Chivas Argüello eleva la mirada hacia las paredes descascaradas del antiguo patio interno donde normA descansa. El grupo acaba de terminar el último ensayo antes de su show en Festival Playa, un ciclo que se programa en Punta Lara, a orillas del Río de La Plata. Chivas cuenta que uno de sus ancestros fue presidente del club donde se realizará el evento, y que descubrió que bajo su gestión se construyeron los pequeños paradores estilo costa del Pacífico que estimulaban su imaginación de chico.
En la sala donde ensaya normA, el clima es distinto. La humedad platense penetró los muros de esta casa antigua, que sobrevive entre los comercios y las galerías del centro de la ciudad, y que permanece como un portal inactivo al pasado. Hay una gata, plantas y normA: Chivas Argüello, voz y guitarra, Gualberto de Orta, guitarra, Laro Bidonde, batería, Gastón Mateos, bajo, y Juan Obregoso, aka Canki, invitado permanente de esta etapa, en teclados.
Su inclusión obedece a las sonoridades nuevas de Cro9uis, el quinto LP del grupo, que ya tiene su edición digital por TOT Records y tendrá su versión en vinilo por G13 Discos. En el álbum intervienen Sergio Rotman en saxo, Pablo Testa en trompeta, Aziz Asse en batería electrónica, Flavio Bernardi en piano, Peio Erramuspe en sintetizadores y Paz Asurabarrena en voces. Además, participaron el exbajista de la banda, Richard Baldoni, en el arte de tapa y la edición de audio en “Strat”, y Fito Páez, el último admirador ilustre de normA, en la introducción pianística de “Metropolice”. Cro9uis tendrá su presentación porteña este viernes 12 de noviembre a las 21 h en Strummer Bar (Godoy Cruz 1631).
¿Por qué CRO9UIS?
Chivas Argüello: Cuando Richard se fue, todos nos fuimos un poco. Paramos bastante tiempo. Pero con Gualberto nos volvimos a contactar y empezamos a tirar las ideas que yo iba teniendo, fueran para normA o no. Hicimos unas experiencias que se llamaron Ment En Blanc, que era con sintetizadores, Laro en batería y yo en el bajo. Ahí asomaron algunas cositas. Después surgió el show con 2 Minutos, que fue el último concierto de Richard. Y el show con Gang of Four, que fue la primera fecha de Gas.
Gastón Mateos: Ahí fuimos repasando la discografía de distinta forma, intercalando, y después hicimos un show por disco. Pero ya gestando estos croquis.
CA: Ensayando empezaron a surgir más. Y Gualberto, que es el que siempre comanda la grabación, dijo que estaba ION disponible, pusimos una fecha en agosto [de 2019] y empezamos a laburar más firme. Pero para mí eran croquis. Íbamos a tirar nueve cosas de las que iba a salir como máximo un EP. Siempre fue eso para mí. Pero cuando grabamos vimos que habían quedado bien. Y con Gualberto empezamos una post producción pensando en sacar algo en diciembre de ese año. Pero nos retrasamos y nos agarró la pandemia. Cuando nos volvimos a juntar empezamos a trabajar más profundamente: a hacer arreglos, coros, a pensar cortes y letras y la bola fue creciendo. Los nueve croquis empezaron a ser temas. Pero siguen siendo croquis. Porque los tocamos y mutan, hoy ya hacemos arreglos distintos. Lo que registrás es un croquis de una canción, no es algo definitivo. Es algo abierto, un esbozo.
¿Cómo se tomaron que cuando la banda estaba en suspenso fueran sus colegas quienes los impulsaran a volver?
CA: El impulso es nuestro. Es la necesidad de juntarnos, sobre todo con Gualberto, que es con quien nos conocemos hace más tiempo.
Gualberto de Orta: En el transcurso del camino se fueron presentando estos colegas que nos impulsaron el alma y el espíritu para darle un poco más todavía. Gente muy potente, de mucha energía. Y nos estimuló. Nos ayudó a poder volver de ese quiebre.
