A lo largo de su trayectoria, Laika Perra Rusa acuñó su propio género musical llamado “pop de trinchera” para condensar un sonido enérgico y una retórica querellante bajo el mismo lineamiento. Tres años después de Deseo, amor y deseo (2015), el álbum debut del sexteto integrado por Juan Badini, Gastón Figueroa, Guido Dalponte, Adrián Oviedo, Felipe Muñoz Jabre y Elías Zapiola, Marcha I (2018) evidenció por completo su inclinación desafiante, alcanzando su punto culminante con la salida de la segunda parte, Marcha II (2019). Laika Perra Rusa entrega canciones emotivas y viscerales con una dualidad en curso que se encarga de suscitar la insurrección sociopolítica en el trance inherente a la pista de baile.
Amalgamando la energía de la música electrónica, el frenesí del punk y el erotismo del soul, la banda irrumpió en la escena platense con una elocuencia disruptiva que les permitió manifestar su carácter contestatario sin eclipsar el magnetismo jovial de la propuesta. Canciones que movilizan cuerpo y mente en pos de mimetizar al pie de la letra el proverbio libertario que eternizó la anarquista Emma Goldman: “Si no se puede bailar, no es mi revolución”.
La agrupación arremete con una vorágine sonora que envuelve un conjunto de denuncias restauradas por las nuevas generaciones, resistiendo bajo el lema de “No podemos hablar de amor cuando todo se está incendiando”. En conversación con Indie Hoy, el cantante y tecladista Guido Dalponte acerca de todos los elementos que configuran la esencia multilateral de Laika Perra Rusa.
¿A qué se refiere el nombre de la banda?
El nombre surgió en los primeros borradores de la banda tomando de referencia a estéticas de la primer época de la revolución rusa. Nos gustaban esas ideas vinculadas al diseño industrial y al diseño gráfico, y nos acercamos más que nada a la dimensión visual de la Unión Soviética. También surgió a partir de una foto tomada en los sesenta de un grafiti en Argentina cuando se discutía acerca de que si la escuela tenía que ser laica o religiosa. Una pintada del fascismo nacional que quería educación religiosa en el colegio decía: “Laica perra rusa”. Para la derecha, pelear por la educación laica era ser “una putita de la Unión Soviética”. De ahí esa combinación de mundos, un guiño a lo soviético y otro a la historia local. Siento que hay dos búsquedas en el diseño constructivista: por un lado la economía de recursos, y por el otro la noción muy clara de lo que estás creando. En ese sentido, nosotros veníamos muy fascinados con el post punk, y con el tiempo le fuimos sacando la ficha a lo que queríamos que la gente hiciera mientras sonaba nuestra música, y empezamos a construir el sonido pensando en su función. Por eso el constructivismo ruso terminó siendo una referencia a largo plazo.
Es una búsqueda similar a la de Gang of Four…
Sí, nos encanta. De Gang of Four sacamos algo de los anti solos. Los tuvimos como influencia más que nada para lo que fue Marcha, ya que en la construcción de las guitarras buscamos alejarnos de cierta tradición del rock platense y nos ayudó a encontrar otro sentido en el instrumento.
“Marcha” es una palabra que encaja perfecto en el grupo, porque tiene una connotación política fuerte y a la vez alude a cómo se le llamaba antes a la música electrónica.
Hay un juego de palabras, “marcha” como acontecimiento político en la calle, “marcha” como música electrónica y “marcha” como salir del lugar de confort. Jugamos un poco con esos múltiples sentidos que tiene la palabra. Hay una decisión en la banda que tiene que ver con la economía de recursos que hablábamos antes, donde menos es más, y por eso intentamos sintetizar lo más que podemos. Encontramos ese término que nos abría un montón de sentidos y nos parecía muy interesante. Nosotros solemos hacer una bajada conceptual de lo que queremos decir para construir el sentido del disco. Algunas canciones están de antes y otras vinieron después, pero en general se pule todo lo que va a ir dentro del álbum en función de algunos conceptos. Buscando el orden de las canciones de Marcha, terminó teniendo un hilo conductor desde el single “Esqueleto” hasta Marcha II.
¿En qué se diferencia Marcha I de su segunda parte?
