A pocas cuadras del Congreso, la banda tiene su nicho, una cómoda sala de ensayo que alquilaron hace no mucho tiempo. Arturo un día se apareció con la idea del lugar, y a fuerza de pulmón se hizo realidad. Lo primero que llama la atención es la cartelera del edificio, que tiene en letras blancas los distintos inquilinos que vas a encontrar en los pisos. En el quinto se lee: Mi Amigo Invencible. Un poco nervioso saludo a todos los integrantes que me reciben con una bienvenida cordial. Empezaba a asomarse el calor de diciembre, así que me instalé frente a una ventana grande donde me excusaban los cigarrillos tapando mis primeros nervios de acercamiento. Así pasé mis días con ellos, desde fines del 2018 hasta hace muy poco, viendo cómo todo empezaba a tomar forma. La espera terminó el 5 de julio con la salida del tan esperado nuevo disco de Mi Amigo Invencible, Dutsiland.
Quienes seguían de cerca a la banda reconocen una etapa misteriosa en el proyecto, cuando anunciaron un viaje al campo con la intención de encerrarse a producir un disco alejado de la tecnología y el humo de la ciudad. Pero ese disco nunca salió, y en cambio la banda volvió con un EP titulado Nuestra noche. Sin embargo esa residencia dejó una marca en el grupo y en su línea cronológica. Su disco anterior, La danza de los principiantes (2015), fue una bomba que dejó varios hits en sus shows, como la canción que da nombre al disco y baladas minimalistas como “Noches de ciencia ficción”. Este trabajo demostró la consagración de la banda como una de las más importantes de la escena nacional. Pero cómo salir de ese título ocasionó presiones y frustraciones que se conjugaron en diversas problemáticas a la hora de pensar lo nuevo. El viaje al campo fue eso, un distanciamiento de todo para empezar a pensar en el destino de su sonido.
Hablé con la pared
Un día estaba parado afuera de la sala esperando que alguien me abriera y llegó Mariano C. Cuando le remarqué mi interés en ese viaje que hicieron, me dijo algo que me quedó vibrando mientras abría la puerta, algo como que la sala de ensayo era lo más parecido a lo que les había sucedido en el campo. Ahí entendí ese punto de reunión como un lugar capaz de albergar al grupo no solo en los momentos instrumentales, sino que también sirviera para que la música se proyectara en los momentos que no se la ejecutaba. Un lugar de convivencia, donde la banda pudiera habitar sus canciones y sentir la brisa de cada una de ellas, mientras crecían dentro, algo que era producto de la experiencia. Esa cueva para los lobos o ese nido para los pájaros, era lo que la banda necesitaba para desplegar su lado animal y ser habitué de su propio ecosistema.
La sala empezó a crecer junto al disco y a tomar otro color; había muchos nuevos detalles decorativos desde mi primer visita. Sobre la pared colgaba una fotografía en blanco y negro de Osvaldo Pugliese, reconocida figura del tango, donde se ve de fondo el Congreso de la Nación. Todos estaban flasheados con que la foto había sido sacada muy cerca de la sala, donde estábamos mirando la foto, “acá nomás.” Cerca de la foto, impresa en una hoja A4, había una cita de la novela distópica de Ray Bradbury, Fahrenheit 451: “El fanático incendiario de libros se da cuenta entonces de que todo el pueblo ha escondido los libros memorizándolos. ¡Hay libros por todas partes, ocultos en la cabeza de la gente!” La banda empezó a calentar los instrumentos y ensayaron canciones de su repertorio para una fecha próxima en el Festival de Movistar que se hacía en su provincia natal de Mendoza. Con breves intervalos surgían conversaciones donde me anticipaban sobre su nuevo disco y un extraño deseo de producción. Fue ahí cuando me contaron sobre Luke Temple y coincidieron en que su disco A Different Ship con Here We Go Magic era lo que más les recordaba al sonido de Mi Amigo Invencible.
