Cuesta, y bastante, creerle a Nick Cave cuando asegura que su vida no es tan interesante como parece. Más aún después de lo que se vivió el pasado miércoles 10 de octubre en el Estadio Malvinas Argentinas, esa suerte de experiencia sobrenatural a la que todavía se le está buscando una explicación. Sin embargo la bestia australiana, que a sus 61 años los lleva casi sin darse cuenta, insiste en que lo suyo es tan rutinario como lo de un oficinista. “Me siento en un escritorio y escribo; es poco más que eso. Incluso en los días oscuros del pasado, simplemente me sentaba a escribir. Pasaban cosas alrededor de eso, pero básicamente era así”, dice el mismo miércoles por la mañana este superhéroe gótico, cómodamente apoyado en un escritorio de la sala de conferencias del Hotel Four Seasons. “En mi cabeza es fascinante, es un mundo imaginativo que estoy creando y que me interesa; pero en realidad es bastante aburrido visto desde afuera. Mi mujer ni se me acerca cuando estoy escribiendo”, bromea. Como un vampiro que ha evolucionado y se lleva bien con el día, se lo nota sereno y predispuesto al intercambio con la prensa; pero aunque haga bromas para romper el hielo, sostenerle la mirada todavía es, en algún punto, un ejercicio de resistencia. “Sos mi héroe”, le dice a un periodista que lleva puesta una remera de The Vampire’s Wife -la marca de ropa de su mujer-, y a juzgar por ese gesto, quizás sea cierto que Mr. Hyde se ha tomado un descanso… al menos hasta la noche.
“¿22 años? Parece mucho tiempo, ¿no?”: el dato sorprende hasta al mismo Nick Cave. “¿Tres shows hicimos? Wow…”, dice, y es inevitable pensar en toda el agua que corrió bajo el puente desde aquella primera visita en 1996 (plena época de Murder Ballads). Sobre todo por la tragedia que lo atravesó en 2015 cuando su hijo Arthur, de tan solo 15 años, murió tras caer de un acantilado en la ciudad de Brighton, Inglaterra. Pero lejos de hundirse en el nihilismo más profundo, la angustia lo llevó a replantearse el modo de lidiar con el trauma; proceso que impregnó las composiciones del sublime Skeleton Tree, y que tan bien retrata One More Time With Feeling, documental que el mismo Cave puso en marcha para evitar dar entrevistas a la prensa.
“Sentía que era imposible lidiar con el proceso creativo después de lo que pasó con la muerte de mi hijo; no había oxígeno creativo alrededor del hecho en sí. En los últimos años estuve intentando resolver cómo ser una persona creativa sin traicionar los hechos, buscando que trasciendan. Creo que encontré una manera de escribir canciones que no son sobre eso, pero el espíritu de mi hijo camina alrededor de ellas. Hay espíritus de distintas personas en mis canciones. Fue interesante y difícil en algún modo, pero hicimos un nuevo disco y espero que sea un testamento sobre la vida después del trauma”.
Ya había dicho también, alguna vez, que su trayectoria artística era un intento de articular el sentimiento de pérdida que había inundado su vida desde la inesperada muerte de su padre; pero curiosamente, hay algo de todo ese vacío existencial que hoy parece haber encontrado el modo adecuado de exorcizarse. Profundizar su relación con el público, admite, es clave en esta nueva etapa; incluso se ha convertido en el concepto detrás de los shows. “Creo que está funcionando. No se trata de mí presentando a los Bad Seeds y ya, sino de algo comunitario, de crear un intercambio con la gente que no se genera al pasar a través de la prensa”. Tanto es así, que en abril llevó a cabo una gira únicamente basada en eventos de conversación con los fans y creó un sitio web llamado The Red Hand Files donde él mismo responde a las preguntas de sus seguidores. “Sentí que había cosas de las que quiero hablar, pero que simplemente ya no puedo hablarlas con la prensa. Traté de hacer bastantes entrevistas en los últimos años, pero sentí que el formato, especialmente en las publicaciones de música, era muy reduccionista. Uno no podía decir lo que realmente quería; casi todas las preguntas se centraban en lo musical, y yo empecé a sentir cada vez más la necesidad de hablar de cosas por fuera de la música. Así que estas sesiones de preguntas y respuestas se convirtieron muy rápidamente en situaciones en las que puedo comunicarme con mis fans y hablar de cosas más allá de eso. Y a la gente realmente le interesa; hay un gran hambre de hablar sobre todo tipo de cosas. Las sesiones que hicimos en Estados Unidos son apenas los primeros pasos de algo que haremos a mayor escala; queríamos ver si estas conversaciones íntimas funcionaban y los resultados fueron realmente buenos, así que voy a concentrarme más en eso el año próximo”. Por las dudas, aclara: “No estoy tratando de amenazar a la industria periodística con esto, simplemente creo que la gente disfruta de no tener que pasar por el filtro de la prensa, saber que pueden sentarse ahí y hacerme una pregunta. Algunas de las entrevistas más increíbles que he leído fueron hechas a través de la prensa; pero en lo que respecta a crear un sentido de comunión con el público, me parece que tengo que ir directo hacia él”.