Se laburó mucho lo que es la grabación de campo, audios de concentraciones sociales y entrevistas a gente haciendo la fila en Pura Vida. Toda esa narrativa cuenta la marcha en la calle, violenta y enojada. En cambio, Marcha II para mí terminó siendo un disco mucho más de preguntas sobre lo político también, pero en el marco de lo privado. Como si fuese la política en la calle y el otro la política en la casa, hay distintas preguntas que surgen cuando nos pensamos movilizándonos en todos los aspectos de la vida. En el plano lírico hay un espíritu más punk, más de tirar piedras en Marcha I. Y un espíritu más popero, más reflexivo en Marcha II. Eso mismo se traduce a nivel musical. Hilando fino en la mezcla, al primero lo pensamos con más aire y más opaco. Y en el segundo se apretó mucho más para que sea competitivo y suene brillante.
En la propuesta de Laika Perra Rusa hay un punto de encuentro entre el baile y la política, algo que antes se pensaba en términos separados en razón de que el baile era considerado un recreo de la reflexión social. Además de lo que hablamos de Marcha, en algunos títulos de canciones ya se refleja esta negación de la disyuntiva que se desdobla en las letras: “Fusilado” o “Atentado en la pista”, por ejemplo. ¿Cuál fue el despertar político que los llevó a tomar esa decisión de aunar ambos propósitos?
Fue algo que siempre estuvo dando vueltas en nosotros. Por ahí, lo que más tardamos fue engancharlo con ese tinte más popero. Antes teníamos uno más indie, más punki, pero creo que siempre hubo una inquietud por las historias personales de cada uno vinculadas con la militancia y el activismo político. Tiene que ver con lo que pensamos, con la gente que nos rodea y con lo que hacemos día a día. Después, al sentarte a hacer música hablás de esas cosas. En el caso de Marcha, si bien musicalmente hay mucha actividad de la banda en la sala de ensayos armando arreglos, las letras las compuse yo con Gastón. Cada vez que nos juntábamos teníamos una temática, trabajábamos sobre eso y había mucha disciplina en el desarrollo lírico para que sean coherentes y haya una línea. Teníamos referencias para trabajar lo que queríamos hacer y de la manera que lo queríamos decir. Acá mismo en La Plata, Virus era una banda que tenía un desarrollo político militante en sus letras, que por ahí no es lo más reivindicado o lo que más se saca a la luz, pero es muy claro e interesante. Había ideas de la teoría que bajaban en la lírica, había una línea muy tomada sobre cómo hacer pop acá y por qué es pop el lenguaje. Más contemporáneo, nos gusta mucho Álex Anwandter. “Teleradio” es una ofrenda hacia él. Y de hecho en “Fusilado”, justo que lo mencionaste, decíamos que teníamos que hacer lo que haría Álex Anwandter. Después, todo eso sale mal, porque es imposible ser otra persona y termina siendo un tema tuyo. Pero como método creativo creemos bastante en la copia y también en el cover como un potenciador de la energía creativa de la banda. En los ensayos tocamos muchos covers e intentamos encontrar nuestra versión, pensamos que en el reciclaje de música está la música, es donde vive. Hubo una generación del rock que denostó a las bandas de covers, sin embargo creo que hay que aprender a ser humilde en la creación musical y aprender de los grandes maestros.
Volviendo al tratamiento multiforme que complementa y refuerza lo que develan las letras: ya sean los registros de audios, o el spoken word de “Teleradio”. ¿Cómo empezaron a incorporar esta vertiente externa a la música propiamente dicha?
Al principio yo venía trabajando con registros de movilizaciones y ruidos de la calle en un proyecto aparte. Lo empecé a incorporar en las mezclas y había algo que me interesaba. Cuando estuvimos de gira por el sur fuimos a visitar a Shaman Herrera para hablar un poco de la producción. Él es fanático de Pink Floyd, yo nada que ver, no curtí tanta psicodelia de los setenta, pero ahí nos contó que The Dark Side of the Moon estaba plagado de entrevistas en las cuales escuchabas las respuestas, pero nunca la pregunta de qué era para la gente “el lado oscuro de la luna”. Siguiendo por esa línea, empecé a entrevistar amigues acerca de la marcha y de la fiesta, y así se fue construyendo la idea de esas voces que componen junto con la música el relato del disco. Lo de “Teleradio” es un caso distinto porque es un poema que escribió Lucía Uncal, una amiga mía de toda la vida. Hacía mucho que quería hacer algo con ese poema porque tiene una potencia muy especial porque desnaturaliza la situación de baile, como si fuésemos un algoritmo y nos tengan que enseñar a bailar de cero.
