Desde su desembarco formal en Argentina en 2017, el festival MUTEK se instaló como cita obligada en el calendario anual de festivales porteños. Sinónimo de vanguardia y referente indiscutido en materia de creatividad digital, el evento nacido en Montréal brinda una plataforma clave para promover y explorar contenidos artísticos de gran alcance, al tiempo que refleja la efervescencia de la escena electrónica, tanto a nivel local como global. Por su impronta innovadora y su compromiso en ofrecer propuestas de calidad, el festival representa toda una apuesta en términos de producción, y tiene mucho sentido que haya logrado salir airoso de aquellos no tan lejanos años pandémicos, signados por la incertidumbre ante el aislamiento y la constante suspensión de actividades culturales.
“El festival le hace honor a su nombre. Mutek tiene que ver con el concepto de mutación, es uno de sus pilares”, cuenta Gonzalo Solimano, legendario DJ y productor de la escena porteña, y director del festival en Argentina, en conversación con Indie Hoy. “Rápidamente le encontró la vuelta, pudo adaptarse a los inconvenientes y utilizarlos a su favor”, afirma, en relación a la exitosa edición híbrida llevada a cabo en 2021. Tras haber sorteado aquel contexto tan adverso a nivel mundial, este año Mutek retoma la presencialidad. Su cuarta edición tendrá lugar del 7 al 10 de septiembre, y aunque habrá presencia internacional, esta vez el foco estará puesto en brindar mayor visibilidad al enorme talento local que, apremiado por las circunstancias adversas de los últimos años, ha sentido gravemente la falta de escenarios y oportunidades.
En ese plan, y a través de una convocatoria abierta de adhesión multitudinaria, dos obras fueron seleccionadas para formar parte de la grilla del mítico Palacio Alsina, que contará con una maratónica programación el día sábado a modo de cierre del festival. “La respuesta a la convocatoria fue impresionante, año tras año aparecen gran cantidad de artistas presentando proyectos súper originales, cada vez hay más variedad de propuestas”, se entusiasma Gonzalo. Dicha jornada tendrá como protagonistas a la agrupación argentina Forello, al reconocido artista multidisciplinario francés Maotik, y a NITTA, la artista española residente del club Tresor de Berlín.
Fiel a su impronta urbana, y al igual que en su versión 2019, Mutek también volverá a ofrecer obras en formato fulldome en el Planetario, aunque esta vez su centro neurálgico será el flamante espacio Artlab, ubicado en el barrio de Chacarita. Allí, entre el miércoles y el jueves, se celebrará el fortalecimiento de Amplify D.A.I., programa de desarrollo profesional impulsado junto a British Council, para mujeres y disidencias que trabajan con las artes electrónicas. Serán dos días enteros de programación que incluirá talleres, workshops, charlas, performances en vivo e instalaciones inmersivas. Asimismo, se presentarán proyectos artísticos audiovisuales creados por artistas de Argentina, Canadá, Reino Unido y Brasil en el marco de la segunda edición del programa Artlab Residencias Artísticas.
¿Cómo surgió la idea de traer el festival a Buenos Aires? ¿Hacía falta tomar la posta de una escena que tenía mucho para dar, pero que quizás no encontraba tantos espacios donde desarrollarse?
Ante todo, nos parecía clave traer el festival para poder compartir otra visión de la música electrónica, que generalmente está más asociada al entretenimiento. Argentina siempre fue un referente de la región en todo lo que tiene que ver con la creatividad digital, pero sin embargo no había tantos espacios donde poder mostrar e incubar cierto tipo de proyectos. Sentíamos que la escena lo necesitaba. Mutek es uno de los principales festivales de creatividad digital, tiene más de 20 años, es una red de alcance global, y entendimos que era un partner estratégico para fomentar el intercambio y la conexión, para amplificar el trabajo de artistas argentinos hacia el mundo.
En los noventa había cierto misticismo en relación a lo under y la electrónica, y eso estaba atravesado por los clubs, que generaban un fuerte sentido de pertenencia. ¿Mutek busca recuperar algo de ese espíritu?
La época de fines de los ochenta y principios de los noventa fue un momento único y muy fresco para la electrónica. Estaba ligada a una corriente súper underground y de vanguardia donde surgieron y se gestaron un montón de movimientos, y a la vez había poca cantidad de medios, era algo más de nicho. Hoy está mucho más diversificado y esa abundancia de propuestas terminó convirtiendo a la electrónica en un gran negocio de entretenimiento masivo. No digo que eso sea bueno ni malo, sino que hay determinadas propuestas que siguen requiriendo otro tipo de cuidado y de dinámica, que están más asociadas al arte y a la cultura. En cierta forma, la búsqueda de Mutek tiene que ver con eso, con brindar estos espacios y generar las condiciones para que algo suceda. Eso tiene un impacto concreto sobre la escena, y era un poco lo que buscábamos: generar comunidad y correr los límites con respecto a lo que tiene que ver con la creatividad. Mutek abarca desde lo más experimental y vanguardista hasta otros sonidos más bailables, y al mismo tiempo ofrece espacios de capacitación y debate, proponiendo un diálogo entre arte y tecnología. Es un festival que tiene muchas aristas.
