Juan Ibarlucía estrenó La tempestad, su primer álbum solista tras poner en pausa a su banda Pommez Internacional. Publicado el 3 de marzo a través de su sello Territorio, el disco cambia el eje de las composiciones del productor y compositor porteño, virando hacia uno mucho más personal, pero sin dejar de lado una búsqueda sonora ambiciosa y compleja comenzada con su grupo previo en una trayectoria que ya supera la década.
Por más que sea la obra inaugural de su carrera solista, La tempestad es el sucesor inmediato de Infierno porteño, el último disco de Pommez Internacional publicado en dos volúmenes entre 2019 y 2020. Las diez canciones que lo integran se apoyaban en una idea episódica de contar distintas historias o narraciones que toman lugar mayormente en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores, que van desde una oda a la zona sur en “Riachuelo XXI”, hasta la crónica polifónica de un linchamiento en “Asalto en el chino”, pasando por el sueño apocalíptico de “Apocalipsis porteño” y el cuasi-homenaje a Wim Wenders en “Ángeles negros”.
A lo largo de Infierno porteño, Ibarlucía -que se encargó de componer todas las letras- puso de relieve su faceta de escritor voraz, con un abanico amplísimo de recursos a la hora de pensar en formas de narrar. En paralelo, la construcción sonora que desplegaron codo a codo con Ignacio Cruz fue realizada muy minuciosamente con la intención de dar a luz a un LP ruidoso y urbano con elementos propios de su ciudad. Así aparecen referencias a músicas características del Río de la Plata, como ser el tango y la murga, que completan su paleta sonora.
Estas dos características -las canciones como relatos (mayormente) ficcionales y una identidad sonora mestiza que busca transmitir algo del orden de lo local (¿lo porteño? ¿lo rioplatense?)- fueron las que dieron lugar al, hasta ahora, último disco de Pommez Internacional. De esta forma, y en lo que fue un acto casi iconoclasta, Ibarlucía dinamitó esta fórmula y se reconstruyó a partir de los escombros: los personajes más o menos arquetípicos, las dosis de humor ácido y los comentarios políticos desaparecen de un plumazo para dar lugar a una poesía introspectiva, mientras que los samples de tango y de murga mutan a algo mucho más denso y sin forma. Si Infierno porteño estaba en clave de comedia, La tempestad es tragedia.
El viaje tormentoso que propone La tempestad abre con el track homónimo que se despliega entre ruido de lluvia y paisajes apocalípticos que aluden a desastres naturales y figuras mitológicas. Arpegiadores agitados, percusiones procesadas y coros agudos son el marco en el que la voz grave del compositor se abre paso como la luz a través de la niebla. Solo esos tres minutos le alcanzan para dar una declaración clara y contundente de todo lo que vendrá: “La tempestad no ha terminado/ Esto es el ojo del huracán/ Abandoná toda esperanza, amor/ Tus dioses no atienden acá”.
En un terreno ya más firme aparece “Rencor” -con Ximena Giménez como invitada-, donde aparece un elemento de vital importancia para el desarrollo de la obra como es el deseo, en sus muchas formas y sus consecuencias. Si “Rencor” es la súplica a una suerte de amor no correspondido y todas las hazañas que por este realizaría, su sucesora, “Tatuaje” -con la participación de Paula Maffía-, apela al recuerdo del cuerpo de un amante que ya no está, en lo que es una canción de despedida que juega con la idea de que un tatuaje es, también, una cicatriz.
Seguidamente y en lo que es uno de los puntos más emotivos de La tempestad, “El ardor” oscila entre el soliloquio y la confesión de alguien que se sabe vulnerable. Para este momento queda claro que la configuración sonora del LP se compone en gran parte de timbres electrónicos indiscernibles que se combinan con guitarras criollas, pianos y baterías en un proceso que, de forma análoga al viaje trágico que propone Ibarlucía, va y viene entre panoramas límpidos y otros más enturbiados.
Ya en la segunda mitad completan esta excursión “Animales nocturnos” y “Carnal”, en lo que su propio autor considera un lado B más luminoso. La primera se arma sobre cuerdas y un beat industrial, mientras la letra se desenvuelve con citas a Alejandra Pizarnik, y la segunda de estas, con Marina Wil en voces, se monta sobre un beat de trap y la cadencia de un bolero, en una síntesis atinada de la búsqueda sincrética que atraviesa a La tempestad. Por su parte, “Pegaso” y “La canción de León” aparecen como breves chispazos de luz en el medio de la tormenta. Los segundos finales los ocupa “Coda”, erigida sobre los acordes de inicio del disco y encerrándonos en una especie de loop que, a diferencia del final trágico (la muerte), no tiene un final y eso puede ser lo más siniestro: vuelve a comenzar y las preguntas y dolores que estas canciones transmiten se repiten sin darnos respuestas o sosiego, simplemente perpetrándose como un ciclo eterno.
Juan Ibarlucía se presenta el sábado 22 de abril a las 20 h en el Teatro Xirgu Untref (Chacabuco 875, CABA) con apertura a cargo de la Orquesta Territorio, entradas disponibles a través de Passline. Escuchá La tempestad en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).