Linda Matalon es una artista neoyorquina con una amplia trayectoria, cuyo inicio se remonta a fines de la década de 1980. Su trabajo se focaliza en las relaciones que se establecen entre los cuerpos y los espacios mediante la abstracción. A lo largo de su vida se ha encargado de retratar sus experiencias en dibujos y esculturas. La tristeza, el dolor y la alegría son algunos de los tópicos que aparecen en sus obras de pequeño y mediano formato.
Ahora, por primera vez en Argentina, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires presenta la obra de Matalon. Marcas imborrables es el título de la exposición donde la artista da a conocer dos series cruciales, creadas durante dos pandemias que la marcaron profundamente: el sida, que tanto afectó a principios de los años noventa a la comunidad LGTB+, y la del COVID-19.
Victoria Noorthoorn, directora del Museo Moderno y curadora de la muestra, habló con Indie Hoy sobre la exposición.
¿Cómo surge la idea de realizar la exposición de Linda Matalon en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires?
La presencia de Matalon en el Museo Moderno surge hace muchos años, inicialmente como parte de una importante exposición colectiva de pocas artistas mujeres de su generación, de muy diversas latitudes del mundo -Estados Unidos, Brasil, Australia, Inglaterra- que juntas construirían y ofrecerían al público una potente experiencia sobre el silencio, la meditación, la espiritualidad. Eventualmente, ese ambicioso proyecto encontró un buen marco de presentación como culminación del programa que creamos para el 2022 y que titulamos Un día en la Tierra: en la totalidad de sus salas, el Moderno desplegaría (y desplegó) un discurso holístico dedicado a la necesaria y urgente reflexión sobre el presente de la humanidad y su relación con el planeta.
El programa se basó en una metáfora muy simple: caminar por el Museo Moderno implicaría recorrer la superficie de la tierra para encontrarse con sus referencias geográficas y materiales, con sus saberes ancestrales, con los modos en que la habitamos y la sentimos y con la reparación que el arte puede ofrecer como agente de comprensión y transformación sensible. En ese marco, pensé que Matalon y las demás mujeres referidas podrían ofrecer un espacio de silencio, entendido como apertura a las mil posibilidades del imaginario, un encuentro con nosotros mismos que vendría a complementar la enorme cantidad de información transmitida por las demás muestras del Museo. Aquella exposición construiría ese lugar íntimo, de reflexión profunda. Ahora bien, debido a la pandemia y a nuestra redefinición de prioridades institucionales –una de las cuales fue apoyar en una situación de crisis a la mayor cantidad posible de artistas argentinos– ese proyecto colectivo fue dejado temporalmente de lado. En su lugar, armamos primero en marzo 2022 una capilla del silencio a partir de los primeros dibujos a lápiz de Chola Poblete y, más adelante en el año, nos dimos el lujo de convocar a Linda Matalon con una exposición focalizada en sus dibujos.
En la exhibición hay una serie de dibujos dedicados a la pandemia del sida y otros inspirados en la COVID-19. ¿Cómo surgió la idea de entablar estos vínculos en la producción del artista?
A finales del 2021, tuve la ocasión de visitar a Matalon en Brooklyn, Nueva York, donde vive. En esa ocasión me mostró sus últimos dibujos realizados durante la última pandemia: eran dibujos pequeños, realizados con lo que tenía a mano en su casa. La intensidad que transmitían me remitió a aquellos creados durante la época del sida, que tampoco fueron de gran formato y que yo conocía bien por haber seguido su trayectoria durante más de 20 años. En ambos casos los dibujos son íntimos, creados por una artista de Nueva York, ciudad que fue un epicentro fuerte, escalofriante y aterrador, de ambas pandemias. Pero los que hacen referencia a la crisis del sida, a principios de los noventa, son catárticos, y en ese sentido se distinguen de los de años posteriores. En esos primeros se advierte una respuesta necesaria. Matalon relata cómo se pasaba el día de aquí para allá, lidiando con situaciones relacionadas con la muerte de personas de su comunidad, cerrando casas, organizando, mudando cosas de un lado al otro, gestionando esa situación cruda de muerte de amigos y conocidos, y luego volvía a la noche a su casa, que era su taller, y plasmaba en estos dibujos lo que estaba atravesando.
