Luego de que se hiciera pública en 2011 la separación de la dupla Kim Gordon/Thurston Moore, el futuro de la demoledora Juventud Sónica se vio envuelto, para desconcierto de sus fans, en un repentino halo de suspenso e incertidumbre. Es que no se puede hablar de noise o sonido alternativo sin remontarse a estos vanguardistas neoyorquinos, y ese combo lo incluye a Lee Ranaldo, cuyas exploraciones guitarrísticas allá por los ’80 redefinieron el sonido de dicho instrumento en el rock. Sonic Youth no volvió a reunirse, al menos por ahora; pero lo cierto es que a Lee nadie le quita lo bailado, y su espíritu inquieto sigue tan entusiasmado por perseguir nuevos horizontes como el primer día.
Para el momento de su anterior visita a nuestro país, hace poco más de un año, su último trabajo Electric Trim estaba a punto de ver la luz; por lo que los dos conciertos acústicos que brindó por aquel entonces en la Sala Argentina del CCK, brindaron el contexto ideal para un acercamiento a este pieza clave de su carrera desde una perspectiva más intimista, aparte de poner de manifiesto las infinitas posibilidades que puede ofrecer la paleta sonora de Ranaldo, aún armado sólo con un par de guitarras acústicas amplificadas, un arco para violín, algunas campanas y una pedalera.
Electric Trim, además de sumar un nuevo eslabón a esta cadena de expediciones cancioneras que comenzó en 2012 con el brillante Between the Times and the Tides, es fiel testimonio del saludable vínculo musical entre Ranaldo y el barcelonés Raül “Refree” Fernández, cuyo aporte fue clave en el proceso. La placa salió a la venta en septiembre de este año, y con este retoño bajo el brazo, el cofundador de Sonic Youth volvió a desembarcar en la capital porteña el pasado miércoles 20 de diciembre.
Ciertamente lo recibió una Buenos Aires convulsionada; pero qué mejor estímulo para un artista revolucionario que encontrarse con todo un pueblo movilizado; y efectivamente, el conflicto en torno a la reforma previsional tampoco pasó desapercibido para Lee, que circuló por uno de los tantos cacerolazos que tuvieron lugar en distintos puntos de la ciudad (el momento quedó registrado en un video que subió a su cuenta de Instagram).
“¡Dale, Lee, que tengo que madrugar; es miércoles!” bromeaba desde alguna butaca un fan ansioso, con el escenario del mítico teatro Margarita Xirgu todavía oculto tras el telón. Casi inmediatamente después, apenas pasadas las 23:30, comenzaron a escucharse los primeros acordes y Lee, arco en mano y prácticamente envuelto en penumbras, arrancó frotando las cuerdas de su guitarra en una introducción de varios minutos que luego daría paso a “Moroccan Mountains“, tema con el que abre el disco. El concepto de “entrar en clima” no encaja en un show de Ranaldo; no hace falta que pasen dos o tres canciones para estar en la misma sintonía; el magnetismo es instantáneo, y la magia no reside sólo en su conocida destreza con las seis cuerdas y el uso de la afinación abierta, sino que también se luce, en esta nueva etapa, como frontman y vocalista.
Luego de meterse al público en el bolsillo y cambiar de guitarra, “Tomorrow Never Comes” y “Off The Wall” trajeron ecos de su trabajo discográfico de 2012, mientras que “Uncle Skeleton” preparó el terreno para la beatlesca “Circular” (ni siquiera a una canción acerca de las rutinas se le permite sonar monótona en el universo Lee). Antes de interpretar “Electric Trim“, contó que fue una de las primeras que compuso junto a su colaborador lírico en el disco, el novelista Jonathan Lethem, con quien parece haber sellado otra fructífera alianza creativa.
“Let’s Start Again” volvió a ameritar cambio de viola luego de ofrecer el pasaje con más sabor a Sonic Youth de la noche, y como si no fuese suficiente con eso, redobló la apuesta: “esta es la parte más heroica del set”, aseguró; “donde tengo que tocar la peor guitarra conocida por el hombre, e intentar que suene como algo decente”. ¿El resultado? no hay guitarra que se le resista. Bueno; aunque eso ya lo sabíamos.
Luego de semejante despliegue llegó el turno de “New Thing” (tal como la describe, su canción sobre internet), tan pintoresca como su videoclip dirigido por Naomi Yang, y “Last Looks” funcionó como preámbulo para el momento más comprometido de la velada. Armado con su voz y su instrumento, hizo referencia al caldeado contexto político y social que le tocó presenciar en su paso por la ciudad, y aprovechó estas palabras para manifestar también su descontento con la administración Trump: “¿Qué podemos hacer?; ¡Díganme qué podemos hacer!”, se indignaba, mientras frotaba las cuerdas con el arco; “No sé la respuesta, pero tenemos que inventar algo”. La arenga derivó en “Thrown Over the Wall”, pero no sin antes detenerse en Santiago Maldonado; y recapitulando, no es casualidad que haya elegido esta canción para contextualizar, ya que en su pasada visita la había introducido como “la canción de la revolución en caso de que Donald Trump sea electo presidente”.
A pesar del final apoteósico, que consistió en sacar todo tipo de sonidos de su instrumento sin limitarse sólo a las cuerdas y donde volvió a hacer gala de aquel barroquismo sonoro con el que se lo asocia, estaba visto que el público porteño no iba a permitirle abandonar tan fácilmente el escenario. “Cálmense”, bromeó el neoyorquino retomando posición luego de un break casi imperceptible, mientras desenfundaba “Revolution Blues”. Que haya cerrado su presentación con un gesto tan folk como versionar a Neil Young tiene todo el sentido del mundo, y el concierto dejó en evidencia, una vez más, lo bien que le sienta a Lee su flamante traje de cantautor experimental.
Aunque el minucioso Electric Trim tuvo como eje principal el estudio de grabación y sus múltiples posibilidades (basta decir que se lo ha leído citar a Pet Sounds, Revolver y The Dark Side of the Moon como álbumes que lo inspiraron conceptualmente), lo que derivó en nueve versátiles composiciones que invitan a descubrir en cada escucha un elemento nuevo, esto no representó problema alguno para Ranaldo a la hora de trasladar al vivo su nueva propuesta para esta oportunidad. Lo hizo manteniendo intacta la esencia pop de las canciones, y supo traducir su complejidad a un lenguaje más despojado, pero no por ello menos intenso. Mediante una experiencia que osciló entre el cuelgue mántrico, la delicadeza melódica sazonada con pasajes noise y el culto a la disonancia, este sesentón con energía adolescente demostró que detrás del ruido y la furia siempre hubo un compositor sensible y transparente, capaz de expandir no sólo los límites de su instrumento sino también los del formato canción, y que puede reinventarse cuantas veces quiera sin dejar de ser fiel a sí mismo en el intento.
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Foto principal: Diego Moyano.