“¿Qué carajo es El Club Audiovisual?”. Según los integrantes de la banda porteña, ahondar en este dilema existencial fue crucial en la génesis de su segundo disco. A medida que se planteaban estas interrogantes, surgían nuevas respuestas que guiaban la estética del álbum homónimo publicado en agosto de este año a través del sello Casa del Puente. Así, la banda comenzó a pulir las sensaciones dentro de su torbellino sonoro de distorsión y pedales de efectos. Dejando atrás las fórmulas del shoegaze y el dream pop de sus comienzos, El Club Audiovisual abrazó la esquizofrenia en un disco tan heterogéneo como auténtico.
Desde sus inicios, el nombre de la banda carecía de un significado concreto, pero con el tiempo adquirió profundidad y sentido. La clave fue encontrar un vínculo entre los tres singles adelanto del disco, que abarcaban diferentes épocas y estilos musicales: el furor por los años 60, la nostalgia de los 90, y el Y2K dosmilero. “Pensamos en formatos de reproducción -cuenta la cantante y bajista Delfina Gel en conversación con Indie Hoy, acerca de la trilogía de singles “Madrugada“, “Una canción” y “Hoy quiero hacer lo que me gusta“-. Así llegamos tres objetos que perfectamente se podrían encontrar en un mismo lugar: un CD, un VHS y un cassette. Ahí se empezó a gestar El Club Audiovisual como nuestro lugar de pertenencia”.
Al principio, este espacio imaginario cobró la forma de videoclub con reminiscencias de un local de Blockbuster, pero la narrativa evolucionó en algo más parecido a un taller de reparación de televisores atrapado en otra dimensión. Los envolvía la idea de mantener viva la llama de lo retro en el mundo moderno, detenidos en el tiempo y enfundados en mamelucos azules que simbolizaban su compromiso con la música y la experimentación.
“Toda esta cuestión esencial que venimos explorando, tiene un concepto que se relaciona con blanquear el laburo -explica el baterista Juan Costa Viaggio-. Por eso los atuendos de mecánico cerraban por todos lados”. El álbum encarnaría la creatividad que desborda al cuarteto que se completa con los guitarristas Matías Vertula y Tomás Pelaez, una fábrica de sonidos que moldean el espíritu colectivo donde el todo es más que la suma de las partes.
El título homónimo de su segundo álbum parece una elección intrigante en términos de búsqueda de identidad. ¿Qué razones hubieron dertás de esta decisión?
Matías Vertula: Hay referencia de otros discos homónimos que tienen algo de reinvención de la banda. En el caso de Blur, representa cuando salieron de la etapa del brit pop y fueron hacia un lado más oscuro y alternativo. Durante el proceso de composición, sentí que estábamos alcanzando lo que queríamos ser como banda, con una identidad sonora y letras más honestas. Es el trabajo del que más me siento orgulloso que hayamos hecho hasta la fecha. Lo sentí como un manifiesto, una forma de decir: “Esto somos nosotros”.
Delfina Gel: En este disco volvimos un poco a lo previo de Ya no estamos tan solos (2020), podés encontrar influencias de bandas que nos gustaban en la adolescencia. También tratamos de repensar nuestra estética: ¿Qué carajo es El Club Audiovisual? ¿Son los VHS, los CDs o los cassettes? ¿Es un lugar? El hecho de que sea nuestro disco homónimo fue un disparador para reflexionar sobre lo que éramos.
Juan Costa Viaggio: Nuestro primer EP, 5 días en el planeta azul (2017), tiene esta energía que aparece en el nuevo disco, de querer presentar nuestro universo y una propuesta, como una botellita al mar. Con Pela [Tomás Pelaez] empezamos a hacer una película donde cada tema estaba conectado por sonidos y atmósferas. Creo que ahí nació el disco. Además de Estanislao López, el disco está producido por nosotros mismos, y nos enfocamos en este tipo de detalles, silencios, cambios de ritmo y tono. De repente hay una campana, o se escucha el océano.
Tomás Pelaez: El primer EP es un poco más personal y no lo hicimos pensando tanto. Luego, con Siempre ahora (2018), empezamos a escuchar a ciertas bandas e ir por ese camino. Logramos acercarnos un poco y pensar cómo llegar a ese sonido que nos gustaba tanto. En Ya no estamos tan solos lo perfeccionamos bastante. Una vez que logramos ese refinamiento, nos tocó preguntarnos qué hacemos ahora. Yo venía escribiendo temas que eran un poco más voladores, más shoegaze; pero hubo una decisión consciente de la banda de hacer algo distinto. Fue un desafío que nos pusimos. Pudimos decir que, además de My Bloody Valentine y Slowdive, nos gustan un montón de bandas, géneros y épocas distintas. Si bien hay unas secuencias de bajos y de teclados, este disco es muy mínimo y ecléctico.
