Hace poco más de 40 años, la música disco revolucionó el curso de la música popular. Su descendencia es extensiva: el house y el techno (junto a sus innumerables derivaciones), la cultura rave, el clubbing, festivales de música bailable, y un sinfín de productos que hacen palpable su profunda influencia en la cultura, y particularmente la industria musical. Su impacto es inconmensurable: nacida de las comunidades marginadas estadounidenses de la década de 1970, trascendió fronteras volviéndose un fenómeno cultural global gracias a la película Fiebre de sábado por la noche (1977), y su colosal soundtrack encabezado por los Bee Gees.
El año pasado anticipó una nueva marea bailable con algunos artistas de renombre como Madonna (“God Control“), Tame Impala (“Patience” y “Borderline”), Mark Ronson (Late Night Feelings) y Sam Smith (“I Feel Love“). Pero fue en este complicado 2020 que sucedió el discurrir de otra “oleada disco”, de similar fuerza y contundencia a aquella provocada por Daft Punk en 2013 con Random Access Memories.
Comenzó a ascender poco antes de terminar el 2019 gracias a la albano-inglesa Dua Lipa, quien regresó con el primer adelanto de lo que sería su nuevo disco en tres años. “Don’t Start Now” fue una excelente continuación para su discografía, un single energético con una línea de bajo sincopada funk que marcó hacia dónde iría el pop durante este año. En su último trabajo, Future Nostalgia (desde su título, la artista nos invita a “volver al futuro”), Lipa exprimió el recurso disco no solo en lo sonoro sino en lo estético-visual. De hecho, debido a la clausura de eventos masivos, estrenó su livestream “Studio 2054” como presentación de su nuevo trabajo. Dicho nombre es en honor al gran “Studio 54”, la discoteca neoyorquina que funcionó como epicentro de la fiebre disco de los años 70.
La cantante fue clara y determinante, las influencias que signaron este nuevo trabajo radican en su niñez. Moloko, Madonna, Kylie Minogue y Jamiroquai: el soundtrack disco de los años 2000. Su último single no fue vanamente titulado “Fever”: un guiño al icónico trabajo de Kylie Minogue y ambos a su vez a Saturday Night Fever, el comienzo de la euforia. Adentrándose aún más en la cultura dance, la intérprete publicó un álbum de remixes de su último trabajo titulado Club Future Nostalgia, bajo el comando de la DJ The Blessed Madonna.
Cuando el COVID-19 comenzó a azotar Europa, una canción se estaba volviendo viral: “Say So”, de la cantante Doja Cat. Incluido en su último álbum de estudio, la contingencia obligó a lanzarla como sencillo. Hoy es el éxito más grande de su carrera, y uno de los principales de este 2020. Aprovechando la repercusión, publicó un remix junto a Nicki Minaj que terminó posicionando a Amala Dlamini como una de las revelaciones del año y una figura del mainstream actual. Además, la cantautora grabó un video inspirado en la fiebre disco de décadas atrás, incorporando aquel pequeño baile que se popularizó junto a la canción a través de TikTok. “Say So” es otra de las tantas canciones que deben su existencia a la icónica “Good Times” de CHIC, publicada en 1979.
Tame Impala era otra de las grandes expectativas para este año difícil. Después de cinco años sin una nueva colección de canciones, Kevin Parker publicó The Slow Rush. Como buen conocedor y estudioso del pop, Parker continúa surcando y flexibilizando las fronteras de la música pop. Aunque no es estrictamente un álbum disco, The Slow Rush difiere de lo que fueron sus primeros trabajos y continúa la incipiente línea trazada por Currents: mayor presencia de r&b, funk y disco. Además, sus proyectos como DJ y distintos remixes lo acercaron a la música bailable estos últimos años.
La mente maestra de Tame Impala es, en esencia, un baterista. Y no hay nada más fundamental en la música disco que el “groove”. Aspecto que se destaca particularmente en el desempeño rítmico de este álbum, incluso con el agregado de percusión como bongós y congas, instrumentos típicos de la instrumentación disco debido a su influencia latina. Al menos cuatro canciones en The Slow Rush presentan influencias bailables: “One More Year”, “Glimmer”, “Is It True” y “Borderline”, estas dos últimas son las más explícitamente disco.
Habiendo superado fatigosamente la mitad de este año, Lady Gaga —otra exponente de la música radial bailable— publicó su octavo trabajo de estudio. Desde sus inicios, la música disco y su cultura le ofrecieron una fuente permanente de inspiración. Chromatica es un trabajo conceptual eminentemente dance, reconectado con aquello que la hizo sensación hace poco más de diez años. Dos canciones del álbum, “Rain On Me” y “Replay”, samplean dos clásicos disco de los años 70: “All This Love That I’m Giving” de Gwen McCrae, y “It’s My House” de Diana Ross, respectivamente.
