El primer impulso al escuchar World of Hassle tal vez sea buscar pistas acerca de qué cambió en la música de Alan Palomo. Después de todo, es el primer disco que el artista mexicano-estadounidense firma con su nombre de pila, dejando atrás sus comienzos como Neon Indian -el proyecto que comenzó cuando tenía 20 años- y los tres excelentes discos de electro pop y psicodelia lo-fi que publicó entre 2009 y 2015.
Palomo comienza esta nueva etapa con 35 años, y hay un halo de maduración alrededor de su cuarto disco. Sin embargo, World of Hassle es también una expansión de todo lo que vino antes, una órbita más en su universo de sintetizadores hipnóticos, beats sintéticos y canciones de pop chicloso. Cualidades que hace casi 15 años fueron asociadas con el nacimiento del llamado chillwave y hoy Palomo reclama como propias dentro de un nuevo envoltorio.
Por otro lado, nada en World of Hassle suena demasiado serio. La ficción, el drama, el cliché y la ironía son las bases que Palomo usa para crear canciones acerca de playas nudistas, malls abandonados y una estética cinematográfica que toma tanto del cine europeo como de su reciente vida en Los Ángeles. “Aunque estoy en el proceso de mudarme a Nueva York otra vez”, aclara en conversación con Indie Hoy desde California, donde vivió durante los últimos 5 años y ahora decidió abandonar para regresar a la ciudad en la que vivió después de haber crecido en Texas.
¿Recordás tu primer encuentro con la música electrónica?
Eso tendría que haber sido en 7º grado, cuando primero lanzaron MTV 2 y pasaban “One More Time” de Daft Punk. En ese entonces me encantaba el animé, pero noté que esto era algo diferente. Pero mi interés en la electrónica empezó más en la high school honestamente. El disco que me dio el deseo de hacer música fue el de Boards of Canada, Music Has the Right to Children. En esos años también escuchaba música de baile, Ed Banger Records, Institubes y toda la onda de electro que estaba pasando en ese momento. A mí me encantaba Justice como a cualquier otro, pero lo chistoso fue que mis primeros proyectos musicales estaban persiguiendo ese sonido, intentando descifrar ese estilo de producción. Y cuando más tarde llegué a Neon Indian, encontré una manera de combinar mi amor por la electrónica con el lo-fi de artistas como John Maus, Ariel Pink y los primeros discos de Magnetic Fields. Finalmente se sintió como algo nuevo, mi versión de Daft Punk meets Ariel Pink, o así lo vi en ese momento cuando tenía 20 años.
¿Cómo ves en retrospectiva esos primeros discos de Neon Indian?
Con mucho cariño. El único disco que siento que solo llegué al 80 o 90% del resultado que quería es Era extraña. Pero solamente porque lo hice bajo mucho estrés. En ese entonces tenía un manager que me decía que si no lo acababa rápido se iban a olvidar de mí. Era una mentira, pero teniendo 22 años empecé a paniquear y lo tuve que acabar bajo circunstancias un poco estresantes. Me gusta ese disco, pero hay ciertas canciones que si las escucho en un café pienso que hubiera hecho esta toma otra vez, o hubiera cambiado la mezcla un poquito. Desde entonces jamás tuve que volver a sacrificar mi visión. El otro lado de eso es que toma más tiempo. El disco después de Era extraña me costó unos cuatro años, y este nuevo unos ocho. Es cierto que también estaba haciendo otro disco en 2017, pero nunca llegué a la meta que tenía en términos de producción, así que tomé un break y escribí este.
Hablemos sobre ese disco que abandonaste…
Eventualmente me gustaría regresar a acabarlo. Iba a ser un disco de psych cumbia. En ese entonces estaba escuchando mucha chicha, Los Shapis, Los Mirlos, y me di cuenta que para tocar esa música tienes que estar entrenado en ese estilo. No lo puedes imitar, “you can’t fake the funk” como dicen. Mi hermano sí tiene esa habilidad porque creció tocando en bandas de cumbia. Así que cuando empezó la pandemia, nos deshicimos de cualquier deadline que teníamos, y estuve a punto de regresar y acabar el disco, pero decidí tomar un break y guardarlo para un tiempo en el futuro cuando me sienta más preparado para hacer ese estilo de música y no hacerlo de una manera que se sienta inauténtica o irónica. Entonces mi mini proyecto de la pandemia fue comprar un piano y empezar a componer canciones con él, casi como un ejercicio creativo. Había tenido ese deseo desde 2015, cuando mi hermano entró a la banda, porque él estudió en Berkley y me puse a buscar otros músicos que pudieran hablar ese lenguaje más técnico. De repente me encontré siendo el músico menos adepto en mi propia banda, y eso me motivó a querer mejorar mis habilidades. Pero no fue hasta la pandemia que tuve la oportunidad de tomarme un año solamente practicando música, y estas canciones nuevas fueron el resultado de ese proceso.
