“¿Alguien quiere festejar como si fuera 1999?”, le preguntó Fred Durst, líder y cantante de Limp Bizkit, a un público enardecido con la cuarta visita de la banda al país y todo cuadró a la perfección. Si hace unos días atrás Blink-182 había reavivado la llama de los recuerdos en sus más nostálgicos fanáticos, Durst y compañía avivaron ese fuego y lo utilizaron para canalizar la furia contenida de su público, e incendiar todo a su paso con una de las presentaciones más contundentes de todo el Lollapalooza Argentina 2024.
Pasadas las 9 de la noche, el conjunto oriundo de Jacksonville, Florida, subió al escenario con “Turn It Up, Bitch” de fondo y se desató la locura. Durst, viejo y barbudo con un conjunto deportivo y chillón, se encargó de la presentación de sus compañeros de banda: Sam Rivers en bajo, John Otto en batería, DJ Lethal en la cabina y el guitarrista Wes Borland portando una máscara que parecía salida de alguna película del universo de Star Wars. Una vez introducidos, llegó el primer gran golpe: “Break Stuff” y la locura colectiva. “Give me something to break!”, vociferó la audiencia con todas sus fuerzas.
Arriba, el espectáculo; abajo la olla y los primeros mosh que empezaron a aparecer en diferentes partes frente al escenario Samsung. Un guiño al tema principal de Misión Imposible anticipó el inicio de “Take A Look Around” y Fred deslizó: “Esto es algo que Tom Cruise haría, saben”. Luego llegaron casi pegadas “Hot Dog” y la arrolladora “Rollin’ (Air Raid Vehicle)”, la cual terminó con el vocalista tarareando “Rollin’ On The River” de Creedence Clearwater Revival sobre la pista.
“My Generation” marcó uno de los puntos más altos del recital, pero tuvo que ser interrumpida por “una situación de seguridad” en el público. Cinco pasos atrás y unos minutos de calma hasta que un acople de guitarra indicó la vuelta del tema. “¿Está todo bien por ahí?”, consultó el cantante para cerciorarse de que todo siguiera en orden y poder continuar con su show. Inmediatamente después, y para mitigar un poco el fuego, Limp Bizkit bajó la intensidad y ofreció su propia versión de “Behind Blue Eyes” de The Who, publicada en su disco de 2003, Results May Vary. Tal vez el único momento del show que permitió otra emoción más que la ira y el desahogo.
Lo que aconteció después fue una triada destructiva: “Nookie” –Durst miró al pogo justo antes de iniciar la canción y señaló: “ahí hay una fiesta en la que me gustaría estar”-, “Full Nelson” y “Re-Arranged”, con un halago por parte del vocalista a Rivers por la línea de bajo principal de la canción. No quedan dudas de que Durst es un incitador nato (¿qué mejor ejemplo que Woodstock ‘99?), le gusta provocar y ser el motor del envite a la liberación. Como si supiera por lo que está atravesando cada individuo de la audiencia, o tuviese noción de la situación socio-política del país, metió el segundo cover de la noche: “Killing In The Name” de Rage Against The Machine que calzó como anillo al dedo dentro de la narrativa del show.
La euforia fue total y la propia banda se dio cuenta de que habían llegado a la apoteosis de su presentación. La dinámica del show embriagó a un Durst cada vez más motivado que, después de comunicárselo a sus compañeros de banda, decidió cerrar la noche de la misma forma que la había empezado: con “Break Stuff”. De alguna manera, la segunda vuelta fue más portentosa y violenta, y coronó un espectáculo digno, que sonó imponente y no tuvo puntos flojos.