El techo se está rompiendo
Eran las vísperas de las fiestas de fin de año cuando volví una tarde a la sala. Fui con una remera de Ricky Espinosa con la intención vaga de sacar una charla sobre una canción de sus primeros discos, “Ajeno”, que incluye fragmentos del líder de Flema. “Muy buena remera,” me dijeron, “elegite una de estas…” Me regalaron una de Mi Amigo Invencible con la portada de su último EP, Ciencias Naturales. Siempre parecían alegrarse con mis visitas y compartía charlas fugaces con cada uno en distintos momentos. Ese aroma familiar es algo que caracteriza al grupo, son amigos hace mucho y parecen conocerse muy bien entre ellos; pero lo más particular, es lo abiertos que eran para dibujarme su propia historia. Arturo me hizo una especie de diagrama imaginario de Mendoza y me localizó dónde vivía cada uno y más o menos calculábamos las distancias. Por momentos aparecía una especie de nostalgia al recordar los bosques y la naturaleza de su provincia; pero ninguno está arrepentido de haberse ido a vivir a Buenos Aires. Más tarde, en el humo de un cigarrillo, surgió la duda de qué hubiera ocurrido si el boom mendocino que sucedió en estos últimos años en la música argentina, hubiera pasado tiempo antes de su partida. Nadie supo bien qué responder.
Esa tarde estaba Carlos Sidoni, su manager y cabecera de Estudio Inga. Todos se encontraban un poco nerviosos porque iba a ser un día muy especial, pero aún no imaginaban cuánto. Habían recibido la respuesta afirmativa de lo que parecía un delirio días atrás, pero ahora eran los primeros ladrillos del puente: Luke había escuchado las maquetas de las canciones y le habían gustado. La noticia fue como una bomba que empezó a romper el techo que les impedía ver con claridad el cielo con el que soñaban. Sin mucho que esperar, se tomó la decisión grupal de comunicarse con Luke en ese mismo momento, de llamarlo para saber qué había imaginado al escucharlos y dejarle en claro que ellos creían que él era el indicado. La imagen siguiente forma parte de uno de los momentos más increíbles de mis días con ellos: verlos acomodarse, medio apretados, para realizar una videollamada a su futuro productor. Ubicaron el celular a cierta distancia para que el encuadre vertical encerrara esa especie de tetris humano. Luke atendió mientras estaba manejando por una ruta de Los Ángeles y enseguida todos lo saludaron sonriendo con la mano, entre algunos “Hola” “Hi” “Hello;” Luke estacionó en la banquina y cada tanto se podían ver autos que pasaban por detrás de la ventanilla. Carlos fue quien mantuvo el diálogo porque tenía un inglés más fluido. Le preguntó qué le habían parecido las canciones, y mientras, Mariano D. rompía el organigrama caminando de un lado a otro, hacía algunas intervenciones comunicativas, mitad español, mitad inglés, y Carlos le completaba las oraciones. Le pidieron referencias, cuales quiera y crea conveniente, y Luke se mostró complacido. A su manera, porque a simple vista parecía un hombre serio, introspectivo y con una sonrisa pequeña. Pero luego pasaría a tomar el timón del barco por la continua corriente.
Me ayudaste a subir hasta acá
No tardé en amoldarme a la sala, encontrando el rincón donde podía sentarme sin molestar. La gran mayoría de veces fue entre Jopo y Arturo. Ahí, acurrucado, disfruté de las canciones que nunca había escuchado antes y fui observador de esas pequeñas transformaciones que son parte de la metamorfosis. Todavía no había escuchado decir la palabra “Dutsiland”, recién se estaba empezando a colorear su flora y fauna. Todas las que iban tocando me cautivaban con esa misma sensación que propaga la banda y de a poco las empecé a ir reconociendo. Practicaban varias veces la misma canción y empezarla de nuevo tras una mínima desconfianza era ley inquebrantable. Mi Amigo Invencible se concentra en el detalle, son las pequeñas cosas las que giran el rumbo y cambian el color. Todos son muy respetuosos a la hora de dirigirse a otro, son siete, una verdadera manada en la que habita el compañerismo. Desde su último EP, Pablo es integrante oficial de la banda en los sintetizadores. En La danza ya había colaborado en varias canciones, pero este es el primer disco que graban con esta formación ampliada. Desde principio a fin, hubo un aliento colectivo a animarse a más, lucir las teclas de Pablo con armonías cálidas y escalas que le daban otro toque; potenciar el dúo de percusiones entre Arturo y Leo; atravesar nuevos puentes graves en el bajo de Jopo; y combinar aún más las voces que posee la banda. Mi Amigo Invencible ya estaba listo para dar el salto del nido.