¿Cómo dirías que este nuevo disco cambió tu forma de hacer música?
Durante la pandemia, como muchos, traté de comprar la felicidad a través de Discogs. Estuve comprando un chingo de vinilos y me ponía a hacer dj sets en casa para mí mismo y ocasionalmente armaba un livestream. Me clavé mucho con la música brasilera, me encantan sus elementos del jazz, como la bossa nova. Hay un productor, Lincoln Olivetti, que básicamente fue como el Giorgio Moroder de Brasil. Si querías un hit en ese entonces conseguías a ese güey. Compuso muchos hits para Marcos Valle, Tim Maia, Rosana y sacó unos cuantos discos bajo su propio nombre que también están increíbles. Me clavé con querer aprender a incorporar esos elementos del jazz o la bossa nova en la música pop, en particular el estilo boogie. Y lo escuchas en canciones como “La madrileña”. Ahí empecé a cambiar mi estilo y a escribir un disco que sentía más sofisticado, técnicamente.
Además de la música brasilera, contaste que una de tus influencias para este disco fue Luis Miguel…
Sí, Luis Miguel y Emmanuel también. Yo crecí con pop latino, con Gloria Trevi, Luis Miguel y Maná. Es lo que escuchaban mis papás, que eran un poquito más fresas, vamos a decir. Pero para mí, la intersección entre el funk y el pop latino siempre fue Luis Miguel. Así que cuando pensé en cantar en español, empecé con un estilo que ya conocía, el R&B y el funk. Por eso “La madrileña” fue como un homenaje a ese estilo de música.
¿Habías escrito canciones en castellano en el pasado?
Sí, desde 2015 que quería escribir algo en español. Mi primera idea fue hacer una versión de “Annie” en español, pero unos amigos me dijeron que les gustaba la canción así como está, que debería escribir una nueva canción en español. Así que desde entonces tenía esa meta, pero quería verdaderamente encontrar mi voz en español y eso me costó tiempo. “Toyota Man” fue la primera, y fue una canción muy autobiográfica. En ese momento estaba surgiendo mucha música en español o bilingüe en el indie, y podía ver cuáles eran los artistas que en serio hablaban en español y los que estaban metiendo unas cuantas palabras por relevancia. Yo no quería hacer eso. Si iba a hacer un disco en inglés y español -y en este disco también canto en francés-, iba a hacer algo que venga del corazón. Por eso me puse a leer a escritores contemporáneos mexicanos, como Fernanda Melchor y Yuri Herrera, para comenzar a pensar más y encontrar mi propio estilo en español. Porque hasta entonces el idioma había sido algo muy utilitario. Lo hablo con mi familia y mis amigos, pero nunca lo había usado para cantar. Por eso quería tomarme el tiempo y hacerlo correctamente.
¿Tomaste también influencia de otros artistas latinoamericanos actuales?
Para mí, las influencias siempre van a ser cinematográficas. Me gusta escoger un director y ver todas sus películas en orden cronológico, y durante la pandemia hice eso con Pedro Almodóvar. Cuando ves el inicio, empieza siendo un punk, joven, incorporando elementos del new wave y haciendo películas casi como siendo un músico. Se siente DIY, súper punk. Y poco a poco empieza a descubrir que es un director de calidad y que puede contar buenos melodramas. Para los noventa encuentra la confianza de hacer películas como Todo sobre mi madre o Habla con ella. Y me identifiqué con ese proyecto. Cuando empiezas no sabes qué estás haciendo, pero tienes la energía, las ideas, y eventualmente quieres encontrar esa madurez para hacer tus gran obras. Este disco fue un intento de hacer eso.
Si compararas tu discografía con la filmografía de Almodóvar, ¿qué película sería World of Hussle?
No creo que este sea mi mejor todavía. Vamos a decir que ya he llegado a los noventas, estamos en Tacones lejanos, o Carne trémula, pero no he hecho mi gran obra todavía. Estoy empezando a madurar. Porque también está el cliché de las bandas de rock de los ochenta: tener una crisis de los 30 y deshacer tu banda para hacer un disco solista. Así lo hizo Sting, lo hizo Bryan Ferry, lo hizo Paul Weller cuando se salió de The Jam. Y yo estoy en esa edad. Seguir ese cliché era demasiado irresistible, quería jugar con ese concepto.
