Juan Cruz Del Cerro recorrió el país en búsqueda de un árbol. En 2016, dos años después de que Bosques publique su tercer disco, El centro del vacío, y semanas después de presentarse en vivo por última vez en Buenos Aires, el cantante de la banda escapó de la ciudad y se fue a vivir a un pueblo al norte de la provincia de Mendoza. Durante tres años viajó por Argentina estudiando plantas como el chañar y el huachuma, investigando sobre sus usos medicinales, sus modos de preparación ancestrales y sus propiedades psicoactivas. Hasta que por fin, en las sierras de Catamarca, encontró lo que buscaba: el cebil.
El cebil es un árbol que crece en la altura; sus raíces se aferran a la tierra y sus largas ramas dan la impresión de estirarse hacia el cielo. Entre sus hojas alargadas cuelgan vainas naranjas con semillas dentro, y se han encontrado evidencias de su consumo en pueblos originarios de Latinoamérica. Incluso se hallaron restos de semillas de cebil en pipas de hueso en cuevas de Jujuy fechadas en el 2300 a.C. “Es un árbol increíble pero muy poca gente parece que lo conoce. Es un conocimiento que se perdió, hay mucho desconocimiento en general acerca del cebil incluso acá donde crece -cuenta Juan Cruz desde Anquincila, un pueblo en las sierras de Ancasti al que se acerca regularmente para conseguir señal antes de volver a su base en el monte-. El cebil es un gran misterio, por eso estoy acá de hecho, es lo que me trajo a esta sierra”.
Las semillas del cebil contienen dimetiltrptamina o DMT, el mismo componente químico que se encuentra en las plantas utilizadas en los rituales de ayahuasca. Durante el siglo XX, investigadores interesados en las propiedades psicoactivas de plantas medicinales como Albert Hofmann se dedicaron a aislar los componentes químicos de las plantas y sintetizarlos. “Hay todo un camino por ese lado -cree Juan Cruz-, pero al hacer eso se pierde lo más esencial, en mi experiencia, que tiene que ver con que las plantas son seres que comunican mundos, dimensiones. No se trata simplemente de una molécula aislada, es sobre el lugar donde está el árbol, la tierra donde crece, las estrellas arriba del árbol, los animales que viven cerca, las plantas cercanas, la gente que está alrededor… el espacio-tiempo en el que está. Cuando uno consume la planta con una intención y con respeto, la planta permite abrir esas conexiones. La semilla se vuelve como una llave dimensional que te conecta con un montón de cosas. En mis experiencias con el cebil, me conectó con la vida mineral, la vida metálica, la vida de los imanes. Me conectó profundamente con la tierra, el planeta y las estrellas”.
Inspirado por estas experiencias con el cebil, Juan Cruz volvió a Mendoza y lo llamó a Marcos Díaz, la otra mitad de Bosques, con la idea de viajar a Buenos Aires para grabar un nuevo disco. “Él venía con la idea de quedarse solo un mes para grabar el disco y yo lo veía muy poco probable -cuenta Marcos desde su casa en Villa Crespo-. Si bien desde que nos formamos como grupo sacamos material todos los años, era porque nos juntábamos constantemente. Creo que no estoy exagerando si digo que nos juntamos todos los días o día por medio durante años, y no paramos de producir material. Pero en este contexto lo veía bastante poco posible, pero bueno, yo le seguía la corriente, le dije que venga, que traiga sus instrumentos y veamos qué se podía hacer”.
Juan Cruz se terminó quedando dos meses en Buenos Aires, durante los cuales grabó los instrumentos de viento, percusiones, pianos y voces que estructuran las nueve canciones de Invocación, el cuarto disco de la banda. Es el primer álbum en su discografía en el que no grabó su cello, instrumento que se había vuelto central en el sonido de Bosques desde los inicios del proyecto. En su lugar, Invocación está colmado de quenas andinas y texturas etéreas creadas a partir de la manipulación de cintas de cassette. Es el trabajo más meditativo de la banda, reemplazando la psicodelia de las largas zapadas de sus primeros discos por una producción vaporosa y minimalista.
