Siete años después, y con Kevin Parker recién operado de la cadera, Tame Impala regresó a la Argentina y se reencontró con un público eufórico. En el sscenario Samsung, los australianos dieron uno de los mejores shows del festival y muy posiblemente de un año musical que todavía está en sus primeros pasos. Sí, así de buena fue la presentación de una ecléctica banda que continuamente muta de piel sin por ello perder su ADN.
Presentación distopica de por medio, con un mensaje claro acerca de un tenebroso futuro en el que el control de la mente y de las emociones podría estar al alcance de una píldora, el frontman ingresó ayudado por unas muletas y recibió una estruendosa y merecida ovación en tiempos de cancelaciones repentinas y recortes caprichosos. Bajo una lluvia de visuales estridentes y coloridas, llenas de estallidos y distorsiones, Tame Impala comenzó el viaje mezclando EDM, psicodelia clásica y pop psicodélico (“One More Year”) para bajar de inmediato hacia tonalidades más oscuras, cercanas al rock alternativo (“Borderline”) mientras su líder literalmente dejaba el cuerpo sobre las tablas.
Por momentos, la sensación fue la de estar literalmente en una de las visuales: un loop colorido (“Nangs”, “Posthumous Forgiveness”) que se repite eternamente, pero que gana profundidad a medida que avanza el tiempo. Claro que si de redoblar apuestas se trata, los oriundos de Perth son llamados a su juego: “Breathe Deeper” es el ejemplo de cómo crear una sucesión de texturas y de cómo tocar indie psicodélico con el estilo de un ensamble jazzero. Canciones como “Elephant” y “Lost In Yesterday” mantuvieron el elemento entre contemplativo y tenso, deslizándose entre la piel de cada uno de los presentes como una presencia fantasmagórica.
A partir de “Apocalypse Dreams”, el fuego se levantó hasta el cielo, generándose una nube de distorsión –con tintes de rave industrial por momentos– que acecharía desde las alturas hasta el cierre de la presentación. ¿Se puede estar relajado y acelerado al mismo tiempo? Tal vez muchos consideren que esto es absurdo, pero Kevin Parker y compañía profundizaron (“Feels Like We Only Go Backwards”, “Eventually”) en una cuestión que es clave en la nefasta era del capitalismo 24/7.
Con un divertido “Muchachos” de por medio en la voz de Kevin Parker, el grand finale encontró a la comunión de cuerpos bailando como si no hubiese un mañana en un enloquecido torbellino colorido de dream pop, rock, EDM y pop psicodélico (“One More Hour”, “The Less I Know The Better”). Después de varios amagues, la despedida definitiva fue con la cara más introspectiva y cercana de una banda siempre dispuesta a romper con todos los límites físicos y sonoros que se atrevan a interponerse en su camino y que, entre tanta fiesta y locura, siempre tiene algo muy importante para decirnos.
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