Si hay una artista que nos brindó fuerzas para empezar la segunda mitad del año fue Jessie Ware, quien produjo una oda a la Nueva York de principios de los 80. What’s Your Pleasure? tuvo como principal colaborador a James Ford, una mitad de Simian Mobile Disco, banda referente la música dance desde los años 2000. Jessie evoca desde el track inicial, “Spotlight”, a aquellos gloriosos orígenes de la música bailable con una intro de cuerdas y hooks característicos. Además de su portada: un claro guiño a las icónicas polaroids tomadas por Andy Warhol a finales de la década de los 70.
Otro artista que probó los beneficios de este ritmo es The Weeknd, que como parte de su aclamado After Hours — sónicamente impregnado de los años 80—, sumó a su discografía el single “In Your Eyes”, el número más bailable y disco de este nuevo Abel. Por otro lado —en una excelente lectura del zeitgeist— BTS, la banda surcoreana más exitosa del mundo, hizo historia en agosto de este año por ser la primera banda asiática en alcanzar la cima de los rankings de los Estados Unidos. Esto es gracias a la publicación del single “Dynamite”, de claro corte disco. Como acompañamiento a dicho track, la agrupación estrenó un video donde sobran las referencias al universo del baile: las vestimentas, la coreografía —fuertemente inspirada en John Travolta y Michael Jackson—, y un letrero gigante con la palabra “disco” en lo que sería la entrada a un club bailable.
En el último tramo del año, lejos de bajar el ritmo por la extenuante pandemia, la música disco redobló la intensidad. La ex Moloko, Róisín Murphy, publicó su quinto trabajo de estudio como solista. En Róisín Machine, la artista se introduce en la piel de una Diva disco de las décadas 70 y 80, tal como nos lo adelantó en el single del año pasado, “Narcissus“. Esta fiel reproducción del eurodisco de claro corte experimental, cualidad que caracteriza sus producciones, recuerda también a otra exponente disco original, la inimitable Grace Jones.
Miley Cyrus fue otras de las artistas destacadas del revival disco. La intérprete hizo su primer acercamiento a la música bailable de la mano de Mark Ronson a finales de 2018. En 2020 sorprendió con un cóver que se volvió viral del hit disco de Blondie, “Heart of Glass”, luciendo un look fuertemente reminiscente de las décadas de los 70 y 80. “Midnight Sky” fue otro de los singles del mismo estilo, que contó con una versión remixada y la participación de un ícono de aquellas décadas: Stevie Nicks. También un último single fue publicado, que tiene como protagonista a la cantante junto a su colega Dua Lipa: “Prisioner”, extraído de Plastic Hearts, un corte de difusión bailable largamente imbuido de los años 80.
Finalizando el año, la australiana Kylie Minogue inauguró su quinta década de carrera con su trabajo más consistente desde Aphrodite (2010). La Princesa del Pop reafirmó con toda contundencia su espacio ganado en la música popular con la curiosa coincidencia de iniciar una nueva década invitándonos a bailar. Lo hizo con Rhythm of Love en 1990, luego Light Years en el 2000, una vez más con Aphrodite, y este 2020 es el turno de DISCO. Gracias a este último, la intérprete logró la hazaña de ser la primera artista mujer en ubicar un álbum en la cima de los rankings por cinco décadas distintas en el Reino Unido. Además, obtuvo las mayores ventas en su primera semana de publicación para un artista solista en todo este año, demostrando así su innegable vigencia y el poderoso magnetismo de la música disco.
El “fascismo de los 120 bpm” —como ironizó el productor Mirwais Ahmadzaï — es una característica recurrente de las producciones dance. Sin embargo, en estos trabajos mencionados no fue el caso. Han sido, en este aspecto, lo más fiel posibles al género en sus orígenes con sus bombásticos estribillos y exuberantes arreglos de cuerdas. Afortunadamente, la fiebre disco parece no necesitar cura. Con el trap, el hip hop y el reggaetón acaparando el pop actual, este estilo reafirma permanentemente su dominancia en el mainstream. Cada una de estas producciones mencionadas anteriormente han terminado en al menos una lista de los mejores de este año, lo que confirma que la música bailable continúa siendo generadora de material de calidad, lírica, conceptual, y musicalmente hablando.
Parecería un mero “cliché” la incursión de nuevos artistas en la música dance, pero la revolución cultural de masas que significó la música disco caló hondo hasta llegar con gran vitalidad hasta nuestros días. A pesar de sus más de 40 años de historia, continúa explorándose, expandiéndose y revisitando sus cualidades. De ella se desprende un escapismo —un antídoto para tiempos tan dificultosos como el que nos toca vivir— pero también nos permite pensar e imaginar un mundo mejor.