“Si tengo que decir cuál fue la intuición sonora para el disco, creo que desde un principio hablamos de vientos y sonido magnético”, dice Juan Cruz. La quena fue el principal instrumento que lo acompañó durante sus viajes por el país; y su interés por el magnetismo provino de sus experiencias con el cebil. Esta visión conceptual de Juan Cruz coincidió con la reciente obsesión de Marcos por el trabajo de artistas sonoros como William Basinski y su obra hecha a partir de la desintegración de cintas magnéticas titulada The Disintegration Loops. Esos trabajos también habían influenciado los últimos discos de Entidad Animada, el proyecto solista con el que Marcos publica sus experimentos con la música ambient, mixtapes instrumentales y ediciones en cassette.
¿Cómo fue el trabajo con cintas en el disco?
Marcos: Lo que hicimos fue desarmar algunos cassettes, los cortamos y pegamos con cinta creando loops propios, analógicos, y los procesamos con efectos. También usamos la cinta como un efecto propio.
¿De dónde surgió la idea?
Marcos: Yo estaba flasheando con el tema de las cintas incluso antes de que Juan Cruz venga a Buenos Aires. También tuvimos la suerte de que él se quedó en un departamento que tenía una doble cassettera para que juguemos libremente. Y una noche, en medio de Belgrano, conseguimos de pedo un quiosco que nos vendió un cassette. El vendedor dijo que ni sabía que tenía eso en el quiosco. Si no hubiera coincidido todo eso, quizás nunca hubiera existido el disco.
Juan Cruz: Fue una especie de sincronía, el encuentro de dos intenciones que venían de lugares distintos y se juntaron cuando hicimos el disco. Por eso creo que Invocación tiene que ver con una intención magnética que va más allá de una metáfora, es literal. Y la cinta justamente es una tecnología que funciona en base a imanes. Es algo que va tomando cada vez más sentido a medida que profundizamos… Una invocación es algo de adelante que vino hacia atrás y algo de atrás que fue hacia adelante… del futuro hacia el pasado, del pasado al futuro, desde un acá hacia un allá, desde un allá hacia un acá. Es esa energía electromagnética la que genera los lazos en una red. Aparece en el arte de tapa, en la instrumentación del disco y en el mismo nombre, Invocación, que es una canción que se grabó una noche en un piano apenas terminamos El centro del vacío y quedó ahí en mi cabeza. Fue como la semilla, sabía que así también se tenía que llamar el disco.
Los meses en los que Juan Cruz y Marcos grabaron el disco también coincidieron con el tiempo en que Esteban Guiragossian, quien había formado parte de Bosques entre 2014 y 2016, estuvo en Buenos Aires después de haber viajado durante tres años por Asia, Europa y Latinoamérica. “Tuvimos la oportunidad de juntarnos los tres, le mostramos el disco y grabó algunos instrumentos -cuenta Marcos-. Siento que Esteban tiene algo que ver con este disco, él también estuvo viajando y tuvo experiencias en el Amazonas”.
Según especifican con detalle en la ficha técnica del disco, Esteban grabó un charango de Cusco y una maraca chamánica de Iquitos, instrumentos autóctonos que se suman a los interpretados por Juan Cruz y Marcos: un teponaztli de Guatemala, cuencos tibetanos, un shekere, un djembe y un güiro de calabaza de Perú, entre otros. “Pusimos el origen de cada instrumento porque me pareció que era una información que valía la pena circule. En cierta manera la instrumentación hace al disco”, dice Marcos y Juan Cruz agrega: “sí, el sonido de los instrumentos está en su origen. Pero creo que, más allá de todo instrumento, Bosques siempre se trató de la búsqueda mutante”.