Otra de esas aristas tiene que ver con brindar una experiencia urbana y resignificar espacios. ¿Cómo es el trabajo con las locaciones?
Este año incorporamos el espacio cultural Artlab, que se va a transformar en la casa Mutek durante toda la semana, pero al mismo tiempo vamos a tener shows en el Planetario y Palacio Alsina, porque lo que se propone también es eso: vivir la ciudad y recorrerla. Y la verdad es que el trabajo con las locaciones se viene articulando muy bien. Tenemos la suerte de que, cada vez que nos proponemos alguna, la terminamos consiguiendo. Porque cuando se plantea el proyecto y lo ven, en general los espacios quieren participar. Pero nunca deja de ser un desafío porque la articulación entre público y privado, y todo lo que tiene que ver con las instituciones, lleva su tiempo.
¿Tener un espacio propio también ayuda a construir comunidad?
Sí, nos parecía que tener un espacio propio nos iba a dar un mayor marco de posibilidades. También nos permite no estar dependiendo de otros lugares, porque no siempre uno los tiene o puede disponer de ellos como a uno le gustaría. En la primera edición tuvo una presencia muy fuerte el CCK, fue un evento enorme y estuvo muy bueno poder desembarcar con el festival a esa escala, pero hay proyectos que tienen una escalabilidad menor en cuanto a la cantidad de público, y eso es lo que buscamos fortalecer con este espacio. Artlab está muy preparado para todo este tipo de actividades. Es el partner estratégico del festival, y también es donde tiene lugar el programa de residencias artísticas a lo largo de todo el año, por eso está bueno ponerlo en diálogo.
Al mismo tiempo, permite correr a la electrónica del cliché de la nocturnidad y el club.
Sí. En general, la primera foto que viene a la mente cuando alguien habla de música electrónica es la de una rave o un club, y poder generar propuestas en otros contextos le da un carácter totalmente diferente. Por eso, para nosotros fue clave poder abrir una programación de música electrónica en espacios como el CCK o en museos, nos permitió correr el eje de cómo se escucha la música electrónica. Eso es algo bastante único que tiene el festival, un diferencial. Y después de todos estos años, los resultados de esa apuesta se empiezan a ver cada vez más reflejados.
La edición de este año busca darle mayor visibilidad al talento local. ¿Abrir una convocatoria para participar del lineup también funciona como estímulo para que los artistas desarrollen nuevas obras?
El espíritu de Mutek, y también de Artlab, es poner al artista en un lugar incómodo, en el buen sentido, para que la creatividad surja desde otro lugar. En la comodidad, el artista tiende a repetir la fórmula. Entonces cuando aparecen estas oportunidades está buenísimo, porque corren las barreras de sus posibilidades. También incitan a repensar la forma en la que muestran los shows, porque inevitablemente cuando tenés un espacio determinado para mostrarlo, tu diseño de show va a estar apuntado a ese lugar.
El espectador de Mutek confía en la curaduría. ¿Desde dónde se trabaja para sostener ese lazo?
No estamos pensando tanto en si el artista convoca 50.000 personas o cuánto público mueve. El enfoque desde donde se hace la curaduría tiene más que ver con la calidad del producto y la creatividad, con visibilizar nuevos proyectos que te van a sorprender. La persona que entiende eso ya sabe lo que se va a encontrar, y el que no, se sorprende. En lo personal, he tenido muchas experiencias de ese tipo con Mutek. Con mis padres, por ejemplo, o con otras personas que generalmente no van a ver ese tipo de obras, y de repente están ahí y no lo pueden creer, se encuentran con algo totalmente diferente a la idea que tenían.
Las dos primeras jornadas estarán enteramente dedicadas a Amplify, el programa desarrollado en 2018 en conjunto con British Council. ¿Qué balance hacés hoy de esa iniciativa?
El primer año que la aplicamos logramos la paridad de género, cosa que nos pone súper contentos. Porque muchas veces, en las conversaciones con distintos jugadores de la escena, aparecía esta idea de que la industria de la música electrónica es “más de hombres, y no tanto de mujeres”, y un poco la contra-respuesta nuestra siempre era “bueno, ¿pero las buscaste?” y lo que faltaba era eso. La cantidad de mujeres que presentan proyectos fantásticos, y todo el movimiento que se genera alrededor de eso, es sorprendente. Bueno, en realidad “sorprendente” no es la palabra. ¡Era algo que estuvo siempre ahí, pero no se le daba visibilidad! Eso es lo sorprendente.