CA: Lo tomo como un premio. Pero no digo: “Ah, bueno, entonces sigamos. Si aparecen Fito y El Mosca y dicen que normA está bueno, sigamos”. No, ni en pedo. O Gang of Four, la banda que escuchaba antes de que se cree normA, y acepten que toquemos con ellos… Son premios. Lo curioso es que hayan aparecido cuando frenamos.
GM: Cuando entré, la idea era “tenemos estas ideas, pero no sé si vamos a tocar en vivo. Vamos a divertirnos”. Y aparecieron todas estas cosas. No fue que esos eventos hicieron que volvamos a hacer canciones.
CA: No tenemos presión, solo la propia por hacer arte, por juntarnos y por sostener este espacio de expresión que nos hace recontra bien a todos. Venimos contentos a la sala. No hay ni contratos ni fechas que nos corran. Seguimos siendo los mismos que, por amor, nos juntamos.
El disco comienza por ahí, con “D78“, una declaración de amor a la diagonal de las artes de La Plata.
CA: Es una pintura despersonalizada, pero nos incluye. Me identifico con muchos momentitos de la letra. Es algo que ves ahí, todos los que van caminando y piensan en su arte, en su momento. Siempre un poco loser, con ese deseo permanente que tienen las personas que estudian arte o cosas relacionadas. Y Pura Vida, obviamente. Es un canto común de los que caminan esa diagonal, no habla tanto de nosotros. Aunque sí siento que estamos entre ellos, sobre todo cuando dice “somos los pastos del camino”. Como una cosa que está siempre al costado. La paralela.
“Amarnos” parece otro capítulo de “Enamorado”, otro comentario sobre las canciones de amor convencionales.
CA: Puede ser. Eso está latente: burlarse de la música misma, de lo que se escucha en la coyuntura. En ese sentido es la continuación de una obra, sí. El que canta es alguien un poco más contrariado, no tan cínico. Un tipo más enroscado. Y al mismo tiempo dice “no quiero saber lo que hiciste”: un poco celoso y con ganas de joder.
Después de ese comienzo, “Strat” y “Surremo” tienen formas más irregulares, y letras más abstractas y abiertas.
CA: Son más lisérgicas que abstractas, diría. Sobre todo “Strat”, que es más de escritura automática, de buscar un personaje, de sugerir y de pintar algo no tan definido. “Surremo” es más una foto. Como un momento lisérgico medio hendrixeano musicalmente, con un paisaje y una situación confusa de un tipo en la soledad.
¿Cómo crecieron estos croquis?
GdO: Cuando nos ponemos a tocar los croquis madre que trae Chivas se normatizan ahí, en el trabajo. Él trae arreglos a morir: es fabuloso, increíble. Vamos tocando y va creciendo la canción, arreglando parte por parte, pensando en algo global y buscando sonoridades para que suenen originales y de a poco se va consolidando. Tenemos que ensayar para funcionar.
GM: El croquis va formando una identidad, pero hay dos o tres que son unos monstruos re deformes. Otros son más parecidos a discos anteriores quizás. Este disco tiene cosas que me llevan al primer normA, a los primeros discos. Tiene esa progresión de Siguiente pero hay algo que vuelve a las bases también.
CA: El link clave es con “Warhol”, que fue el tema más espacial del disco amarillo. Y que en realidad era la propuesta inicial de normA: a pesar de que el resto de las canciones de rock2tonos son más secas, “Warhol”, que es de los primeros que hicimos, marcaba el estilo. A mí siempre me gustó el delay en la voz y en la guitarra. Pero nunca me decidí a comprar un pedal y al final dije “ma’ sí, enchufo directo y no uso pedal ni un carajo”. Todo o nada. Y fue nada. Así quedó conformado un sonido. En la sala que nos prestaban para los ensayos de la primera normA había una pedalera de uno de los chicos de Crema del Cielo y yo estaba fascinando. Pasaba la viola o la voz y tocábamos tipo Sumo, que era nuestra referencia. Siempre estuvo Sumo como idea, con el dub y todo eso. Pero después te decidís a formalizarlo de otra manera.
