Hay artistas que vislumbran en el salto entre un disco y otro, la obligación de ratificar los elogios con una entrega superior. Hay otros que, por el contrario, desestiman tal gradación escalonada para apelar a la creencia de valores congruentes con una noción existencial del arte. Francisco Victoria parece empatizar más con la segunda corriente. Esto se debe a la poderosa convicción que tiene el cantautor y productor chileno por plasmar en cada álbum una fotografía de su vida.
Justamente de eso se trata Herida (2022), un trabajo seductor que tiene la premisa de metamorfosear los destellos de Prenda (2018) en clave atemporal y aunarlos con un cálido homenaje a las influencias que van desde Supertramp y Charly García, pasando por Kylie Minogue y Robyn, y hasta Burt Bacharach y Maurice Ravel. Ocho canciones autobiográficas de melodías magnéticas que consiguen dejar al descubierto una fragilidad insondable disipada en las múltiples capas de un retrato electro pop.
“El disco va en esa experimentación de ver qué tanto me puedo saltar las barreras intelectuales para pasar directamente a lo emocional -devela el músico de 26 años en conversación con Indie Hoy antes de su presentación en Buenos Aires-. A su vez, también responde a esa urgencia de que la vida es muy corta, tenemos muy poco tiempo, hagámonos cargo de todas estas cosas porque nos vamos a morir”. Sin romper la tradición, Victoria amplió el alba de su método expresivo mediante una sucesión de canciones que conmueven y agrietan hasta los corazones más apáticos.
¿Cómo describirías el trasfondo conceptual de Herida?
El disco representa un momento de transición importante que marca un antes y un después entre esa cosa más adolescente de solo quejarse versus cuando realmente puedes tomar tus propias decisiones, tomar una postura frente a todo lo que te pasa, ponerla por escrito y decretar cuál fue la historia oficial de la situación. Se trata de tomar control de qué es lo que había sucedido, de todas las cosas que habían pasado en los últimos cuatro años. Supongo que a raíz también de la sensación de constante vértigo que emana del encierro de la pandemia, del vivir tormentoso junto con tus pensamientos y hacerse cargo de todo eso para exteriorizarlo en canciones. Canciones que aparte sean accesibles, que no son demasiado complejas como son los sentimientos, sino que buscan romper esa barrera de intentar entender para empezar a sentir esas cosas en el cuerpo.
¿Cómo atravesaste la pandemia?
Yo creo que fueron varias etapas. Primero fue esa negación al preguntarme qué está sucediendo. No entendía la situación de apocalipsis. Y luego con el encierro, que acá en Chile fue bastante estricto, me tocó pasar por unas rupturas personales muy importante. En el fondo se vino una avalancha de emociones de las que cuesta hacerse cargo. Para mí, la parte más dura de la pandemia se trató un poco de eso: de hacerme cargo. Entré en una depresión muy profunda y tuve que ir al psiquiatra. Sobre todo en una sociedad como la chilena, que estamos todos súper alienados y todo es muy neoliberal y capitalista, uno vive constantemente evadiendo. Y cuando uno evade tanto, pueden pasar décadas y uno nunca hacerse cargo de lo que está sintiendo. Porque siempre se está sobreviviendo en vez de enfrentarlo. Supongo que lo que marcó todo ese proceso fue el hecho de que estábamos obligados a enfrentar todo y a construir algo después de eso. No había escapatoria. Tenías que enfrentarlo o sino estar en posición fetal en la cama por dos años. Fue súper duro, pero como toda crisis tiene altos y bajos, enseñanzas y desventajas también. En lo personal me siento un poco más completo después de eso.
Ya que lo mencionaste, ¿qué reflexión hacés acerca de este reciente rechazo del pueblo chileno a la nueva constitución que propuso el presidente Gabriel Boric?