En su disco anterior acuñaron el término “pop sónico” como una forma de evitar los encasillamientos. ¿Cómo surgió esta idea? ¿Qué los llevó a utilizar esta etiqueta para describir su propuesta?
TP: Yo siento que ese nombre nos define bastante bien. Las canciones tienen una estructura tradicional muy pop, de verso y estribillo. Este disco tiene algunos hooks, un poco más que antes. Sónico es el volumen y la dinámica. Pusimos una palabra para después darle entidad y materializarla.
MV: Fue un norte al que apuntar. Primero ponés la palabra y después la tenés que buscar. Estábamos en la del noise pop, esa etapa muy cipaya. Usamos ese tipo de etiquetas para referirnos a cosas específicas. Está bueno darle un marco teórico que nosotros identificamos para darle nuestra propia impronta.
DG: Si decís noise pop, nadie sabe lo que es. Lo argentinizamos y se sumó a Juan escuchando mucho Babasónicos y Juana La Loca. Ahí nos dimos cuenta que nosotros hacemos rock sónico, pero un poco más pop.
¿En qué sentido creen que este nuevo disco abraza la etiqueta de pop sónico?
JCV: Tratamos del salir del cascarón del género, así como de lo que habíamos hecho en Ya no estamos tan solos. Nos pusimos a escuchar todas nuestras referencias y quedarnos con feels, cositas, detalles, cuestiones estilísticas. Si escucho a Mati que hace algo con la viola, ¿qué pasa si lo acompaño con el hi-hat? Empezamos a escucharnos más, tanto de forma individual como instrumental.
MV: El trabajo instrumental fue muy intenso entre todos. Nos escuchamos el uno al otro y todos estábamos al tanto de los arreglos de los demás. Antes éramos como una sola neurona, usando pedales muy similares, buscando una estética sonora muy parecida. Con este disco nos desprendimos un poco. Pela encontró su thing, yo encontré mi thing y tenemos una especie de rivalidad, una lucha que se complementa.
TP: También en cuanto al laburo de guitarras, soltamos mucho los pedales en este disco. Cambiamos los delays y los reverbs por más distorsiones. Yo personalmente tuve que aprender a tocar la guitarra con este disco, a hacer mute, con más muñeca, tocar un poco más pesado o más fino, más rítmico y mejor.
¿Tienen preferencias por las canciones del disco?
TP: A mí me gusta mucho “Una canción”, es muy arriba, muy divertida y es medio ramonera. El público está re movido cuando suena y me genera mucha energía.
DG: A mí me gusta “Dulce”, porque antes me re exigía tocarla. Yo soy full autodidacta y la verdad es que no me considero instrumentista, sino más compositora. No me dedico a tocar un instrumento particular, los chicos me van a retar porque debería practicar mucho más, pero “Dulce” era un tema que me costaba particularmente, y siento que le saqué la ficha, fue un challenge a mí misma. Después me gusta mucho “Confundido”, es un tema que me sensibiliza mucho, me mueve, como me sucede con “Solo un momento”. Siento que cuando lo toquemos en vivo voy a llorar. Es una bola de ruido increíble, somos nosotros dejando el alma.
MV: “Confundido” es el que más me gusta a mí también, pero porque me gustan mucho los riffs. Estoy re orgulloso del laburo que hice en el disco hablando de las guitarras. Además, tiene un solo larguísimo que está god. Cuando cae la parte de toda la distorsión, que estamos los cuatro yendo fucking hard, se siente una conexión muy especial. La otra favorita es “Qué más puedo hacer?”, siento que es una canción que siempre quise que escribamos y apela mucho a mis sensibilidades musicales. Riffs grandotes, soniditos raros, siento que tiene mi vibe.
JCV: Las mías son “Dulce”, por una cuestión del groove, y también “Madrugada”, ya que fue una canción en la que empecé a jugar mucho y a tirar un poquito más lejos la piedrita. Ahora hay algunos feels que no están en la original porque no tenía la habilidad todavía. Es muy divertida, la siento muy integrada al nuevo músico que estoy siendo.
DG: A pesar de todo, si me preguntan qué es el pop sónico, sin dudas, pongo “Hoy quiero hacer lo que me gusta”.
Antes del álbum, sorprendieron con un cover espontáneo de “When You Sleep” de My Bloody Valentine, para el disco tributo a la banda del sello Sin Tierra Discos. ¿Cómo se diferencia esta experiencia a la de estrenar un disco en el que trabajaron durante tres años?
DG: Siento que somos muy neuróticos con los discos, le ponemos mucho peso a lo que es el concepto detrás de la tapa, los títulos, las letras. Nos rompemos la cabeza. Para nosotros un disco es una obra suprema, y siento que a la hora de grabar “Cuando dormís”, sin desmerecer, era algo más relajado. Obviamente es muy importante trabajar y ser detallista, pero también cuando algo baja de una, es por ahí.