Es que los clichés tienen algo de cierto…
Sí, totalmente, te empiezas a identificar con ellos. Tú ves el documental de Sting, el de Bring On the Night, cuando se sale de Police, y su manager está súper estresado, no sabe cómo va a promover este disco y esta dirección nueva. Pero Sting dice que se empezó a aburrir de sus canciones y quería hacer un regreso a donde empezó con la música, que era el jazz, e incorporarlo a todo lo que había aprendido en The Police. Y empiezas a identificarte con eso, no con la fama o la trayectoria, pero con ese estado de mente. De repente descubres que ya no estás joven, que no eres parte de gen-Z, eres un adulto y tienes que encontrar nuevas herramientas para que la música siga interesante o relevante para ti.
¿Qué te llevó a usar tu propio nombre para este disco?
Vi una entrevista de Leonard Cohen en el 88, cuando sacó el disco I’m Your Man, que es su único disco electrónico, y estaba hablando con un periodista en Berlín. Y me quedé asombrado por su habilidad a reinventarse totalmente a las edad de 50. De repente tenía un sentido del humor, tenía sus trajes, se compró un sintetizador, estaba en una etapa nueva de su carrera. Tomé mucha inspiración de eso porque me identifico más con Leonard Cohen a los 50 que con el Alan que hizo Psychic Chasms a los 20. Ese güey ya pasó, el que sigue es este. Así que si quiero llegar a esa nueva etapa, ¿por qué no empezar ahora?
Para crear las visuales y los videos del disco tomaste imágenes del cine noir, con historias de drama y ficción, pero el título no puede evitar sentirse como un comentario sobre el estado del mundo actual, este “world of hassle” que vivimos.
Cuando estaba tratando de terminar el disco, no solamente pensaba que el mundo estaba a punto de acabarse, pero también que si salíamos de esta etapa íbamos a entrar a otro mundo. Y fue así, el mundo ya no es lo que era en 2019, estamos en un “world of hassle”. Pero también es algo personal, porque terminar este disco fue totalmente un “world of hassle”. Empezaron a remodelar el edificio en donde vivo, y estaba tratando de grabar mi voz, pero no podía hacerlo de día y a la noche aparecía un ruiseñor que no se callaba. Entonces busqué en Google cómo asustar a un pájaro de una manera respetable, y fue la cosa más Throbbing Gristle que hice: salí a la madrugada con un speaker de bluetooth tratando de asustar al pájaro con el sonido de otro pájaro. Ese fue un verdadero “world of hassle”. Otra gran influencia en este disco fueron los libros de Thomas Pynchon, en los que sus protagonistas se encuentran en un problema y sienten que son el punchline de una broma pero no saben quién la está contando, como si una fuerza misteriosa los estuviera molestando. Es un hilo de paranoia y frustración.
Otra fuerte influencia en el disco es la vida nocturna, un interés que también apareció en todos los discos de Neon Indian. ¿Cómo empezó tu fascinación por la noche? ¿Qué encontrás en ese universo que te sigue inspirando?
Creo que empezó cuando comencé a chambear de DJ, en la universidad. Cuando trabajas en un antro, tienes una diferente relación a la gente que va ahí a bailar, lo ves todo desde otro punto de vista, otro estilo de vida. Mi papá que también trabaja como músico, canta en nightclubs y en restaurantes, también tiene un estilo de vida nocturno, es inevitable. Pude explorar eso bien en el tercer disco, Vega INTL., que fue directamente inspirado por la película After Hours de Scorsese, sobre un güey que se pierde en Nueva York y está toda la noche tratando de regresar a su departamento. Creo que la vida nocturna sigue como una constante en mi música porque sigo clavado en esto como carrera. La mayoría de mi dinero la hago como DJ, porque no tengo que invertir nada en la producción. Al contrario, el show en vivo es más como una inversión, lo hago porque lo quiero hacer y me gusta presentar mi música como se debe hacer, que es con una banda.
También hablaste sobre el jazz como una influencia en este disco, ¿cuál es tu relación con el género? ¿Es una vuelta a tus comienzos como Sting, o es un interés más reciente?
Es más reciente. Me gusta cuando se encuentra en bandas que están tratando de hacer un disco de pop, pero no pueden esconder sus influencias del jazz. Como Nile Rodgers, en los discos que hizo para Chic y siempre está tratando de esconder acordes de Miles Davis, de Coltrane. Y me interesa mucho eso. Obviamente tienes que conocer ese tipo de música para poder incorporarlo, y tal vez eso es lo que todavía me falta. Para mí, aprender más sobre la teoría del jazz es como abrir tu vocabulario para expresar mejor la emoción que estás tratando de comunicar. Y eso lo puedo escuchar mucho en esos discos japoneses de city pop, hechos por gente entrenada para el jazz que está tratando de chambear de banda pop. Y me gusta eso. Tú me pones con una banda de jazz y no sé qué hacer, no estoy ahí todavía, pero por lo menos estoy empezando.
Escuchá World of Hassle de Alan Palomo en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).