A diferencia de muchos artistas de la escena, El Misionero puede hacer un balance positivo del año en el que todo cambió para la industria musical. “El año pasado empezó medio raro, con alguna que otra polémica en enero, algo que se extendió durante todo el año y que hoy día sigue dejando alguna que otra esquirla. Pero la verdad es que el 2020 fue un año muy fructífero en todos los aspectos, tanto desde lo personal como desde lo artístico”, dice Darío Sebastián Araujo, poniendo la lupa de forma incisiva sobre los desafíos que trae un 2021 en el que muchas cosas ya no serán las mismas para el hombre que cambió para siempre el rol del host en las batallas de freestyle en todo el mundo.
“Lo bueno es que este año lo comencé muy bien, con muchas propuestas y proyectos nuevos -agrega el host de la Red Bull Batalla de Los Gallos-. En lo artístico, va a ser un nuevo renacer, algo que creo que está muy bueno. Así que te puedo decir que comencé el año de una manera fantástica. Yo soy una persona que entiende que la vida es una serie de procesos y de esos procesos siempre quedan dos cosas: o pasan de largo y no aprendés nada o vas aprendiendo a medida que avanza el tiempo. En ese sentido, y como te decía antes, el 2020 fue un año de muchísimo aprendizaje, así que estoy muy contento”.
Artista ligado a la vieja escuela del hip hop, El Misionero tiene un largo camino recorrido en la escena nacional y una mirada que va mucho más allá del presente mainstream que viven el rap y el trap a nivel regional. Mientras reflexiona acerca de las complejidades de vivir en una era en la que todo se viraliza y se banaliza con la misma velocidad e intensidad, regresa a los momentos más turbulentos que vivió sobre el escenario y a las consecuencias que le trajo en la vida real. Para él, la experiencia cumple un rol fundamental a la hora de armar un caparazón para batallar contra cualquier embate: “siento que cada cosa que pasamos en la vida nos hacen aprender muchísimo. En el momento en el que más aprendés es en la tormenta, porque todo es muy fácil cuando te llenan de elogios, pero donde más se aprende es en el momento en el que te empiezan a golpear sin parar, cuando más te menosprecian y rechazan. Hay mucha gente que quiere verte destruida solo por el hecho de querer verte en el piso, porque la realidad es que ni siquiera hay algo personal detrás de ese odio”.
Casi sin tomar aire, El Misionero reafirma su postura y redobla la apuesta, sin por ello dejar de mostrar un saludable costado vulnerable que no hace más que denotar humanidad absoluta: “¿Con qué autoridad le voy a decir yo a los pibes que sigan luchando por lo que quieren si yo abandono ante la primera negativa? Esto es puro aprendizaje: cada vez que me subo a un escenario, cada vez que voy a dar una charla, todo lo que digo, lo digo con autoridad porque lo viví, lo vivo y sé lo que se siente. Hablo siempre desde la experiencia real, entonces te digo que el caparazón no se armó del todo porque hay muchas cosas que me siguen doliendo todavía. Pero estoy aprendiendo a lidiar con eso y a tomarlo desde otro punto de vista”.
Tomando como punto de partida una de las frases más rimbombantes de su gacetilla de prensa (“su vida y su arte palpitan al pulso del hip hop”), la conversación vira hacia la masiva y exitosa actualidad de la escena del hip hop local. Desde el underground más puro hasta las secciones de cualquier medio que solamente busca clicks pegándose a la nueva moda, es innegable el hecho de que el hip hop nacional y popular ha evolucionado de forma notable en lo artístico. El problema sigue estando en los valores, en la manera en la que la cultura ha sido despojada de todas sus características sociales y políticas para quedarse solamente con la faceta comercial. “Pienso que en la escena creció mucho la música, que creció mucho una de las herramientas del hip hop -es su diagnóstico-. No creo que el hip hop haya crecido como esencia ni como conjunto de valores, sino que lo hizo más el conocimiento musical. Lógicamente, la llegada al mainstream hizo que todo cobre nuevas dimensiones. Pero el hip hop como cultura y como movimiento no creció, porque el público que se acercó no tiene una identificación con esos valores, a ellos les da lo mismo un Boca-River que una batalla entre Stuart y Dtoke. Lo que creció fue la industria musical, el hip hop como negocio, nada más que eso”.
