En 2020, los Phoenix caminaban casi a diario entre los pasillos del Palacio de Louvre, en París, para llegar al estudio de grabación que habían instalado en el Museo de las Artes Decorativas, ubicado dentro del recinto. Ese recorrido, que los obligaba a apreciar las obras de diferentes autores y épocas, era parte de la rutina que habían emprendido para concretar un nuevo disco, mientras el mundo permanecía encerrado por la pandemia del COVID-19. “Era todo un privilegio, aunque también era extraño”, ha dicho el cantante Thomas Mars en una entrevista con Apple Music. “En las paredes teníamos toda la inspiración que requeríamos, pero el arte del lugar nos influía con cierto desorden”. Esa influencia caótica, por momentos aleatoria, resultó en el séptimo trabajo de su discografía: Alpha Zulu.
El nuevo disco de los franceses es, entonces, una colección perspectivas y estilos. “Un Frankenstein”, como lo ha descrito el propio Mars, quien no ha dudado en compararlo con el debut de la banda, United (2000), debido a su variedad sonora. Y si algo tiene Alpha Zulu es esa mirada hacia atrás; ese retroceder para tomar el impulso que parecían haber perdido tras la publicación del exitoso Wolfgang Amadeus Phoenix (2009) y su natural secuela, Bankrupt! (2013). El Phoenix de ese periodo es el que resuena en las diez canciones de este álbum, cuya producción recayó en ellos mismos. Un periodo en el que se consolidaron como los referentes del indie pop actual, y dejaron de ser ese grupo de Versalles que aún no aparecía en portadas de Rolling Stone ni vendía por millones.
Alpha Zulu se puede entender desde los cuatro singles que lo anticiparon. El primero fue “Identical”, publicado en agosto del 2020, cuando el disco todavía estaba en proceso. Mars y compañía escribieron la canción como un tributo al fallecido productor de la banda, Phillippe Zdar. Contiene los memorables motivos de sintetizador que eran un sello del homenajeado, además de versos bastante personales: “I’m losing my friend, I’m losing my grip/ Praying all night to radio waves” (“Estoy perdiendo a mi amigo, estoy perdiendo el control / Rezando toda la noche a las ondas de radio”).
El segundo single llegó recién en junio de este año, y le da título y justificación al disco: “Alpha Zulu”, según explicó Mars, es una frase que escuchó cuando viajaba en un avión que atravesaba un episodio de turbulencias. En lenguaje aeronáutico, “alpha” se refiere a la letra A, y “zulu” a la Z. Es una forma interesante de decirnos que el disco, a pesar de los contratiempos, nos mostraría de todo un poco.
El tercer adelanto fue “Tonight”, quizás lo mejor del álbum. De clara reminiscencia al Wolfgang Amadeus, con las guitarras de Christian Mazzalai y Laurent Brancowitz contrapunteando al sintetizador, envuelve adecuadamente cada fraseo del invitado estrella: Ezra Koenig de Vampire Weekend. En la canción, él y Mars interpretan a la perfección a una pareja que vaticina su final durante una llamada de larga distancia. Un tópico distinto al que abordaron en otra de las piezas centrales, el cuarto single titulado “Winter Solstice”, un clásico downtempo con un sintetizador fulgurante que se asoma cada tanto. Allí, el vocalista relata cuán complicado es vincularse con los seres queridos en este mundo desbordado por la tecnología. Paradoja aparte.
Pero además hay canciones como “After Midnight”, una joya digital de beat constante que nos transporta del 2009 hacia la década de 1980; o “Artefact”, donde los ganchos melódicos vuelven a surgir de las guitarras. En ese vaivén sonoro, emocional y lírico se mueve Alpha Zulu, que por supuesto está lejos de ser el disco más trascendental de los franceses. Lo que no podemos quitarle es el mérito de habernos mostrado, una vez más, a la banda en su mejor faceta: la de creadores de estribillos enromes y de armadores de rompecabezas sonoros. Ojalá que este impulso renovado continúe en Phoenix.
Escuchá Alpha Zulu en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).