TP: La expectativa que teníamos con Ya no estamos tan solos era de “la vamos a romper toda, vamos a grabar en un re estudio y poner toda la guita y bla bla”. Con la pandemia se dio vuelta el tablero, empezamos a apuntar mucho más alto.
MV: Aprendimos cómo funciona el mundo, básicamente. Éramos muy naive, la escena no existía de la forma que existe ahora. Uno quería sacar su debut y pegarla, estaba la expectativa puesta en el afuera. Esa fórmula de “Cuando dormís” la aplicamos en el último tema. Nos faltaban dos semanas para grabar, queríamos un tema más y fuimos a lo espontáneo. El último tema salió en un día.
Además de ser uno de los adelantos, “Una canción” significó el primer feat de El Club Audiovisual, en el cual colaboraron con Odd Mami, quien previamente los había invitado a participar en su canción “Ya no“. ¿Qué les inspiró a elegirla?
MV: Es un tema que se terminó de entender mucho más en el contexto del disco. Cuando salió como single fue una cosa rarísima. Ahora siento que Helena es la más alternativa de la Rip Gang. Siento que ella está plasmando el amor que le tiene al rock. En ningún momento fue algo forzado, siempre nos gustó lo mismo.
DG: Con “Una canción” sentíamos que se iba a acoplar bien con su estilo popero y muy arriba. Desde Ya no estamos tan solos teníamos ganas de hacer un feat en algún momento, y la primera persona que pensábamos siempre fue Hele. No solo porque somos amigos hace mil años, sino porque nos gustaba la idea de hacer un feat con alguien de otro género, que se dedique a otra cosa, pero que también entienda nuestro flash. Odd Mami encajaba perfecto en eso.
En el marco de esta búsqueda de identidad, ¿cómo percibieron la respuesta del público hacia sus nuevas canciones?
MV: Con quienes hablé en mi círculo cercano, noté que apreciaron mucho la versatilidad. Siento que a la gente se le hizo un disco bastante fácil de escuchar y digerir, pero también reconocen esta ambición artística que teníamos. Siento que cumplimos lo que estábamos esperando.
DG: Hay que aprender que no a todo el mundo le va a gustar lo que hacés, no le vamos a caer bien a todos. No lo digo como banda sino como personas, tenemos que aprender a despegarnos de esa expectativa. Por suerte, el 90% de los comentarios fueron súper positivos. A mí me dijeron que en cada escucha notaban detalles nuevos y eso me parece que está re bueno. Quizás lo escuchás sin prestar tanta atención y disfrutás los temas, porque son temas súper poperos, súper arriba, y después le das una escucha más atenta y es otra cosa.
Haber participado en la primera edición del festival Nuevo Día en Buenos Aires y ahora en Montevideo debe acarrear todo tipo de sensaciones, en especial al tratarse de un evento tan afín a la nueva escena alternativa y la movida post punkdémica. ¿Qué recuerdos y emociones les despertó esta experiencia?
MV: Fue una resignificación de todo el laburo que veníamos haciendo. Se está haciendo algo, estamos laburando todas las bandas en conjunto y estamos marcando un impacto. Además, en el Nuevo Día tocamos un cover de “Sábado” de El Mató, que es una banda muy importante para nosotros. Llegamos acá también por ellos, por todo lo que nos influenciaron y por las bandas que vinieron atrás. Queríamos hacer un pequeño tributo.
JCV: Fue muy emocionante el momento de tocar esa canción ahí. Siempre tenía esos flashes con El Mató y fue como cerrar un círculo. Pienso en todas las veces que hemos ido al Vorterix con expectativas, con el corazón a mil, hasta que se abría el telón y sonaba “El magnetismo”. Tocar una canción de ellos ahí significó un mimo al alma.
MV: Me acuerdo la primera vez que los vi, me impresionó mucho cómo toca Niño Elefante. Era verlo a él, querer hacer lo que hacía, estar en su lugar. Después de dar la vuelta completa, fue la forma perfecta de homenajearlo. Para mí, lo que marca a esta movida son los sentimientos y la pasión, y el Nuevo Día es fundamental para seguir expandiéndose.
DG: Para mí también significó darme cuenta que no estoy re loca. ¿A qué voy con esto? Antes de la pandemia íbamos a fechas y no había un alma, éramos nosotros nada más. Cuando empezamos a ir a fechas post pandemia, se llenaban absolutamente todas, subían los seguidores en Instagram, y me costaba reconocer que había gente que le interesaba mi banda. Dudaba de si vivía en un tupper, en un microclima y las 30 personas que sigo en Twitter estamos hablando lo mismo, o si realmente hay un público que le está dando pelota a la movida. Ir al festival en el que había 2.000 personas me sirvió para asegurarme que está pasando algo.
El Club Audiovisual se presenta el viernes 6 de octubre en el festival Nuevo Día en Tazu (Canelones 782, Montevideo) junto a Buenos Vampiros, Flor Sakeo y Obelisco, entradas disponibles a través de AllAccess. Escuchá El Club Audiovisual en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).