Y su sombra es de animal
La sala seguía ampliando su aspecto. Ahora en la pared, al lado de la frase de Bradbury, estaba colgada la dentadura gigante de Ciencias Naturales. Nunca había pensado el significado de ese traslado a la prehistoria que había plasmado Fede Calandria, dibujante del grupo. Luego comprendí que esta era otra de sus relaciones con algo que estaba por venir y lo relacioné con “Fósil”, uno de los temas indispensables del nuevo disco, la única composición sobreviviente de su viaje al campo. “Fósil” pasó por distintas fases técnicas y etapas anímicas del grupo hasta convertirse en la versión que se escucha en Dutsiland. Era uno de las canciones que más se nombraba en el ensayo, pero a la vez, cuando había que tocarla, alguno intentaba persuadir su interpretación o patearla para más tarde y cambiarla de lugar en la lista. No porque no les gustara, sino todo lo contrario, sentían que era una canción tan fuerte para ellos, que le tenían mucho respeto y por eso se necesitaba una total dedicación para representar su carácter ceremonial. Cuando me di cuenta de esto y la escuché por última vez en un ensayo, se me vino a la cabeza la escena inicial de 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick, donde todos los monos se juntan alrededor del monolito negro, la reliquia de un desplazamiento temporal.
Desahogarme y que pase la noche
Eran los días previos, los nervios aumentaban y las fantasmagorías empezaban a ocupar espacio en la sala. Luke había levantado el pulgar, pero la comunicación era bastante acotada y eso generaba incertidumbre. A algunos también les preocupaba la barrera del idioma para referirse a cuestiones técnicas con su futuro productor. En su cuenta de Instagram, Luke publicaba imágenes sobre su faceta como artista plástico, dibujos surrealistas en blanco y negro; pero nada sobre su viaje a Buenos Aires. El misterio se convertía en el miedo a que no viniera, o que el arreglo económico se haya ido a la mierda por culpa de la crisis del país. Pero cuando iban hacia los instrumentos se desconectaban de eso, empezaba como una especie de mantra invencible. Pablo empezaba a probar cosas nuevas en el teclado, Jopo se le enganchaba, luego Leo, y así sucesivamente, uno por uno, hasta que de un momento a otro, la banda ya estaba ensayando sin decir nada. Era como una especie de conexión musical con dibujo de tren que acarreaba los vagones estación por estación. Mariano D. no paraba de encontrar algún arreglo nuevo y proponerlo al grupo sobre la marcha. Algunos aceptaban sin problema, otros tenían resistencias por la finitud del lapso de tiempo que quedaba. Y el tema, como tanto se había practicado, ahora era diferente. Las canciones mutaban con detalles, al igual que su nido. Con el arreglo nuevo de unos golpes de batería, aparecía al otro día un cuadrito con La Nostalgia Soundsystem en la pared. Se aceleraba el tempo en una canción después de sentirla muy lenta, y aparecía una repisa nueva en la sala. Mientras Mi Amigo Invencible construía su disco, también lo hacía en paralelo con su hogar.
Ese lugar que tanto hablás, no quedará tan lejos
Llegó el día de la grabación del disco, Luke vino. Carlos lo fue a buscar al aeropuerto con el clásico cartel del nombre, todo muy de película. La banda se dirigió al estudio El Attic de General Rodríguez, un lugar con alto equipamiento sonoro y donde se podía trabajar despejado de los ruidos de la ciudad. El estudio es una especie de quinta donde hay mucho verde y aroma natural, algo imprescindible para la banda. La idea era encerrarse en sí mismos y afrontar esa nueva revancha de sacar al mundo un nuevo disco. Ya no era el disco que fracasó en el campo, sino algo mucho más real. Luke dio los aportes necesarios a las nuevas canciones, y ya no había resistencia alguna al cambio sino que se aceptaba con gusto sus anotaciones. Nadie le discutía el consejo extranjero, porque venía a aportar una brisa más fresca y objetiva en un bosque que estaba regándose desde adentro. Y hacia afuera, para su público, aparecían imágenes de lo que estaba sucediendo en el estudio: caminatas por un sendero de tierra, desayunos al aire libre y un verdadero sentimiento de comunidad.