Me parece que es muy complejo. En la prensa veo análisis muy simplistas de lo que sucedió. Yo no creo que Chile esté virando a una extrema derecha, me parece que hay una sociedad más bien conservadora, en el buen sentido de la palabra. Obviamente siempre es bueno que las personas de un país voten y que el voto se escuche. Siempre hace crecer la democracia, que es algo que anhelo profundamente. Si bien yo voté “Apruebo”, y estuve activamente en la campaña, me sorprendió que mucho de la campaña de “Apruebo” se trató de constantemente desmentir las mentiras de parte de la opción del rechazo a la nueva constitución. Entonces siempre me salta la duda de por qué públicamente se está entendiendo en el país entero que no vimos venir lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, en Estados Unidos con Donald Trump, en Reino Unido con el Brexit. Cómo y cuánto es el poder de una aplastante fuerza económica detrás de campañas de desinformación y cómo eso repercute en la democracia. Ha habido muchos testimonios de personas que no sabían realmente qué es lo que estaban votando. Por ejemplo: “Voté rechazo porque rechazo a los políticos y rechazo que sigan los fondos de pensiones privados que me hacen tener pensiones de miseria”, y en el fondo la nueva constitución estaba proponiendo deshacerse de eso. No hay un muestreo que permita deducir que ese 68% que votó por la opción de rechazo no supiera por lo que se estaba votando en ningún plazo, pero hay que analizar por qué la gente vota como vota, qué trabajo tiene que hacer la clase política. Ahora ellos tienen el control nuevamente, ya no hay una asamblea elegida por la ciudadanía. Está muy en duda cómo va a seguir el proceso constituyente. Al mismo tiempo, se suma esta crisis inflacionaria mundial, que es algo que Chile no había enfrentado durante mucho tiempo. Es muy complejo, pero creo a la vez es multifactorial: ¿por qué fue tan aplastante? ¿quién se equivocó? No lo sé. A mí me hubiese gustado que ganara la otra opción, pero estoy contento de que la nación tenga una democracia tan fuerte, y que podamos salir, votar y decir. Me parece que es necesario reforzar cómo se está transmitiendo la información desde el gobierno, y la mayoría de los medios de comunicación que están financiados por personas que eran adherentes al rechazo. Me da pena que no exista ese avance, pero quizás sea para mejor, quizás un avance más moderado deje a más personas contentas. Hay que ver cómo se va escribiendo la historia.
Volviendo a Herida, es un disco muy autobiográfico en donde exhibís tus emociones a flor de piel. ¿Cuáles son los riesgos de abrirse tanto y dejar tan plasmados tus sentimientos?
Creo que el principal riesgo es que se pueden empezar a borrar las líneas divisorias entre obra y vida personal. Porque no se pueden separar, pero sí puede haber una escisión entre medio. No tengo por qué explicar a quién le escribí tal letra, pero las canciones en sí mismas dicen mucho de la situación y de quiénes están involucrados. Nunca supe muy bien dónde está esa línea divisoria. Eso me aterra un poco, porque eso está expuesto y todo el mundo puede opinar. He leído comentarios como “uy, sí que le ha ido mal a esta persona” o “¿por qué la pasa tan mal?”. Y bueno… that’s life. Me gustaría escribir sobre cosas más lindas, pero no me sale. De pronto me puedo sentir un poco atacado cuando alguien opina, pero por otro lado, muchas personas me escriben en plan “tu disco me acompañó en los peores momentos de mi último año” y eso hace que valga muchísimo la pena. Por eso uno trabaja, por eso uno hace arte y por eso uno escribe canciones. Como todo, son luces y sombras. Siempre es arriesgado abrir el corazón y plasmarlo en la música.
¿Qué nos podés contar sobre la canción “Perder la vida”?
Esa canción en particular creo que tiene muchísima influencia de Charly, esa cosa más rockera, incisiva y violenta. Habla de esas relaciones verticales y abusivas en las que uno a veces se ve envuelto, y en plan de condenarla. Es algo que yo no suelo hacer tanto, pero me di el espacio de hacerlo. Me dio mucho miedo publicar esa canción, porque tenía que ver con personas que conozco. Fue un gran riesgo para mí, pero también es de mis favoritas del disco.
¿En qué sentido te inspiró la figura de Charly García y cuándo fue el momento que su música entró a tu vida?
No recuerdo un momento en que no escuché Charly. Lo más importante en el disco consistió en que, para decir cosas tan fuertes, tan importantes y tan difíciles, necesito estar en un lugar seguro en lo sonoro, en la atmósfera del disco. Y el disco está plagado de referencias. Hay mucho Charly García, hay mucha música pop de los noventa, hay Pedro Aznar, hay Violeta Parra por supuesto. Supongo que para entregar toda esa información tenía que venir acompañada de citas directas. Hay pequeños guiños a Charly de canciones que me gustan repartidos en todo el álbum. El Unplugged lo escuché todo el tiempo, “No soy un extraño” es mi canción favorita. Poder tener esas referencias en el disco para mí es muy importante.
¿Cómo surgió tu colaboración con Francisca Valenzuela en “Te lo pido por favor? ¿Qué viste en ella que podía aportar al álbum?