Derribar prejuicios también va en línea con la impronta vanguardista del festival.
Sí. Y al día de hoy, vemos cómo las artistas se empezaron a unir entre ellas, a generar nuevos proyectos, a crecer por otros lados, abriendo nuevas puertas no solo para ellas sino también para el resto de la comunidad. Además de trabajar en sus propios proyectos, este año armamos un grupo de trabajo para que las artistas empiecen a hacer autogestión de la plataforma, lo cual es súper interesante. Es algo fantástico, porque cobra vida y puede trascender.
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Mutek siempre tuvo una pata muy fuerte en lo visual. ¿Qué rescatás de aquella experiencia en formato híbrido llevada adelante durante la pandemia?
Fue todo un desafío, pero uno muy lindo. En ese momento estábamos a full con la cuarentena en Argentina, pero hicimos una edición online y lo más lindo fue que pudimos unirnos a Mutek España para hacer el festival en paralelo, en la misma semana. Pudimos filmar y trabajar esas obras durante la pandemia y estar activos durante ese periodo, algo muy reconfortante para todos los que nos gusta trabajar en el ámbito de la cultura, la música y el arte digital. Fuimos bendecidos, realmente. Y la plataforma que se abrió desde Montreal para poder ver los shows fue increíble, podías saltar de una propuesta a otra en tiempo real y no tenías ningún tipo de delay, la experiencia era buenísima. Por el lado social y de comunidad, también fue muy gratificante, se generó algo de mucho apoyo. Un montón de gente pudo disfrutar, por lo menos desde su casa, de ver un festival y participar en las redes. De hecho, la red de Argentina fue una de las que más participó a nivel global. Eso es algo muy interesante, cómo se involucró y cómo crece de a poco toda la comunidad local.
Pienso en las históricas sesiones de Boiler Room, plataforma de transmisión de música en línea que transmite a todo el mundo. Aunque hay público, es reducido. Su propuesta no depende de eso.
Totalmente, creo que el formato híbrido llegó para quedarse. Por eso Artlab es un centro cultural que está pensado para que haya 300 personas viendo los shows de manera presencial, y al mismo tiempo está diseñado con un sistema de streaming de muchísima calidad, para que 100 mil o 200 mil personas puedan estar viéndolo en sus casas. Este año, transmitimos Batalla de Gallos con ese formato y ahora también Trueno estuvo haciendo un video desde Artlab para TikTok, con 160.000 espectadores. Poder tener una plataforma con ese soporte para ofrecerle a los artistas es alucinante.
¿Cómo conjugás hoy tu faceta de artista con la de productor?
En este momento tengo toda mi energía puesta en que Artlab crezca y se desarrolle. Mi parte creativa la vuelco en la relación con los artistas y sus obras, el trabajo en las residencias, estoy muy enfocado en eso más que en tocar. Creo que en algún momento lo volveré a hacer, pero hoy por hoy siento que mi rol tiene que estar ahí, en poder ayudar a otros a avanzar en sus carreras. Desde ahí también enriquezco mi experiencia. En Mutek abordo más un rol de dirección y me gusta estar en ese lugar. Llevar adelante toda esa plataforma y darle vida a este festival es un montón, porque no es una corporación, es una empresa totalmente boutique, y para que todo funcione hoy me está demandando al 100%. Me resulta muy difícil hacer lo otro a medias.
Estás en la escena desde hace más de dos décadas. Hoy todo se transforma cada vez más rápido, empujado además por el avance de la tecnología. ¿Qué lugar creés que ocupará la electrónica en un futuro?
Me parece que hoy se están resignificando muchos estilos y artistas, y las nuevas generaciones están conociendo la música electrónica desde otro ángulo. Ya no es solamente la propuesta del club, todo lo que tiene que ver con la escena se va equilibrando entre cultura y entretenimiento. Y la música electrónica está atravesando a un montón de géneros. Sin ir más lejos, vemos el hip hop atravesado por la electrónica, por ejemplo, o el trap. Eso a lo largo de los años se va a resignificar y va a seguir mutando. La realidad es que es un sonido global que abarca todas las culturas. Me parece que está bueno lo que está pasando y hay un montón de cosas más por construir.
Mutek Argentina tendrá lugar del 7 al 10 de septiembre en el Centro Cultural Artlab, el Planetario y Palacio Alsina. Conseguí tus entradas y conocé todas las actividades en el sitio web del festival.