El estreno y éxito de División Palermo, escrita y dirigida por Santiago Korovsky, termina de cristalizar una realidad: la existencia del humor nac & pop de esta generación, de este momento histórico. Es el humor en el que ahora mismo le gusta verse reflejada a la sociedad argentina. ¿Sobre qué está montado este tipo de humor? Varones frágiles (de barba y desgarbados), mujeres con poder y que lo saben ejercer (“bellas y fuertes”, dice El Mató en una canción anticipatoria), consciencia política que siempre debe responder a una agenda (cambiante) de preocupaciones blancas (woke) y utilización de la parodia como recurso de diálogo con la realidad del contexto sociocultural.
Lo atractivo de pensar en una serie como División Palermo es que trata de ver cuáles son los límites de la corrección que se pretende -y efectivamente lo es- política. Por ejemplo, la inclusión (y hacer chiste sobre eso) de cuerpos que se corren de la hegemonía habitual que se ve en las pantallas y la forman en la que se desenvuelven en un territorio que no está preparado para aceptarlos totalmente (¿en cuántos lugares la rampas para sillas de ruedas están presentes como corresponde?). Y resulta paradójico, porque jugando a la incorrección termina siendo lo más correcto que existe ya que nunca se corre de lo establecido: está la “normalidad” y está la otredad (el protagonista, Felipe, funcionaría como puente entre estos dos mundos). Quizás esta sea la mayor división de la que habla la serie.
Empieza con un error. A Felipe Rosenfeld (Korovsky), luego de ser abandonado por su pareja y despedido de la empresa de su padre, le roban la mochila. Cuando va a hacer la denuncia, por un malentendido, ingresa a formar parte de la División Palermo, un cuerpo creado por la policía federal para incluir minorías -una clara estrategia de marketing para mejorar la cara de la institución policial- y hacer los trabajos de la guardia urbana. Situar a este equipo en Palermo fue uno de los grandes aciertos. De un tiempo a esta parte, la comuna de Palermo se volvió algo más que un punto en el Google Maps: es un símbolo de burla en cuanto a los bordes que separan lo progresista del ridículo. Palermo se volvió un adjetivo. De este modo, lo “palermitano” se convierte en un signo de interpretación humorística. Al ubicarlo en Palermo es cuando empieza el chiste.
La idea del trabajo en equipo con integrantes disímiles siempre fue un vehículo para mostrar diversos estereotipos y tipologías humanas y cómo en esa interacción (el roce produce combustión) se puede dar el humor o esos chispazos que puede generar la risa. Cada época, si se piensa bien, tuvo su grupo para mostrar este tipo de humor posible que siempre estuvo en relación a la seguridad o la resolución de problemas: Locademia de policía, Brigada A, Brigada cola (!!!), Los simuladores (los más recordados y prestigiosos, quizás, que ahora mismo está en Netflix), entre otras.
Y ahora le llega el turno a División Palermo para seguir usando este formato. De ahí que la unión de estos personajes con sus propias capacidades sea, de algún modo, creíble: alguien en silla de ruedas (Pilar Gamboa), un jefe al que le falta de un brazo (Daniel Hendler), un integrante ciego (Facundo Bogarín), un hombre pequeño (Hernán Cuevas, el más gracioso), un inmigrante boliviano con aspiraciones de standapero (Renato Condori Sangalli, el mejor personaje) y una chica trans (Valeria Licciardi). Este cuerpo, sin preparación ni consignas de acción clara sobre cuál es su trabajo, es quien intentará ayudar a la policía. Esta es la pata paródica de la serie y la referencia es tan directa y diáfana que resulta imposible confundir de quién se está hablando y quién es el objetivo (el partido político) de la parodia.
Adentro de esta comedia, insertas como piezas necesaria que completan el rompecabezas que le dan sentido a una ficción de esta duración, hay un caso policial (con sus momentos de crudeza y brutalidad necesarias que complementa muy bien con lo cómico) y una historia de amor (sin un gramo de lugar común, más bien todo lo contrario, con una escena de sexo extraordinaria) que buscará su resolución hasta el final y terminan de completar los ocho capítulos de División Palermo.
¿La comedia, como género, evoluciona? Sin duda necesita de ver el modo de intervenir el tiempo que le toca vivir. Se trata de llevar a cabo una política de la mirada que permita descubrir cómo el humor social se va manifestando y renovando. Porque el humorista es quien ve lo ridículo donde otros ven seriedad, es quien ve una oportunidad de reír donde otros ven solemnidad. Humorista es quien se maneja por la lógica de la risa -que puede ser terriblemente provocador- y no de las emociones -para eso está el drama-.
En este sentido, esta comedia que se muestra en División Palermo tuvo un periodo de maduración hasta llegar a su desarrollo y culminación. Tal vez se puede disfrutar de División Palermo en este momento porque existieron Cha cha cha, Magazine For Fai, Peter Capusotto y sus videos. Y más cercano en el tiempo: los trabajos de Martín Piroyansky (con Porno y helado como cima) y Malena Pichot (Cualca y demás) sentaron precedentes. De este modo, la inclusión en División Palermo de Martín Garabal (acá se puede pensar en Miguel Granados como un link pertinente) y Charo López es un guiño de pertenencia, familia y linaje: esta es la nueva comedia que llegó para quedarse y ver cuál es su límite, hasta dónde puede llegar.
En una entrevista dijo Charly García: “No me hice a semejanza del mundo, sino que logré que un cacho de mundo fuera semejante a mí”. Desde estas palabras, tiene sentido preguntarse si esta clase de comedias hace algo, genera un movimiento, por cambiar el estado de situación (“un cacho de mundo”). Es decir: ¿cuánto de revolución hay en el humor? Como ejercicio de la inteligencia, el humor es un señalamiento de lo absurdo de ciertos comportamientos humanos. Es un primer paso. Reconocer el problema. Avanzar en el problema (la inclusión como urgencia) es un trabajo social, un trabajo de equipo. División Palermo ríe con un material que tiene un corazón lleno de pena e impotencia. A determinado nivel de presión, o te reís o te volvés loco.
División Palermo está disponible en Netflix.