Antes de comenzar a grabar Invocación, el dúo estuvo trabajando en dos discos que publicaron a comienzos de 2020: Mutaciones y Cómo sanar de lo monstruoso. El primero se trata de un EP de cóvers de cuatro bandas que formaron parte de las principales influencias del proyecto desde sus inicios: The Velvet Underground, Stereolab, Spacemen 3 y Spiritualized. Bosques rinde homenaje a sus ídolos, traduce sus letras al castellano y en cierta forma se reapropia de esas canciones para llevarlas a su universo sonoro.
Cómo sanar de lo monstruoso es el registro de una improvisación que la banda hizo en vivo en 2015 para musicalizar una proyección de Nosferatu, la película muda de 1922 dirigida por F. W. Murnau acerca del vampiro. Es un álbum muy particular en la discografía de Bosques, una grabación en la que la identidad de la banda se disuelve y solo quedan sus elementos esenciales, con el cello de Juan Cruz guiando el soundtrack de principio a fin.
Por más que Mutaciones y Cómo sanar de lo monstruoso fueron grabados hace más de cinco años, están atravesados por temáticas en común como la mutación y la sanación, tópicos que cobran una especial relevancia en un mundo pandémico. Incluso Invocación se siente profético por momentos en su invitación a dejar entrar el cambio para enfrentarse con lo desconocido y encontrar en la transformación una especie de trascendencia. Es también un disco con un aura sanadora que surge en la suavidad con la que suena cada instrumento y la lentitud con la que la voz de Juan Cruz se detiene en cada palabra.
“Los tres discos son muy anteriores a que empezara el Coronavirus -aclara Juan Cruz-. Es más… cuando hablábamos con Marcos de Invocación, lo primero que me dijo fue que teníamos que hacer algo con las grabaciones de Nosferatu. Me las mandó, las escuché y lo primero que pensé cuando terminé fue el título: Cómo sanar de lo monstruoso. La película Nosferatu trata sobre el vampiro de una manera muy profunda. El vampiro Nosferatu es justamente una pandemia, un virus o una peste. El virus es una encarnación del vampiro y a la vez una manifestación suya. Y Mutaciones también es un disco que se siente actual de alguna manera”.
¿En qué sentido lo ves actual?
Juan Cruz: Es algo que viene desde un lugar pasado pero que emergió ahora. Para mí, toda la obra de Bosques es una sola obra, una cosa viva que está relacionada de principio a fin. Nosotros sacamos un disco después de Pleroma Sum que se llama Eomaia Nam, y “Eomaia” es una canción que también me parece muy actual y lo relaciono con Mutaciones porque hablan de lo mismo, que es la posibilidad de un futuro. De una manera paradojal, las mutaciones son la posibilidad del futuro. Y lo que está pasando en este momento, por eso digo tan actual, es una gran mutación en muchas dimensiones y aspectos. Mutaciones, que es un disco de cóvers y a la misma vez es muy de Bosques, habla del futuro a través de la mutación, y la mutación como algo muy ligado a la invocación. La tierra sobre la que estamos está hecha de vibraciones en movimiento desde siempre, y la manera de ir hacia adelante es atravesar el movimiento. En ese sentido, me parece que están muy ligados estos tres discos que sacamos el mismo año; parecen muy diferentes entre sí pero en una manera misteriosa hablan de lo mismo.
El EP incluye una versión de “Lady Godiva” de The Velvet Underground que toca el tema de perdurar en el tiempo.
Juan Cruz: Para mí, esa canción es la clave del EP. Habla sobre algo que perdura a través de las mutaciones, e Invocación también habla de la trascendencia a través de las mutaciones, algo que aprendí de mis experiencias con el cebil.
¿Cómo hizo Marcos para entender todo lo que te había transmitido la semilla del cebil sin él haber experimentado con la planta? ¿Tuvo una experiencia propia similar que permitió que se entiendan?
