La versatilidad en el arte se suele percibir como una cualidad preciosa, una gema difícil de encontrar que refleja los diversos colores del iris. A veces incluso se la critica de manera negativa, como si demostrara una falta de rumbo o una dificultad de decisión. Pero existen artistas que mantienen un vínculo interdisciplinario con el arte y que no se limitan a un solo campo expresivo a la hora de crear.
Rocío Morgenstern siempre tuvo una relación integral con el arte y la música. Sus primeros años de formación estuvieron relacionados a las bandas sonoras, luego estudió Cine en la Universidad de Buenos Aires y actualmente cursa Artes electrónicas en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Antes de la pandemia, formó parte del colectivo de artistas que organiza Órbita, un ciclo que combina música electrónica en vivo, DJ sets de tecno, puestas visuales e instalaciones inmersivas. Y el año pasado publicó una serie de singles en adelanto de su primer álbum, canciones pop que jugaban con bases R&B y samples vocales.
Su más reciente proyecto se titula El silencio y la sombra, una obra que nació a partir de su interés por las concepciones orientales del silencio, la meditación y la escucha profunda. “Siempre me llamó mucho la cultura oriental, sobre todo la cosmovisión japonesa -cuenta la artista-. Para mí, el silencio es un concepto muy relacionado con la nada y la oscuridad, cosas que el mundo occidental no puede concebir y a las que le tiene muchísimo miedo. Sin embargo, son fuerzas potenciales súper generadoras. Si los lugares estuvieran todos ocupados de luz o llenos de sonido, no habría espacio posible. Y a veces esos espacios son necesarios”.
En el proceso, Rocío conoció a la artista performática Laila Méliz y juntas comenzaron a explorar la multiplicidad de lenguajes posibles en esta obra a través de un enfoque espacial y minimalista. Laila desarrolló una performance y un personaje a partir de plásticos y materiales de descarte que encontró en el río de Vicente López, y presentaron la obra por primera vez en marzo de este año en el Centro de Arte Sonoro (CASo). Vestida con un enredo de tubos de plástico y luces, Laila recorrió a paso lento el patio de la Casa del Bicentenario ubicando los materiales de descarte a lo largo del escenario. Luego comenzó a moverse alrededor de los objetos, primero con precaución como si fuesen algo extraño, y después interactuando con ellos como si formaran parte de su propio cuerpo. Incluso siendo una obra atravesada por el arte electrónico, La sombra y el silencio se vale de la corporalidad para crear un ritual de símbolos.
La pieza musical que Rocío produjo para la performance consiste en cuatro movimientos de texturas ambientales con pianos, percusiones y samples vocales. “Me gusta encontrar y samplear cantos y performances femeninas del mundo -cuenta Rocío-. El piano siempre está presente en mis composiciones porque es el instrumento que me acompaña desde toda la vida. Me gusta mucho lo orgánico de su sonido y los instrumentos orientales en combinación con el mundo de la síntesis que también puede ser muy orgánico. El sinte es un instrumento filosófico para mí, vuelve al origen y consigue volver tangibles conceptos súper abstractos“.
El minimalismo también estuvo presente desde la misma puesta en escena y ejecución de la obra, algo que Rocío también asocia a una “reivindación” de sí misma: “En mis shows anteriores, cuando era más chica, como mujer productora tuve que enfrentarme mucho a que me trataran de cantante porque cantaba en mis producciones, cuando yo en realidad quería que pusieran atención en mi producción musical. Entonces solía apelar mucho a la destreza sonora de performear con cuatro sintetizadores más la compu alrededor mío sin ningún criterio más que el de demostrar que podía hacerlo. Era súper engorroso el traslado y me hacía sufrir un montón de ansiedad. Hoy día me siento cómoda diciendo que produzco todo con la compu y mis performances son simplemente yo y la computadora, ni siquiera uso un controlador”.
La música de La sombra y el silencio fue publicada el 6 de agosto a través del sello digital de música experimental Nave Ánima. Incluso escuchándola como una obra independiente de su performance en vivo, la pieza se siente como una exploración de la espacialidad a través del uso de largos silencios suspendidos en el tiempo. Lentamente, los samples de percusiones y cánticos orientales aparecen, como si invocaran una olvidada y ancestral fuerza femenina.
Escuchá El silencio y la sombra en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Apple Music).