A la Fran la conocí hace unos años por circunstancias de la vida. Me acuerdo que estaba terminando esa canción y escuchaba mucho un disco de ella que se llama La fortaleza, que salió en medio de la pandemia. Hay una canción muy linda, “Ya no se trata de ti”, me encanta. Hay algunas canciones que necesitan la vida de otras personas, una energía distinta. Y la letra iba muy en la línea de lo que ella proponía en esa canción: el hecho de permitir que pase esa mala onda, de entender que uno no es el culpable de todo lo que sucede. Le mandé un mensaje para que la escuchara y le dije que si no le gustaba que todo bien, no tenía por qué responderme. Por suerte la escuchó y le encantó. Ella vivía en Los Ángeles, viajó para acá, grabamos la canción un día y al otro el videoclip. Fue muy bacán. Ahora cultivamos una amistad súper linda y hemos trabajado en otras cosas. Es una gran aliada y una gran artista. La quiero mucho.
Teniendo en cuenta esta cuota visceral que tiene tu música, imagino que en tus canciones además de percibir tu crecimiento artístico podés también notar el crecimiento personal. A cuatro años de tu primer disco, ¿qué sentís al escucharlo hoy?
Estuve pensando mucho en eso durante este último tiempo. Son bien distintos, pero tienen puntos de encuentro. Había algo más de ejercitar la composición y de ejercitar la producción. Para mí se siente como un disco de aprendizaje, que es algo lindo porque se vuelve muy fresco. Todo lo que sucedió con ese disco para mí sigue sonando bonito. En relación al segundo, siento mucho el cambio de perspectiva, también mi voz cambió un montón, pero me sigue gustando y me genera mucho orgullo. Tenía 22 cuando lo hice, era muy chico. Aun así ahora me siento muy distinto en muchas cosas, incluso en cuanto a mi último disco. Es curioso cómo uno va cambiando de parecer, pero está bueno que los discos sean cápsulas en el tiempo, una fotografía donde algo se revela y queda ahí para siempre. Me gusta pensar en los discos de esa forma, no se trata de que el siguiente sea mejor, sino que es parte de un camino, de un proceso, y lo que venga después siempre va a ser distinto. A mí no me interesa encontrar una fórmula y explotarla, me interesa estar cambiando y experimentando.
Durante el momento del estallido social en Chile, participaste en la canción “Paco vampiro” de Álex Anwandter. ¿Cuál creés que es la función del arte frente a este tipo de acontecimientos?
El arte es algo que permanece independiente de la circunstancia. Siempre está y nunca deja de estar. En situaciones como las que vivimos en Chile, hubo violaciones a los derechos humanos, hubo una represión desmedida, fue una violencia que yo nunca había vivido. Para mis papás fue encontrarse con reminiscencias de lo que fue la dictadura. En este tipo de situaciones, traté mucho de tomar posturas como artista. No de poner el arte exclusivamente al servicio de la causa, porque hay problemáticas bien particulares cuando el arte se pone al servicio de un clamor popular y no el artista. Muchas veces se puede instrumentalizar el arte para obtener más audiencia o algún interés personal. Y lo he visto suceder, he visto colegas queriendo tocar en la manifestación o queriendo subirse al escenario para protestar, pero en verdad querían promocionar su último single. Siempre está bueno separar el por qué uno está apoyando una causa públicamente, si es porque se está promocionando una canción o porque realmente se siente comprometido con estar en la calle, con estar con las personas y sentirse parte de una comunidad que se está manifestando. Para mí se trató de eso, de salir todos los días a la plaza, de protestar junto a miles de personas y de ser público al respecto. Se trató de dar mi opinión, tomar una postura y de no tener miedo a perder privilegios o tratos comerciales. Obviamente que tiene costos, pero sin dudas no ser consecuente con lo que uno piensa tiene costos mucho más grandes. Dicho esto, si determinadas cosas se traspasan al arte, me parece bueno, pero el arte siempre va a trascender todas esas cosas y siempre va a ser una fotografía de lo que sucede. Antes de poner las canciones al servicio de algo, uno tiene que ponerse al servicio. Sobre todo en lo que tiene que ver con política, porque sino se transforma en un show de egos y a mí eso me parece patético.
Francisco Victoria se presenta este miércoles 5 de octubre a las 19 h en la sala Humboldt de Niceto Club (Humboldt 1358, CABA), entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Herida en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).