Recuerdo que cuando preparaban a (2011) eso estaba. Un sonido más marcado por el Mini Moog de Richard, incluso.
CA: Sí. Es que se te ocurre una música, una escultura o una pintura y de la idea a la formalización de la idea puede pasar de todo. ¿Por qué no tocás la criolla, o la quena, y agarrás una eléctrica? ¿Por qué en lugar de hacer canciones de tres minutos con un estribillo pegadizo hacés deformidades? Bueno, son decisiones. Por eso somos los pastos del camino de “D78”, porque tomamos decisiones de las que nos hacemos cargo.
Si repasás los discos es posible encontrar claves de lo que pasa hoy en la música de la banda.
CA: Hay señales, sí. “TXT”, “Cable”, son indicios de cosas más freaks. En este disco lo llevamos más seriamente a su concreción. Con la mano de Manza Esaín, que hizo su trabajo en la mezcla, creando cortes y planos, delays. Es parte importante del sonido.
¿Cómo apareció la colaboración de Fito Páez en “Metropolice”?
CA: Fue difícil. Teníamos la canción, que es como country. En mi casa, durante la pandemia, escuchamos mucha música clásica y jazz en vinilo. Esas colecciones de discos domésticas. Los agoté a todos con eso. Y así descubrí una sonata de Beethoven que empecé a tocar en la guitarra, simplificándola. Después la traje a la sala y les propuse a los chicos que la metamos en “Metropolice”, que es una pintura ciudadana. Me imaginé que podía entrar Beethoven como un drama, una turbulencia en ese fresco que ya era la canción. Y nos re copamos. Cuando surge la buena onda con Fito, aparece la idea de que él toque esa parte con el piano. Hicimos el contacto y él se re copó, quiso ir al estudio, todo. Pero su agenda era un problema: si no estaba en Los Ángeles estaba en Madrid, y así. Era imposible. Nosotros seguimos trabajando, esperando mechar el piano. Y cuando llegó el momento, le avisamos que teníamos que grabar a través de Juani Agüero, su guitarrista, que es nuestro amigo. Y un buen día llegó un mensaje suyo diciendo “grabamos esto”. Era Fito, pero nada que ver. A Gualberto se le ocurrió ponerlo al inicio, como introducción. Era un mensaje de WhatsApp grabado en una habitación de un hotel en Los Ángeles con un piano eléctrico. Nos voló la cabeza. Después quiso grabarlo bien, en un estudio. Pero nunca sucedió. Y a nosotros nos quedaron las ganas de escuchar un piano en la parte de Beethoven. Así que convocamos a Chicho Bernardi, de Embajada Boliviana, que estudió la parte, la adaptó y quedó espectacular. Ahora hacemos otra versión, con Canki, que toca un sinte con un timbre medio deforme y desafinado.
La canción parece un testimonio de la pandemia.
CA: Sí, es todo eso. Es la pintura del sistema. Los zombies de los trenes, la situación de ir a comprarte ropa al supermercado, una pintura del hombre común, de gente sobreviviendo.
En las letras de normA siguen apareciendo los materiales y la arquitectura como fuentes, ¿por qué?
CA: Porque la arquitectura es forma. Y la forma con la poesía están íntimamente ligadas. Pensar así me sirve para inflexionar las voces, para darle cortes, para modular. Y son imágenes que se te presentan, como un muro, un ángulo, un vértice, una forma real. O ventanas, como en la tapa del disco. Mi viejo es arquitecto y toda mi vida estuve expuesto a eso, a ver cosas y a escuchar porque todos sus amigos son arquitectos. Los domingos mi viejo nos subía al auto y nos llevaba a ver casas. Y veíamos casas. Era algo cotidiano. Y construir una canción es hacer un basamento e ir generando formas a partir de eso. La arquitectura es arte y es una metáfora para toda expresión artística. Dice un montón, porque una arquitectura también es un contenedor, con cierta funcionalidad y estéticamente de una manera u otra. Podés abrir una ventana para ver el exterior o amurar para no ver nada.
