20. Red Hot Chili Peppers – The Getaway
Warner Bros.
Si bien a través de las generaciones fueron siempre una de las bandas con más olor a espíritu adolescente, no podemos olvidar el hecho de que, para este disco, tres de los miembros de la banda entraron a grabar con un promedio de edad mayor a los 50. Pero ¿acaso la edad importó alguna vez en el rock? The Getaway es un disco clásico de Red Hot Chili Peppers que incluye todos los elementos que nos garantizaron en cada álbum desde sus comienzos. Y sin embargo no es más de lo mismo. Desde el primer tema reconocemos que ese funk bien de la calle ha evolucionado y madurado sin perder la frescura. Incluso los hits más radiales (“Dark Necessities” y “Go Robot”) manejan en su fórmula cierta nostalgia que los aleja de ser simples éxitos comerciales. Sin encorsetarse ni perder la soltura, los Peppers se pavonean con cierta caballerosidad. Es un disco medido, incluso en los temas que parecen ser diseñados especialmente para poguear en un Lollapalooza (“This Ticonderoga”, “Detroit”). El adicional de que Josh Klinghoffer se muestre menos tímido que en el disco anterior (I’m With You, 2011) suma propuestas de nivel: en los momentos de baladas no se extraña para nada a su antecesor John Frusciante, ya que lo emula a la perfección -son amigos y hasta grabaron un disco juntos- aunque logra imponer su propia impronta a temas como “Goodbye Angels” y “Encore” (los dos más festejados por los fans). Producido por Danger Mouse (y no Rick Rubin, por primera vez desde 1991) The Getaway es una demostración de que se puede aún subir escalones después de 30 años, y sin perder la identidad. Lisandro Ruiz Díaz
19. Atrás Hay Truenos – Bronce
Discos Laptra
El nuevo álbum de los neuquinos llegó en agosto de este año para entregarnos atmósferas ensoñadoras, aunque su sonido también puede resultar por momentos agreste e impredecible. Las canciones de Bronce continúan abordando asuntos relacionados con la compleja relación entre humano y naturaleza de maneras realmente poéticas. Mientras que a nivel musical, las melodías parecen tejidas con un sinfín de capas con sutiles detalles que, gracias a una gran calidad de producción resultan nítidos y atrapantes. Y si bien la influencia del krautrock sigue siendo palpable en la estructura de casi todos los temas, a su vez, y de un modo muy astuto, la banda lejos de sonar fría o robótica logra reinventarse con este disco y consolidarse como una propuesta cada vez más madura y con vocación de trascendencia. – Laura Camargo
18. Primal Scream – Chaosmosis
Ignition / First International
En sus comienzos, la banda liderada por Bobby Gillespie se animó a desarmar las estructuras del rock británico fundiéndolo con los elementos rítmicos de la música dance y planteando una base más espacial, psicodélica y de trance. 25 años después de Screamadelica, la obra más icónica de esta jugada, el nuevo álbum de los Primal Scream también propone luces y colores, pero siempre cruzados con ese dejo de oscuridad que los caracteriza; esa incomodidad que desde las letras y la cavernosa voz de Gillespie plantea que, si hay alegría, es para contrastar con una inevitable desgracia. Y entonces tendremos que ponernos a bailar. En la pop-rockera “100% of Nothing” canta “los antidepresivos no antideprimen” y en “Where The Light Gets In” se lamenta a dúo con Sky Ferreira por no haber conocido nunca un amor que no haya estado roto, en lo que es sencillamente uno de los mejores temas que ha dado la banda (y que quizás también sea una revisita al hit “Some Velvet Morning“). Así, durante sus diez canciones Chaosmosis desata una batalla entre luces y sombras, recuerdos en blanco y negro y un futuro vivo, en movimiento; una disputa irresuelta que quizás solo podamos disipar moviendo el esqueleto, quitándonos de encima cualquier peso. – Lisandro Ruiz Díaz
17. American Football – American Football
Polyvinyl / Wichita
Cuando Mike Kinsella, Steve Holmes y Steve Lamos crearon su primer y homónimo disco eran unos jóvenes universitarios con canciones que destilaban melancolía y ciertos tintes de tristeza, con letras que abarcaban tópicos como la soledad, amores frustrados o el miedo a sociabilizar; todo esto hizo que recibieran la cuestionada etiqueta de “emo”, que viéndola a lo lejos y reflexionando un poco probablemente haya sido acertada y quizás bandas como My Chemical Romance o Fall Out Boy hayan sido los que realmente recibieron la etiqueta equivocada. Lo cierto es que hoy, diecisiete años más tarde, con una separación de por medio, con la salida de la banda de Lamos para convertirse en profesor y la llegada de Nate Kinsella (primo de Mike) en su lugar, los vuelve a encontrar con un segundo y (también) homónimo disco, en el que siguen derramando melancolía pura y emociones encontradas. Ya no son esos jovencitos pero aun así le siguen cantando a esas crisis existenciales que nos depara la vida y que en este caso trae consigo la adultez, algo así como una tristeza madura. Ideal para los que estamos atravesando los 30. ¿Puntos alto? La hermosa “My Instincts Are the Enemy” y “Home Is Where the Haunt Is”. – Daniela Álvarez