Lejos quedó aquella leyenda negra del Nick Cave más aferrado a sus adicciones; ese kamikaze que miraba al infinito en la portada de From Her To Eternity, y que tras disolver The Birthday Party, supo encontrar en la Berlín salvaje de los ’80 el ambiente propicio para aliarse con Blixa Bargeld y el legendario Mick Harvey, en ese experimento que dio en llamar The Bad Seeds. Sin embargo, al gran Blixa no deja de recordarlo como un “hacedor de milagros” que solía llegar al final de las sesiones para transformar las canciones con su guitarra, mientras que a Harvey lo describe como alguien mucho más bajado a tierra, que trabajaba los arreglos de una manera muy intensa en la estructura de las canciones, y que fue absolutamente esencial para tres cuartos de los discos de los Bad Seeds.
La solidez de la alianza creativa con el ovacionado Warren Ellis -con quien además compone bandas sonoras para películas-, también se hace evidente en sus palabras: “Nos sentamos a escribir canciones juntos. Es la primera persona de los Bad Seeds con quien hice eso. Warren forma parte desde el principio del proceso creativo, y tiene un impacto enorme en la música que toco, sobre todo en los dos últimos discos y el que está en marcha. Es una máquina de ideas, una persona sumamente inspiradora y es un privilegio absoluto trabajar con él.” Inmediatamente reflexiona:
“Hablábamos sobre cómo mantenerse tanto tiempo en carrera; la clave es tener grandes colaboradores. Si estuviera por mi cuenta, no estaría acá; eso está claro. No sería capaz de mutar en la misma manera en la que lo hago, y tener a esta gente cerca lo hace posible.”
¿Hombre o mito? Sin duda el interrogante cobró fuerza luego del miércoles por la noche; y cuando le preguntan cómo se las ingenia para hacer shows así de expansivos teniendo como base un disco tan intimista como Skeleton Tree, su respuesta no es sino lo que más tarde se comprobaría con creces: “Descubrimos que la intensidad y la intimidad no dependen de que los shows sean pequeños. Se pueden hacer shows muy grandes y las cosas pueden ser extremadamente íntimas al mismo tiempo. Hay algo que notamos tras hacer tantos shows, y es que se convierten en una celebración masiva. Hay algo que tiene que ver con la comunicación a escala masiva, que de algún modo extraño funciona muy bien en relación con la intimidad”. Así las cosas, no sorprende en absoluto escucharlo decir que se siente a gusto con el nivel de exposición que vive: “Cuando te volvés una persona pública, en cierto punto relegás una parte de lo que sos, y eso es un problema; pero no sería feliz resignando eso porque me trae enormes beneficios. Es algo hermoso poder compartir mis ideas con un público masivo, y recibís mucho amor por todo eso”. Respecto de la elección del setlist, agrega: “Hemos estado tocando este mismo concierto, en forma similar, durante un año aproximadamente; y tiene un arco emocional particular. Dentro de ese arco ponemos canciones muy diferentes, pero ciertamente hay una trayectoria trascendental que tratamos de conseguir con estos shows. Elegimos canciones que disfrutamos tocar en ese momento”.
En lo que refiere a nuevas tendencias musicales, es su hijo Earl, el otro mellizo, quien lo mantiene al día: “Tengo un hijo adolescente, así que escucho mucha de esa música. Alguna es extraordinaria, otra es inescuchable, y él está todavía tratando de descubrir la diferencia. De lo que pude escuchar, da la impresión de que el rock and roll está siempre mirando al pasado, es pura nostalgia; mientras que el hip hop y cosas así, parecen moverse hacia adelante. Mucho del hip hop que pone me parece fascinante, especialmente por lo despojado que es todo. Con una instrumentación muy simple se crean grandes canciones a partir de ideas muy pequeñas, es emocionante”.
De su anterior paso por Buenos Aires, admite no tener demasiados recuerdos; excepto por las picaduras de mosquitos, una hermosa estatua de Jesús hecha en mármol que compró a modo de souvenir, y una noche entera bailando tango en algún extraño club. Esperemos que esta última visita sí haya sido inolvidable, tanto como lo fue para nosotros.
Si hoy puede darse el lujo de dedicar buena parte del repertorio de sus shows a su nuevo material, es porque el hecho de que el rock haya tenido problemas para envejecer, nunca pareció afectarlo; al respecto, reflexiona: “Creo que una de las ventajas es que tengo un montón de artistas increíbles que me precedieron, y de los que pude aprender; verdaderos pioneros: Bob Dylan, Leonard Cohen, Neil Young, Van Morrison. Fue muy inspirador ver cómo lo único que tuvo que hacer Cohen fue mantenerse fiel a sí mismo, sin importar lo que la gente dijera sobre él. Pasó por momentos de mucha popularidad y por otros en los que fue olvidado por completo, pero se aferró a sus convicciones, y esa es la forma de hacerlo. Dylan también fue una gran influencia; nunca paró de transformarse y eso es una lección de cómo mantenerse relevante”. Pero Cave también mira a otros músicos para aprender de sus errores:
“Otros se repiten a sí mismos una y otra vez. Tu descenso empieza cuando sos complaciente con tu público; cuando ellos quieren lo mismo que ya hiciste, es el principio del fin. Si podés desafiar a tus seguidores, entonces todo se mantiene vivo, como una conversación, y no como algo que va cuesta abajo”.
De punta en negro, y como si con humildad pudiera disimular que es uno de los artistas más sólidos y vigentes de las últimas décadas, este crooner de corazón salvaje siempre resultará un enigma. Pero no hay pose detrás de Nick Cave; o si la hay, está diseñada a la perfección. Y podemos afirmar otras dos cosas: que seguirá mutando, y que le ganó la pulseada a sus demonios. Lo milagroso de esto último, es que en el camino no solo se ha salvado él; también purificó nuestras almas.