“No me importa si con este disco se hace más conocido mi proyecto”, asegura Mariano Peccinetti desde su Mendoza natal, “lo que más quiero es que conecten con ese mensaje chamánico que tienen las letras”. Está hablando de Savia roja, flamante tercer larga duración que acaba de grabar bajo su álter ego Las Luces Primeras, y que eligió dar a conocer en pleno apocalipsis. Es que se trata de su trabajo más directo, el clímax de una travesía que arrancó en 2008, cuando salió del secundario y decidió probar suerte en Buenos Aires como músico. A fines de 2012 volvería a patear el tablero: regresó a sus pagos y se enfocó en un emprendimiento de collage digital mientras iba imaginando Sensualista, esa pieza de artesanía dream pop con la que debutaría en 2015. En la portada, unas manos con guantes dorados parecen percibir la energía de un helecho. Así, con esa postal de botánica glam, Peccinetti introdujo el cóctel sonoro con el que se reinventó luego de cinco años curtiendo el under porteño junto a su primer proyecto, Trasvorder, génesis de su actual estampa psicodélica. En paralelo, seguía subiendo collages a las redes: “Es tentador decir ‘che, no pasa nada’ y abandonar, pero lo que sirvió fue seguir haciendo y compartirlo, no guardármelo”, explica Mariano sobre su filosofía de trabajo, y no podría estar más en lo cierto: el emprendimiento terminó dando sus frutos, y hoy le permite financiar su carrera musical.
En 2018 volvió a sorprender con Forestal Tape, una oda al surrealismo en la que se despojó de toda limitación formal para entregarse de lleno a la experimentación. El arte de tapa ahora invitaba a zambullirse en un paisaje lisérgico con guiño a Twin Peaks, y el pop etéreo se dejaba seducir por una pócima a base de dimensiones paralelas, vuelo instrumental y barroquismo vintage.
Con Savia roja, el referente del indie mendocino redobla la apuesta: fortalece su identidad sonora y construye una psicodelia a la medida de esta época. Más que escenario del viaje místico, la naturaleza es ahora portavoz del mensaje, y “Toxi”, un manifiesto ecologista en clave kraut punk, la canción que mejor lo resume. “Plantas negras” funciona como bálsamo y a la vez himno de empoderamiento para transitar la distopía: “No me digas que no estás buscando algo lindo en esta oscuridad”, canta, y en “La liebre libre” encarna a una suerte de Donovan cuyano que invita a huir de la opresión del sistema. Por si quedan dudas, en el instrumental que cierra el disco está la clave para acceder al despertar de conciencia que propone su artífice. Esa desintoxicación espiritual solo parece posible de una manera, y de ahí lo contundente del título: “Apaga las pantallas”. Un imperativo más que atendible en estos tiempos pandémicos, donde la virtualidad y el desenfreno informativo se multiplican tan rápido como el virus.
¿Cómo impactó la cuarentena en la producción del disco?
El disco lo venía pre produciendo desde el año pasado y los primeros meses de cuarentena dije “bueno ya está, lo termino”. De hecho, casi que lo regrabé entero. Grabé las baterías de vuelta y terminé de cerrar las letras porque fue cambiando la perspectiva de todo. “La liebre libre” y “Toxi” las compuse el año pasado, pero las demás las fui modificando ahora.
Sin embargo, “Toxi” fue profética en cierto modo. Con la pandemia, la balanza se inclinó a favor de la naturaleza en muchos aspectos.
Sí, es muy loco, pero la compuse arriba de un tren bala en China, en octubre. Miraba para afuera y se veía una neblina muy densa, que en realidad era smog y galpones de fábricas, y atrás de esas fábricas había un paisaje verde que pasaba casi desapercibido. Y pensé “wow, qué tóxico es todo esto”. Nos quieren convencer de que hay que avanzar tecnológicamente, que está bueno convertirse en una “superciudad”, pero en realidad es horrible. Súper frío, puros celulares, la gente ni se mira a la cara… China será una superpotencia, pero a la gente le robaron el alma. Acá todavía es otro mundo, y si vamos hacia eso no quiero saber nada.
El sistema busca la forma de empujarte hacia lo “toxi”. Alimentarse sano, por ejemplo, es cada vez menos accesible económicamente…
Sí, uno se empieza a convertir en toxi por lo que consume, yo también soy parte de eso. Entonces no es que los chinos sean tóxicos, sino que todo es tóxico a esta altura: el agua contaminada, el auto que tira gas, los alimentos ultraprocesados, uno mismo que tira un plástico y después eso termina en el mar…
Después de probar suerte en Buenos Aires, volviste a Mendoza y pareciera que algo se destrabó. ¿Alejarte de esa vida toxi fue lo que te permitió enfocarte más en tus proyectos?
Sí, en los cinco años que estuve en Buenos Aires produje muy poco. Ni bien salí del secundario me fui para allá y me dediqué a la música de lleno con Trasvorder. Empecé a moverme en el under pero me costaba muchísimo porque tenía que laburar ocho horas para mantenerme, y cuando llegaba a mi casa estaba re molido, no quería ni tocar la guitarra. Me costó un montón sacar el primer disco. Entre trabajar y salir, no encontraba el tiempo para tocar o componer.
¿Qué creés que hubiese pasado si te quedabas en Buenos Aires?