En todos los casos, los dibujos de Matalon son existenciales, y creo yo que refieren a un dolor muy profundo o, en palabras de Linda, a una espiritualidad muy profunda. Al encontrarme con estas obras, veo a una artista que, a través de sus dibujos, es capaz de procesar el dolor de la humanidad. Estas dos pandemias nos ayudan a anclar el dolor en dos momentos históricos y sociales precisos. Pero entre una y otra hubo veinticinco años durante los que Matalon realizó dibujos en los que también percibo la misma impronta existencialista. Estos dibujos trabajan capas materiales –el papel, la cera, el grafito– pero también están allí las capas de densidad existencial, de una búsqueda interna de sentido para plasmar sentimientos muy hondos. En algunos casos, puede ser el dolor; en otros, la soledad; en otros, el modo de estar en el mundo. Es mucho más fácil producir una obra que denuncie literalmente un problema que una que atraviese ese problema y lo mantenga en un lugar abstracto. Por todos estos motivos me pareció apropiado crear aquel necesario espacio de reflexión y silencio en el Moderno a través de la obra de Matalon, justamente para complementar un edificio atravesado por el dolor de la pandemia.
¿Cómo fue el proceso de selección de las obras?
Conocí los dibujos de Linda Matalon justo antes de partir de mi larga estadía viviendo y trabajando en Nueva York, allá por el 2001. Desde entonces, cuando vuelvo a esa ciudad, suelo visitarla y ponerme al día con su producción. Hay allí, como en otros talleres de artistas muy queridos, alguna planera con algún separador que dice “Dibujos Victoria”, Lo cual significa que están separados por si algún día se da la posibilidad de un proyecto. Recurrimos a esa preselección de obras que revisamos y ajustamos, y claramente sumamos los “Lockdown Drawings” [Dibujos del encierro], creados en 2020 y 2021. La selección incluyó un conjunto de dibujos tempranos de principios de los noventa creados durante el terror del sida, y otro conjunto de dibujos recientes. No pude resistir la tentación y hay algunos datados entre ambas pandemias, que muestran la continuidad de un trabajo en una misma línea a través de tantos años.
En los dibujos hay una exploración del cuerpo femenino y el cuerpo de la artista. También hay ideas en torno a la piel como registro de una memoria emotiva e histórica. ¿Cómo es el abordaje de estos temas desde tu lugar de curadora de la exposición y a la vez directora del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires?
La exposición se llama Marcas imborrables y este título refiere al modo en que Matalon se relaciona con sus materiales –el papel, la cera y el grafito– que para ella son simbióticos, actúan en relación, forman una unidad. El material que prepara con cera graba de manera permanente todo trazo o gesto que ella realice, ya sea con el grafito o con otros materiales. De allí que el título de la muestra, que refiere tanto a su técnica como al modo en que estas pandemias nos han atravesado y dejan huellas en nosotros. En muchos sentidos, el arte de Matalon es un trabajo de indagación, articulación y catarsis del dibujo considerado superficie o, siguiendo a tu pregunta, considerado piel. En este sentido, se trata de una producción que reúne muchas de las preocupaciones del hoy y de ayer sobre cómo estar en el mundo, desde qué cuerpo nos aproximamos al mundo, cómo afirmar nuestra existencia, cómo dar cuenta de la historia, cómo trascenderla. Son todas cuestiones primordiales que el ser humano debe abordar hoy, y desde el lugar del Museo Moderno, nos es crucial plantear estas preguntas, estos cuestionamientos, y las mil posibilidades que se nos presentan, y hacerlo a través de la mirada de los grandes artistas. Es un trabajo que nos honra y emociona.
¿Cuál podría ser el vínculo que establezcan los espectadores con la obra de la artista?
Quisiera pensar que la sencillez y escasa pero precisa información presente en los dibujos de Matalon generan la curiosidad del espectador. Hay quienes verán líneas o manchas en espacios amplios, expansivos, hay quienes verán signos que refieren a la presencia humana, hay quienes verán relaciones entre seres o personas. En todos los casos, el ojo es interpelado, es exigido en el buen sentido. Son dibujos que nos llaman para que ahondemos en ellos, nos acerquemos, nos sumerjamos dentro. La sencillez por su parte abre el dibujo en simultáneo a una experiencia espiritual, que de hecho está en la génesis de la práctica de la artista, muy influenciada por las prácticas del dibujo zen japonés.
¿Quién es Linda Matalon para vos?
Una gran artista que sostiene un discurso y una línea de investigación a través del tiempo, más allá de las coyunturas, a partir de un conjunto de herramientas del arte muy precisamente elegidas, que transforma al infinito en mil posibilidades y estados de ánimo. Un ejemplo sobre cómo hacer mucho con poco y sobre cómo no contaminar la obra con la exigencia de la novedad, las presiones del mercado del arte o de los discursos en boga. Una apuesta por la espiritualidad en el arte, y por el poder de la sencillez y el silencio. Una investigación auténtica y sin límites.
Marcas imborrables de Linda Matalon con curaduría de Victoria Noorthoorn se puede ver hasta finales de julio los lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19 h y los sábados, domingos y feriados de 11 a 20 h en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Avenida San Juan 350, CABA).