Juan Obregoso: La arquitectura es música congelada, como dijo Schopenhauer. También hay una cuestión matemática y rítmica.
CA: Richard decía algo buenísimo: que en la música hay formas onduladas y formas puntiagudas. normA es puntiagudo. En este disco hay más ondulaciones. Pero en general lo que te viene es una música puntiaguda, pinchuda. Esa es la formalización arquitectónica de la música que hacemos.
¿De dónde surgió “Viktor”?
CA: Era un croquis instrumental de cuatro partes. En la primera estábamos nosotros cuatro, en la segunda se sumaban unos sintes, en la tercera unos vientos y en la cuarta se añadían cuerdas. Un in crescendo instrumental. Y el croquis fue mutando. Se nos ocurrió pedirle a Peio, un músico que nos recibió en la gira europea de 2013 y tiene sintetizadores analógicos, que interviniera ese tema. Vino acá, le mostré el tema y se re copó, tocó con un organito unas pelotudeces y a mí ya me encantaba. Pero eso fue solo el comienzo. Después lo recortamos y armamos un esqueleto de sonidos. Hasta que surgió la letra, que es como una declamación de un deseo de que sucedan cosas, de comunión. Ahora tenemos que concretar la idea de Laro para el videoclip, una superproducción de efectos especiales, que empieza con un plano de la esquina, acá en 7 y 50, y de repente baja un ET gigante que hace la declamación. Las personas lo empiezan a escuchar y quedan obnubiladas hasta que Viktor, que es el ET, los mata a todos. Estallan cabezas. Delirante y lisérgico. Tiene mucho de eso el disco. De dejarnos llevar, de letras y arreglos que surgen por error. Usar el error, trabajar a partir de eso.
¿Cuánto tiene que ver eso con el contexto musical, con lo que se escucha hoy, generalmente bastante calculado?
CA: No queremos pertenecer a eso, no nos interesa. La propuesta es otra: que hay otro camino, que hay otra sensibilidad. No nos creemos más ni menos que nadie: es otra cosa. Nunca hubo una intención por el lado mainstream. Caímos ahí, por momentos. Parece que sí, pero no. Y seguimos nuestro camino.
Cambió mucho el entorno desde que nació normA. Incluso en el under hay mucha homogeneidad. El tipo de humor y de decisiones estéticas de normA parecen más contrastantes hoy.
CA: Es el subtexto. Está claro que queremos marcar eso. Para eso nos expresamos, grabamos y tocamos en vivo. Deseamos que escuchen lo que hacemos y tener una devolución. Respecto a la ironía, lo que puedo decir es que si no la hay todo se hace demasiado aburrido y solemne. Ahora, cuando somos solemnes, como en “Viktor”, seamos solemnes: vayamos a fondo. Pero incluso esa canción tiene su vuelta de tuerca. Es una solemnidad particular.
GM: Es un marciano bajando a la Tierra en 7 y 50… Un amigo que escuchó el disco antes de que saliera, Nico Foresi, nos dijo “¡Estoy fascinado! ¡Es un suicidio comercial!”. Y está bien.
CA: El riesgo es una salida a la imposibilidad de hacer algo normal. A mí me da un poco de vergüenza hacer cosas normales. Las he hecho, pero me da un poco de vergüenza. No desde la soberbia, sino todo lo contrario. Somos lo más normal que hay, solo que tenemos esta inquietud, estas desviaciones.
normA se presenta este viernes 12 de noviembre a las 21 h en Strummer Bar (Godoy Cruz 1631, CABA), entradas disponibles a través de Ticket Hoy. Escuchá Cro9uis en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).