16. Pixies – Head Carrier
Play It Again Sam / Pixiesmusic
Aún sin Kim Deal, arquitecta sonora de la esencia pixie, este nuevo álbum logró ser y sonar como un trabajo clásico de la banda. Luego de 25 años sin publicar un disco de estudio (Indie Cindy, de 2014, se considera un compilado -reúne los temas que se lanzaron en 3 EPs-) es esperanzador volver a escuchar la garganta de Black Francis rugir sin ataduras en “Baal’s Back” o la guitarra de Joey Santiago tocando unas pocas notas, las más necesarias e inesperadas, para la intro de “Tenement Song”. Es que los Pixies caracterizaron siempre por poner negritas en la palabra “alternativo” y pensar cada tema directamente desde el costado de cualquier estructura conocida. Para esta ocasión la diferencia está en que los cuatro de Boston son ahora tres, y sumaron a una marplatense: Head Carrier es su primer álbum con la bajista Paz Lenchantin, quien llegó a la banda en 2013, aunque fue “oficializada” como miembro fijo hace tan solo unos meses. Además de su trabajo instrumental, que sin dudas está a la altura, “All I Think About Now”, el tema en que ella pone la voz principal, es una de las señales definitivas de que ha logrado captar la naturaleza de los trabajos anteriores sin por un momento jugar a ser su predecesora. Ahí está la clave de este disco. Los Pixies cumplen por ser auténticos, porque suenan como cualquier fan lo hubiese querido y lo logran sin necesidad de mirarse al espejo de los ‘90. Y hay una frescura que sugiere que esto recién empieza. – Lisandro Ruiz Díaz
15. James Blake – The Colour in Anything
Universal
Quizás la expectativa de un nuevo trabajo por parte de James Blake presuponía una abordaje directo de las bases maximalistas asentadas en Overgrown. La extensión del disco –diecisiete canciones sumando 76 minutos de duración– parecía apuntar en esa dirección. Y sin embargo, The Colour in Anything fue una bestia completamente distinta. A pesar de ser un álbum confeccionado a escala masiva, fue simultáneamente su aventura más introspectiva y personal. En el centro se esconden las meditaciones sobre desamor del londinense, que buscan encontrar la belleza en las cosas tras una ruptura de relación. Esto lo consigue con una secuenciación maravillosa: hay un desarrollo continuo de momentos con ideas diversas unificadas por transiciones fluidas. Más que una experimentación acentuada de nuevos sonidos, The Colour in Anything perfecciona la paleta de sonidos, gestos vocales y texturas de la que dispone James Blake: desde la electrónica de sintetizadores, vocoder y bajos a las canciones intimistas nacidas apenas de su voz y su piano. James Blake entregó todo, y el resultado fue una de sus obras definitivas. Bartolomé Armentano
14. Beyoncé – Lemonade
Columbia / Parkwood
Las expectativas para el próximo trabajo de Beyoncé quedaron muy altas después de su álbum homónimo del 2013. Pero tres años después, volvió a aparecer en escena con un sorpresivo álbum visual. Lemonade narra casi cinematográficamente los problemas en la relación con su esposo, el rapero Jay Z. El núcleo central del disco es la infidelidad y, a lo largo de doce canciones, Beyoncé recorre un abanico de sentimientos que termina con una mujer empoderada que decide perdonar. Esta montaña rusa emocional también se ve reflejada en lo musical: un álbum que parece no tener coherencia estilística pero que fluye de una manera tan natural que cualquier decisión resulta irreprochable. Una vez más, es notable la elección de colaboradores, lo cual convierte a Bey en una de las mejores curadoras musicales de la industria del pop. James Blake, Jack White y Kendrick Lamar son tan sólo algunos de los nombres que pudieron aportar para la narración de esta historia lírica, musical y visual. Este disco prueba que el pop siempre encuentra la manera de sobrevivir, renovarse y mantenerse relevante de la mano de mujeres como Beyoncé. – Fernando Pagano
13. Blood Orange – Freetown Sound
Domino