A ese ritmo iba a sacar un disco cada mil años. Creo que estando allá, ni el proyecto de collage se me hubiese ocurrido. Cuando empecé con eso también estaba grabando el último EP de Trasvorder y trabajaba con una Netbook de diez pulgadas que se me trababa todo el tiempo. Después me pude comprar la Mac para laburar tranquilo, pero fueron dos años de apostarle a algo sin saber qué iba a pasar… porque subía los collages a las redes y al principio no había feedback.
Eso te permitió un mayor compromiso con el sonido vintage que buscabas.
Sí, y es algo que me costó muchísimo. El primer disco lo hice con una guitarra Squier re barata, y después fui subiendo. En Forestal Tape usé otra del 78, y recién para este disco me pude comprar la del 68. También incorporé el Space Echo, para eso ahorré bastante. Mezclo lo vintage posta con lo digital, porque para grabar como lo hacían en aquella época tendría que tener muchísima plata. Pero bueno, cuando tenía la Netbook igual grabé un disco. Si tenés ganas de hacerlo lo podés hacer con cualquier cosa. Lo que importa son las canciones, que se componen muy humildemente y con poca producción. Lo que le agregues después ya es un fetiche.
¿Qué instrumento preferís para componer?
He probado de todo: componer con la guitarra, componer con un colchón de teclados, arriba de un tema instrumental ya armado, o incluso caminando en la calle. Para mí se trata de eso, de ir cambiando. “La liebre libre”, por ejemplo, se me ocurrió cuando iba caminando al registro del automotor. De pronto vi que entraba alguien medio perseguido, como cuando entrás al colegio y sabés que estás llegando tarde y te van a retar. Vi esa imagen, la frustración que tenía esa persona, y pensé “che, liberate de todo esto”. Ahí me di cuenta que desde chicos estamos condicionados por esa presión de cumplir horarios, alienados por el sistema, y eso te va deprimiendo.
¿Imaginaste Savia roja como un disco conceptual?
Fue cambiando. Cuando te empezás a alejar de la obra entendés por qué se conecta un tema con otro, y en este caso vi algo re power: como si la savia me estuviera enviando una información, un mensaje para descifrar. Ya sea al consumirla o al acercarme a la planta y sentir su energía. Por eso la savia es roja, porque es como si fuesen venas.
Pienso en Mort Garson, pionero del sintetizador Moog, que compuso un álbum específicamente para las plantas…
Sí, Plantasia me re inspira y siempre me ha inspirado la naturaleza. Siempre he estado en contacto con eso, incluso mientras vivía en Buenos Aires. En mi familia somos todos re planteros, ahora estamos a full con la huerta acá en casa y en lo de mi viejo también, buscando semillas y esas cosas. A él le digo que se meta en ese universo y que ni prenda la tele, que ni vea las noticias. Al final, los mejores momentos son esos, los que pasás con tu familia… bueno, o yendo a ver un show.
¿Por qué “Power paz” quedó afuera del disco?
Se fue separando sola. La sacamos en septiembre del año pasado como una especie de avance del disco y cuando empecé a mezclar todo y a regrabar, la quise meter a toda costa. Hasta pensé en hacer una versión acústica. Pero después no la vi con las otras canciones… el disco empezó a tener más conexión con las plantas y cerraba mejor el concepto.
Esta vez te encargaste de todas las voces y los instrumentos. Salvo algunas excepciones, viene siendo esa tu dinámica de trabajo. ¿A qué responde?
Viene de Trasvorder, ahí siempre estuve solo y en vivo me acompañaban mis amigos. De esa forma puedo llevarlo a cabo más rápido. Al trabajar en mi casa, vuelvo a regrabar hasta que me parece que está perfecto para el tema, y fue lo que hice con Savia roja. Antes terminaba abandonando el proceso porque sabía que ir a un estudio a grabar las voces o las baterías de vuelta, con un buen micrófono, era plata. Ahora me siento mucho más libre porque todo eso puedo hacerlo en mi casa y estoy muy feliz de que se me haya podido dar. Recién a los 35 años y toco desde los 11, pero bueno, en Argentina cuesta muchísimo tener tu propio estudio. Ahora quiero disfrutarlo y seguir grabando, prometo sacar otro disco más el año que viene.
Las letras de las canciones son como pequeños mantras, ¿buscabas que el mensaje sea más directo?
Para este disco opté por acortar la duración de las canciones. Venía componiendo sin pensar en eso, pero de pronto sentí que en el mundo todo funciona muy rápido, ¡y yo también! No me alcanza el día para hacer todo lo que me propongo. Entonces empecé a economizar: achiqué las vueltas, y achiqué también las frases. En vez de meter pasajes instrumentales en las canciones, lo hago en temas aparte. Sigo profundizando en la psicodelia, pero con canciones cortas. Una mini psicodelia.
Sabías que no ibas a poder presentarlo en vivo, al menos no en lo inmediato, pero igual elegiste adaptar el disco al contexto y sacarlo ahora. ¿Por qué?
En este contexto todo se complica, no podés planear demasiado. Pero el disco quise sacarlo igual porque me gusta terminar las cosas y pasar a algo nuevo, no me veía teniendo Savia roja guardado hasta el año que viene. Hubiese perdido la esencia por todo lo que viví en ese momento. Retener las cosas no sirve.
Escuchá Savia roja en todas las plataformas de streaming.