El proceso de mezcla fue otra aventura. Traer a su productor estadounidense fue todo vértigo y experiencia, pero otra partida muy diferente era el viaje de la banda al territorio de Luke. Mariano D., Leo y Jopo, viajaron a San Francisco para mezclar junto a John McEntire, baterista de Tortoise y productor de Yo La Tengo, en el estudio Tiny Telephone. Se alojaban en lo de una pareja argentina y alquilaron una camioneta para moverse, aunque pasaron mucho tiempo de encierro en el estudio, tal cual había sido el viaje de Luke hacia acá. Un par de imágenes cinematográficas resumen ese país ajeno, como el Golden Gate observado desde la ventanilla entre la niebla, y paisajes que ayudaron a cerrar las puertas del sentido acentuándoles el por qué de su destino; haciendo y siendo Dutsiland.
No hay ningún final
Otro de esos momentos mágicos fue el día de la primer escucha del disco, algo muy íntimo y especial. Algunos llegaron con vino, otros con algo para picar. El momento que tanto habían esperado había dado resultado. Nos dirigimos todos hacia la parte de la sala donde están los instrumentos. Ahora Jopo tenía un bajo nuevo y Arturo unos platillos. Nos fuimos acomodando de a poco en la sala, ocupamos las sillas, el sillón y cada pequeño rincón. Se apagaron las luces y se abrió el portal. El sonido estaba al volumen preciso para percibir cada detalle, desde los pájaros y hasta el jadeo del perro, hasta cada arpegio, golpe, sinte, o arreglo de voz. Nadie hablaba, solo pocas acotaciones entre susurros. Una de ellas fue por parte de Arturo, cuando terminó “Batalla Gigante”: “El nuevo Gato Negro,” comentó. Como al principio de todo esto, tuve esa extraña sensación de ese pasaje de escuchar a la banda en sus discos o en sus shows y pasar a oírlos en sus ensayos. Pero ahora el proceso era inverso, consistió en de pasar de escuchar las canciones en el ensayo a poder disfrutarlas en el disco. Y ahí me sentí parte de algo que estaba emergiendo y que iba a pegar fuerte, que iba a dejar una marca en cada corazón abierto a escucharlo.
Hubo abrazos, de esos que duran mucho, al terminar la escucha. Emocionados, reinaba cierto desconcierto. Parecía que nadie podía creer que había quedado tan bueno. Se destapó un champagne mientras los vinos pasaban. Las sonrisas se ganaron todo el lugar de la sala. Se felicitaron unos a los otros, y entre el cariño y el alivio, se abrieron las puertas de lo nuevo. Analizaban cada detalle, como la oda viajera “Beverly G.” con una voz a lo Daft Punk y arreglos hasta de flauta. O la cinta que se rebobina en “Todo pasará”, y el ritmo bailable de “Loco trópico”. Todo estaba puesto encima de la mesa de análisis, pero con una visión positiva y esperanzadora. Ahora solo quedaba disfrutar. Más relajados, sentados de nuevo en el piso, con una guitarra criolla se pusieron a cantar. Lo que más me llamó la atención es que su repertorio de aquel pequeño destello fue el de un viaje en el tiempo a sus raíces punk. Recordaron sus bandas anteriores a Mi Amigo Invencible, cuando recién se conocían. Como si toda esa explosión de lo nuevo que había acabado de suceder con la escucha de Dutsiland, había dejado unas cenizas que se levantaron y brindaron por el origen de todo, de algo mucho más grande que un disco, una amistad poderosa que atravesaba los años y la experiencia.
Un verano en Dutsiland
El disco no es nostálgico, es fino y sensual. Poético por guardar varios amaneceres en la retina, un café en la cocina, la angustia de la rutina de tener que ir a trabajar, otro café y volverse a acostar. Pero Dutsiland es un punto de fuga, un escape. Dutsiland es el universo inventado por Mi Amigo Invencible, la palabra no tiene definición para el mundo, solo para ellos. Mariano D. se tatuó Dutsiland en la parte inferior del labio. La anécdota se resume a cómo Apolo, su hijo, llamaba a la hija de Arturo: Dutsi. A partir del lenguaje, crearon un universo y un hogar tan apacible para no emigrar jamás. Un lugar que no existe físicamente, pero se puede llegar desde donde sea. Un espacio lejos de toda la selva de cemento y con ese olor a bosque que impregna con cada melodía una pulsación vital, un respiro. Dutsiland es el disco más importante de la banda hasta el momento; pero el verdadero viaje recién comienza.
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Mi Amigo Invencible presenta las canciones de Dutsiland este sábado 3 de agosto en Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA), junto a Delfina Campos. Entradas disponibles a través de Ticketek.