¿Y cómo sentís que se podría llegar a desarrollar y expandir la verdadera esencia del hip hop en el país?
Siento que se puede, más allá de que suene utópico. Siento que se puede si logramos volver a nuestras raíces. Por ejemplo, el otro día me fui a Jujuy y me encontré con gente de la old school que está re prendida al hip hop y que con 55 años se juntan como se solía hacer hace muchos años atrás. Creo que la clave es comprometerse. Nosotros que estamos un poco más expuestos que los demás, tenemos que hablar mucho de la cultura hip hop y tratar de sembrar las semillas en las nuevas generaciones. ¿Se puede cambiar del todo? No lo sé, pero como misionero tengo la esperanza de evangelizar el hip hop, por eso fue que comencé con esta nueva cruzada que me lleva por todos los países para poder hablar del hip hop desde un lugar esencial y no tan industrial.
El regreso a lo comunitario, una de las claves del hip hop como movimiento político, social y cultural. Sin olvidarse jamás de devolverle a la misma comunidad una vez que se alcanza cierto estatus, una vez que se puede escapar de un destino que parece inevitable. Dos puntos que no se suelen ver en la escena contemporánea y a los que se les contrapone una tendencia al individualismo antes que a lo colectivo. Tendencia que no viene de una nave espacial, sino que es hija del hip hop post-2000 (la infame era del “bling bling”) antes que del hip hop originario del sur del Bronx.
Ante la posibilidad de revertir una ecuación capitalista en términos teóricos y prácticos, El Misionero alterna entre el realismo brutal y la esperanza utópica: “No sé si la situación se va a poder revertir, porque el mismo ser humano es en esencia egoísta e individualista. Siempre buscamos el bien personal porque el sistema nos enseña que tiene que ser así y eso es lo que impide que mires a la persona que tenés al lado, simplemente porque estás más preocupado en salvarte a vos mismo antes que en ayudar al otro. Estamos acostumbrados a un sistema súper individualista y desde ese lugar todo es muy complicado. Igual te digo que si no creyese en que se puede salir de eso, no me movería para siquiera intentarlo, no me la jugaría para nada. Tengo fe en que se puede comenzar una pequeña revolución en la que todos los que se vayan despertando vayan contagiando a los demás. En lo utópico, esto sería lo ideal, más allá de que suceda o no”.
Perder la esperanza no es algo inherente al hip hop, sino más bien todo lo contrario, quedando una frase de Araujo sellada a fuego en la conversación: “El hip hop con sus principios puede cambiar a una sociedad entera. Pero bueno, la realidad es que para ese despertar de conciencia se necesita mucho compromiso, algo en lo que me incluyo”.
Cuando vamos directo al tema de los jóvenes pesos pesados de la nueva generación y su reticencia a abrazarse de forma completa y sincera con los valores del hip hop, no hay muchas vueltas retóricas por parte de El Misionero: “Si ellos ven esta movida y les copa al punto de querer ser parte de ella, bienvenido sea. Pero yo no creo que vaya a buscarlos, hay muy pocos con este pensamiento, más allá de que algunos pocos que sí piensan de la misma manera, seguramente tengan ganas de sumarse cuando nos vean haciendo todo esto”.