Desde el acto fundacional en el que Devoté Hynes devino en Blood Orange, todo lo que nos brinda exuda grandeza. Desde el voraz Coastal Grooves hasta el inmenso Cupid Deluxe cada una de sus composiciones apabulla sentimientos con fineza y excepcional maestría. Freetown Sound no es la excepción a la regla, al contrario, es la materialización de aquellas virtudes en la vociferación de los dolores, reclamos, sueños, certezas e incertidumbres que Hynes sostiene al mundo en su tercera década de existencia. Freetown Sound podría interpretarse como catártico en ese sentido. Hynes reflexiona sobre su vida, sus relaciones y aprendizajes, su experiencia como un inmigrante que encontró hogar en NYC (lejos de su UK natal) y las vicisitudes inherentes a su ambiciosa vida que, en un contexto de discriminación y desigualdad social, siempre encontró consuelo en la música. Sin embargo, se presta a un bien mayor, un bien social, corporizando en movilizadoras creaciones instancias de desazón universal: la desprotección del individuo, la inescapable obnubilación de un mundo mediatizado, la constante incertidumbre detrás de las decisiones que marcan el trayecto de una vida, el miedo a la soledad, a la desconexión humana, a tomar riesgos, a vivir plenamente. Y, así como otras de las obras más relevantes del año, reflexiona sobre el racismo y el sexismo inherente a cada proceso social contemporáneo. En un 2016 que para muchos se presentó desgarrador y con pérdidas importantes en múltiples ámbitos, obras como Freetown Sound ofrecen una suerte de refugio sensorial que impulsa a buscar la salida con dos armas infalibles: el amor (propio y todos los que devienen desde ahí) y la música. – Agustina Checa
12. Nicolas Jaar – Sirens
Other People
Sirens es un álbum caracterizado por dualidad y contrastes, atravesado por dicotomías dialécticas: la yuxtaposición de música pop festiva frente a líricas serias, la tensión entre melodía y experimentación, la variedad de idiomas, la secuenciación de los tracks (donde la tranquilidad de algo como “Killing Time” es inmediatamente seguida por la propulsión de “The Governor”) y particularmente las nociones de realidad y ficción en un contexto sociopolítico (“History Lesson”) son sólo algunas de ellas. La más importante, sin embargo, es la dualidad entre lo personal y lo político. Sirens es el trabajo más íntimo de su autor, pero también el más politizado – lo que es apropiado (si no una reacción directa) ante el clima electoral estadounidense actual. Nicolas Jaar se apoya en su experiencia individual para comentar sobre asuntos más globales, y un ejemplo que ilustra esto a la perfección es su decisión de samplear escenas domésticas de su infancia, en las que conversa con su padre, el artista conceptual Alfredo Jaar. La consigna que decora la portada, “Ya dijimos no pero el sí está en todo”, remite al plebiscito chileno de 1988, en el cual se deliberaba si el dictador Augusto Pinochet podía presentar su candidatura presidencial, luego de quince años de atrocidades en el poder tras derrocar al gobierno de Salvador Allende, elegido democráticamente. Sirens no es sólo un testamento de la versatilidad de Nicolas Jaar como músico: es el apogeo de todos sus esfuerzos a la fecha; y lo posiciona como primus inter pares en la electrónica contemporánea. – Reseña completa – Bartolomé Armentano
11. Alex Anwandter – Amiga
Nacional Records
En “Siempre es viernes en mi corazón“, tema con el que abre Amiga, las referencias son eficaces: mientras Alex Anwandter canta “Pasan años, pasa el tiempo/martillando el mismo clavo” se escuchan martillazos a modo de pulso rítmico. La canción marca la cancha para lo que sucede: un disco político de marcada sensibilidad obrera, social y de reivindicación de derechos de lxs gays. “La iglesia me mandó al infierno y el congreso piensa que estoy enfermo” reza en el primer track. Nada menos que la problemática de un obrero homosexual en un país sudamericano. El disco está dividido estilísticamente: mientras la primera mitad está marcada por la instrumentación de trabajos previos de Anwandter –sintetizadores, máquinas de ritmo, cuerdas y canciones up tempo, texturas clásicas del tecno pop iberoamericano contemporáneo–, todo se vuelve mas extraño a partir de “Manifiesto“, sexta canción de la flamante obra. Las baterías pasan a ser acústicas, aparecen instrumentos de viento, pianos y todo se torna radicalmente mas íntimo, épico y sobre todo menos bailable. Anwandter se detiene a homenajear a Víctor Jara, armando una historia de amor no correspondido entre un obrero y una estudiante de escuela que se desencuentran en “Caminado a la fábrica“, con la participación de una irreconocible Julieta Venegas, encarnando la voz de la estudiante. Cualquier similitud con “Te recuerdo Amanda” no parece coincidencia. – Reseña completa – Valentín Prietto