El año pasado publicaron un EP de remixes de Marcha con varios referentes de la escena electrónica platense. ¿Qué sentiste cuando estuviste del otro lado siendo reinterpretado?
A nosotros nos copa el formato remix como también liberar stems, en el mismo sentido de lo que te decía de jugar con la idea del robo, la copia y el original. Nos gusta abrirnos también a que nos reinterpreten, usen o destruyan. Los remixes sirvieron un poco para blanquear eso. Justo el año pasado nos vino bien publicar ese EP porque la banda estaba dividida por distintos lugares. Entonces vimos conveniente producir con lo que ya estaba hecho para intentar darle otro camino y que se amplíe la propuesta. El remix siempre es una linda oportunidad para trabajar con gente que todavía no trabajaste. Lo lindo que tiene la música es el vínculo con tus colegas, y el remix es una muestra de confianza y admiración. Dar ese lugar como productores es hermoso porque ahí empezás a ver la potencia de la creatividad. Que alguien agarre lo que vos habías pensado de una manera y lo de vuelta completamente, le cambie la forma y la tonalidad, es hermoso. Además es ideal para sacar afuera la parte más de fanáticos que tenemos también.
Jornada, la sesión en vivo que transmitieron por streaming en julio, les sirvió para plasmar todo este imaginario en la puesta de escena. ¿Cómo fue esa experiencia?
Hay un imaginario de las fuerzas laborales. La idea tiene que ver con pensar una metáfora de los lugares de trabajo. Hay espacios, vestimentas, herramientas que se vinculan tradicionalmente al trabajo: un taller o una fábrica, por ejemplo. Y hay otros que no se vinculan nunca, como es el caso de la música. Entonces lo pensamos en la línea de que nosotros somos trabajadores de la música y estamos acá diciendo lo que nos pasa, porque al final nuestras canciones hablan de eso. Queríamos jugar un poco con esos dos mundos en contrapuesto. Los proyectos van generando su narrativa a lo largo de los discos, de las sesiones de fotos, de los videoclips, siempre que podés complejizar la idea de lo que venís haciendo es un buen momento para dar un paso más. Creo que la idea de lo que se ve en Jornada ya la teníamos en el primer disco, pero después se trató de pulirlas y estuvieron en todo lo que hicimos, aunque no siempre sea explícito. Hay ideas grandes que si sos claro van a estar dando vueltas siempre. El vínculo con la dimensión política de la música, o la noción del cuerpo, movimiento y transformación, son vectores que estuvieron siempre en la esencia de la banda y la idea es volver a decir lo mismo con cada producción pero con una forma diferente.
Laika Perra Rusa es una banda con contenido social, pero no en el sentido que se reconoce a grupos partidarios como fueron, por ejemplo, Las Manos de Filippi. Piensan lo político en un sentido poético que les permite hacer de una canción de amor algo social. Hay una frase del cineasta francés Jean-Luc Godard que subraya la diferencia entre ambas posturas: “No es decir: yo cineasta voy a hacer películas políticas, sino, por el contrario, voy a realizar políticamente películas”.
Habla mucho de los tiempos que corren. Hay una crisis en los partidos políticos y por eso Las Manos de Filippi fueron en los noventa o La Mancha de Rolando con el kirchnerismo. Si bien compartimos muchas ideas con los pibes, hay una diversidad de opinión que está bien que exista, por eso elegimos no encausarnos en ningún frente partidario. Depende el momento y depende la situación particular, yo creo que para nosotros no es el momento de encolumnarnos. Es un momento de mucha falta de referencia para la izquierda, y por el otro lado se están gestando cosas nuevas que todavía no le podemos poner nombre. Todo lo que fueron las manifestaciones en Chile y en Colombia forman una coyuntura muy nueva. Estamos en un buen momento para hacernos preguntas, más que para salir a decir la posta. Con la pregunta podés sembrar la duda, pero con la posta vas a convencer a quienes ya estaban convencidos.
Laika Perra Rusa se presenta el jueves 4 de noviembre a las 20:30 h en Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA) junto a Bsides y Sol Ariens, entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Jornada en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).