Después de aclarar velozmente que, desde su visión, el hip hop no está en contra de la política, sino de los partidos políticos en general, El Misio afila un poco más los colmillos para seguir buscando –con bastante éxito, hay que decirlo– el hueso de quien se vende como neutral y apoya el famoso “NO ME METO”: “Creo que hay mucha gente más preocupada por los likes y por los seguidores que por jugársela con algo referido a la esencia del hip hop. Yo no sé qué pasaría si Tupac estuviese vivo en este contexto de la pandemia. Pensá que él sacó un disco que se llama Killuminati [The Don Killuminati: The 7 Day Theory de 1996, publicado poco después de su asesinato], así que seguramente le dirían que es un loco de mierda, un conspiranoico, así que no sé qué haría él en este momento. Hay gente a la que le importan más otras cosas, todo es muy banal por momentos, muchos de los artistas prefieren no perder ni el trabajo ni los likes que dar una opinión acerca de algo”.
Mientras muchos sostienen que –en comparación al rap y al trap y también con otros géneros en general– el freestyle como disciplina ha llegado a un punto de estancamiento, El Misio tiene una visión por completo diferente, incluso cuando se trata de las batallas: “El freestyle batalla por una cuestión lógica, va a tener siempre el mismo loop. Todo es golpeo, punchline, ataques. Pero el freestyle en sí mismo es la base de muchísimas canciones de rap y de trap. Los que dicen que es cuadrado seguramente lo digan porque miran solo las batallas, pero también ahí se pueden encontrar muchos matices, más allá de que no logren ser canciones. Una cosa es freestyle batalla y otra el freestyle cypher, que llegó a un nivel recontra zarpado. Está sucediendo, el nivel es altísimo, la mayoría de los que hacen canciones lo hacen sobre un freestyle”.
No es una novedad, pero vale la pena repetir, que Araujo revolucionó para siempre el rol del host en las batallas de freestyle a nivel mundial. Hecho no menor que siempre ha sido tomado con mucha calma por su protagonista a la hora de explicarlo: “Creo que fui sintiendo y vibrando acorde a lo que sentía. Fui genuino con mis sentimientos. Las frases que digo, los apoyos que hago, los outfits, la manera de entrar a los shows… Todo eso lo fui llevando desde la autenticidad pura, no le copié nada a nadie. Pensá que en un momento me decían que gritaba demasiado y a mí nunca me importó porque era lo que sentía. Lo loco es que muchos de esos hoy día me copian en todo, así que es evidente que ser fiel a mí mismo fue una buena estrategia. Y el estilo sigue en evolución, va creciendo cada vez que me subo al escenario, porque siempre trato de mejorar todo lo que puedo”.
Mientras la entrevista va llegando a su final, se hace inevitable la pregunta acerca de ese evento que lo marcó para siempre: “La que nunca me voy a olvidar es la God Level de Chile en 2016. Me acuerdo que pedí estar y me dijeron que no tenían plata para pagarme. Cuando retruqué que iba gratis, me dijeron que no me podían pagar tampoco el pasaje de avión, a lo que les dije que yo me lo pagaba y que solo necesitaba un techo, frazada, colchón y dos comidas diarias. Y pasó algo re loco, porque fue el primer evento de freestyle al que fui que sentí muy cercano a la esencia del hip hop, así que para mí es algo inolvidable”.
Desde tu lugar de experiencia y conocimiento en la materia. ¿Creés que es necesario un cambio o al menos una nueva vuelta de tuerca en las competencias de freestyle de nuestro país?
Pienso que es momento de reinventarse, de encontrarle una vuelta de tuerca como decís, porque acá en Argentina estamos muy evolucionados con el tema del freestyle. Lo que me gustaría a mí es eso, porque vengo hace ocho años con lo mismo y todos los días veo que hace falta algo diferente.
¿Qué artista, disco o canción te marcaron como profesional? ¿Con qué figura de la black culture te quedás en lo que refiere a inspiración cotidiana?
Si tuviese que elegir un artista y un disco, me quedo siempre con Aquel que había muerto de Vico C. Ese disco me cambió la vida y fue el que me hizo elegir el camino del hip hop. Y te agrego a Martin Luther King como imagen revolucionaria, porque es sin dudas la que más me ha marcado desde siempre.