo que no descansa, ataca en los momentos menos esperados, de las maneras más crueles posibles.
El disco empieza con “Best“, track del cual se desprenden todas las ramas que van a crear mundos a lo largo de la escucha. La producción es amena, serena e inocente, dando soporte a las palabras que tergiversa el mensaje: “You feel hard, I thought, good riddance”. Si el tono esboza liviandad y pureza, las palabras de Abrams la pintan como la protagonista macabra e impulsiva de una historia embrujada. Su voz resulta la herramienta más poderosa, dulce, quebrada, sin grandes alteraciones para contar historias malditas e introspectivas.
Dessner es tan responsable como ella: ya lo había hecho con Taylor Swift en Folklore y Evermore, y ahora repite ese patrón. Los instrumentales van in crescendo y la catarsis se gesta con guitarras cándidas hasta explotar con baterías furiosas y frases en loop. Un ejemplo perfecto es “Where Do We Go Now?“, una sesión de terapia teniendo lugar en la cámara gesell, con cada uno de nosotros como testigos.
Esa es la tuerca perfecta que hace del arte de Abrams algo esclarecedor: agota sus pensamientos en las palabras, exprime cada detalle, cada sensación. “This is What the Drugs Are For” es un decreto sobre su salud mental, pero no un grito de ayuda. La cantautora conoce cada recoveco de la historia que cuenta, sabe qué hitos la llevaron a donde está hoy. La producción encaja de manera perfecta con su objetivo: el ritmo folk, estigmatizado por ser el perfecto aliado de una escritura detallada de los hechos, persigue cada palabra. Coescrita con su productor, la canción expone cómo la composición lírica se vuelve casi un juego en manos de Abrams y Dessner. Quien da en el clavo con una frase que atormente los pensamientos de la manera más sutil y eterna posible, resulta ganador.
“I Should Hate You“, “Will You Cry?” y “The Blue“, también dejan esto en evidencia. Son hojas de un diario íntimo volando a diestra y siniestra, en esa cabaña de madera chica y lúgubre, rodeada de lagos congelados. Mientras que “Right Now” es el broche de oro perfecto. Una pieza acompañada por un piano casi inaudible, palabras de un confesionario profano, secretos y especificidades que da miedo saber. ¿Qué se hace con un peso intransferible? Gracie lo vuelve canción. Lo reparte como un regalo extrañísimo. Después se adueña de él, lo toma aguerrida. Saca los recuerdos de la caja, los expone en las esquinas. Son parte de quién es ella, ya no les teme como antes.
Escuchá Good Riddance en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).