440-3407 era el número que aparecía en los carteles pegados en las paredes exteriores del Estadio Malvinas Argentinas por si encontrabas a un perro perdido. Todavía estabas afuera del estadio, pero al percibir ese detalle ya estabas mentalmente adentro. El Mató a un Policía Motorizado abre una especie de compuerta hacia la otra dimensión, y para disfrutar del viaje tenés que entrar en su universo de espadas y galaxias. Parte del trato para ingresar a la celebración es abandonar este mundo extraño, aunque sea por un rato. El Mató se presentó el sábado 14 de diciembre para miles de personas que fueron parte del ritual más grande que hizo la banda platense hasta el momento.
En las vísperas de su show, El Mató sacó un disco con las canciones que habían quedado afuera de La síntesis O’Konor. La otra dimensión se trata de un lado B que no se separa de su otra cara, algo que ya se advierte en las guerreras de sus portadas. Adentro del estadio todos estaban expectantes, gritaban “¡Alberto Presidente!” y el clásico “¡Vamos El Mató!” La banda salió bajo una ola de aplausos y dio inicio a la fiesta prometida con una de esas canciones perdidas que hoy conocen la luz: “Buscando mas allá”. Entre fans que ya se sabían la letra y otra parte del Malvinas que estaba en silencio, Santiago Motorizado cantaba: “Y así, morder tu mano y sonreír para ver lo que viene.” Después de los aplausos de bienvenida jugaron con su cronología yendo directo hacia el clásico “Viejo, ebrio y perdido”, y ahí empezó la excitación de la gente que sigue a la banda desde sus inicios y los nuevos fans que creían que no se pogueaba en un show de El Mató.
Luego comenzó un tridente arrasador, empezando con esa oda instrumental del espacio llamada “La síntesis O’Konor”, que con su paleta de sintetizadores y guitarras forma una estela fugaz. Siguieron con “La noche eterna”, el público saltando y potenciando la versión del disco, empapando con alegría la melancolía del tema porque “esta noche es especial.” Detrás de una pared de ruido y distorsión, muchos anticiparon la canción que se venía cuando escucharon esa estruendosa batería que parece a punto de explotar: sonó “Las luces”, y con una invitada especial, Anabella Cartolano de Las Ligas Menores, para darle su retoque a la canción. De La síntesis pasaron al tradicional lema que marcó a toda una generación: “Nuevos discos, nuevas drogas.” “Nuevos discos” era un advenimiento de lo que hoy, en una nueva generación, puede pasar desapercibido, pero quienes vieron girar la plataforma celebran junto a quienes fueron herederos de un nuevo sonido y hoy son los pilares de una nueva etapa de nuestra historia musical. En el Malvinas Argentinas, El Mató demostró por qué, en un momento específico de la historia, esas canciones pueden marcar el rumbo de la música nacional, y era el momento de celebrar tanta independencia y recorrido.
La fiesta continuó con otra de las nuevas pero ya el público se la sabía, “El perro”. Mientras Santi cantaba “Busco a mi perro perdido,” entre el pogo había uno enmascarado de canino. Detrás se proyectaba el videoclip filmado en 16 mm, y mientras en la pantalla se veía una escena de lucha con alusiones a Kill Bill, en el escenario aparecían las estrellas Nina Suárez Bléfari y el perro gigante con un cartel que tenía la exclamación ramonera “¡Gabba gabba hey!” A pocos días de las fiestas, el público cantó más fuerte que nunca la letra de “Navidad de reserva”, inevitable no poder compartir esa analogía entre la poética y la temporalidad. Como también excederse de la realidad y no gritar contra la represión cuando suena un tema como “Navidad en Los Santos” en un tiempo tan caliente como el nuestro. No podían faltar los himnos de Un millón de euros (2006): “Amigo piedra” a corazón abierto y garganta rota en “Chica rutera” con cada repetición de la estrofa más intensa. A esta altura tampoco podía faltar un tema que era el brindis literal de lo que estaba sucediendo, entonces sonó “La celebración del fuego” y todo el público feliz con esa poderosa canción que cierra Día de los muertos (2008): “Anarquía y descontrol en la celebración.”
Calmando las aguas sonó “Alguien que lo merece”, y entre las nubes de las visuales y esa paz que se siente adormecedora, le dio el empujón al hit “El tesoro”, el inicio de esta nueva era para la banda. “El tesoro” es la canción que todo el público de El Mató ama, y no es para poco: es una de las composiciones de la banda que van a perdurar en la memoria colectiva. Siguió la emotiva “Destrucción” y luego, para que todo se terminara de derrumbar, la aplanadora supersónica “Yoni B”. Con cada subida del estribillo se formaban remolinos en el público y chocaban los cuerpos. El Mató atraviesa distintos climas en su show; cuando llega hasta la cima, reaccionan con una caída profunda como es la de “Excálibur”, una versión de solo teclado. Pero la caída nunca llega contra el suelo porque siguió “Mundo extraño” y esos alientos entonando el riff chirriante de la guitarra de Niño Elefante. La primera parte del show cerró con una energética versión de “Sábado” y la escalofriante pero latente “El fuego que hemos construido”.
La noche estaba llegando a su final y la banda regresó con unas versiones de guitarra y voz de joyas extrañas como “El día del huracán” y “El sereno”. El Mató no se privó el derecho de guardarse canciones y tuvo la oportunidad de desempolvar algunas que no sonaban hace tiempo, continuando con “La casa fantasmal” y “Fuego”. 2019 fue un año intenso y lleno de viajes para la banda que cerró el año con un recital completo que se retroalimentó de todas las facetas de su trayectoria; desde la vertiginosa y paranoica “Ahora imagino cosas” hasta los proverbios de La dinastía Scorpio (2012), “Más o menos bien” y “Chica de oro”. El show cerró con la tan esperada “Mi próximo movimiento” para despedirse, como siempre, bien arriba.
El Mató le puso un broche de oro a su año con un show potente y cargado de emociones. Celebró acompañado de un público que en ningún momento dejó de cantar sus canciones, compartiendo cada sentimiento porque durante todo este tiempo crecimos con sus discos y consagramos la victoria de su sonido con una marca generacional.
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Foto principal: Max Hanne.