Juan Cruz: No quiero ser cursi pero la verdad es que Marcos es una persona completamente mágica, fabulosa, no sé qué palabras usar. Siempre tuvimos una conexión. El día que sacamos el disco, que estábamos muy sensibles, Marcos, vos me decías que el primer viaje que hicimos junto a los bosques de la Patagonia fue un viaje iniciático de Bosques. Ahí hicimos nuestro primer disco, ¿te acordás, Marcos? Me hablabas de esto ayer…
Marcos: Sí. Nosotros fuimos en micro de Buenos Aires hasta la Patagonia, fueron como veintipico de horas de viaje hasta llegar a este lugar donde estábamos parando que no era una ciudad ni un pueblo, era arriba de una montaña perdida. Ya se había hecho de noche y coincidió que era el 31 de diciembre de 2009, entonces compramos algunas bebidas para festejar el año nuevo. Hasta ese momento yo no había conocido la Patagonia, nunca había ido al Sur, así que dijimos de dar una vuelta. Justo después de medianoche nos adentramos, fuimos a caminar adentro del bosque y lo que me sucedió me pegó muy fuerte. Fue como el primer contacto con la naturaleza total, nunca había tenido algo así en mi vida. Nunca me había sentido en medio de la nada, en medio de la noche. Experimenté una sensación como de, no de baja presión pero algo similar, como que me pegó, me pegó la energía del bosque de noche. Y no era algo malo, era como algo que me decía: “estás en mi terreno y acá las energías que se manejan son estas”. Entonces le dije a Juan Cruz, “che, volvamos a casa porque estoy mareado”, ese era el término, estaba mareado, abrumado, como sobrepasado por la energía de la noche del bosque. Con Juan Cruz nos acordábamos de esta anécdota porque volví a sentirme abrumado, en el buen sentido, cuando salió Invocación. Cuando estás trabajando en un disco, una cosa es grabar, escuchar las mezclas, corregir, y otra cosa es cuando ya está terminado, lo publicás y deja de ser tuyo para empezar a ser parte del resto del mundo. Y así pasó cuando salió el disco, cuando lo vimos flotando en la realidad, me acordé de esa sensación que sentí en el bosque. No es una mala vibra ni una mala onda, nada malo, es como con una sensibilidad ante energías que existen y fluyen y nos atraviesan. Entonces, yo entiendo perfectamente sin haber experimentado esas sustancias que relata Juan Cruz. Primero porque lo conozco, creo que más que ninguna otra persona, y segundo porque una vez que las puertas de la percepción se abren permanecen abiertas.
También puede relacionarse con que, si bien cada planta es particular, en un punto todas transmiten una misma enseñanza.
Juan Cruz: Sí, pero me parece que esto está más allá de la plantas. Las plantas son un medio posible, algo que abre conexiones, pero nuestro entendimiento con Marcos está desde mucho antes que todo eso. Nos entendemos desde un lugar que en lo fundamental tiene que ver con la música, y la música como la expresión máxima de la naturaleza. Nuestra amistad musical tiene que ver con un entendimiento que va más allá de toda cuestión. Justamente por eso nosotros hablamos desde un primer momento del “pléroma”, de habernos encontrado en el pléroma a través de la música. Los dos viniendo de lugares muy distintos, nos conocimos en una plaza y nos pusimos a hacer música e inmediatamente entendimos que estábamos buscando lo mismo en la música, que es acceder al pléroma. De ahí salió nuestro primer disco [Pleroma Sum] y el sello que hicimos juntos [Pleroma Discos]. Es un concepto más allá de la palabras que agarramos de la tradición gnóstica, tiene que ver con la trascendencia. De eso mismo habla Invocación y creo que de eso habla todo Bosques, de algo que ya estaba en nuestro primer encuentro con Marcos, en nuestras búsquedas e intenciones. Creo que nos gusta la música de la misma manera, por las mismas razones y le ponemos el mismo nombre, digamos.
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