El 2 de junio de 2016 se estrenaba por la pantalla de TV Pública El marginal, una serie sobre cárceles de la que sus creadores, Sebastián Ortega y Pablo Culell, no esperaban ningún éxito. A seis años de su aparición, la serie adquirida por Netflix cosechó cinco temporadas, una versión mexicana titulada El recluso, sus propios hits musicales y miles de memes. En este tiempo, también logró que su público empatice con cada uno de los personajes, incluso con sus villanos más nefastos.
Alerta de spoilers: Esta crítica revela detalles de la cuarta y quinta temporada de El marginal.
La temporada final, estrenada la semana pasada, se vale de una buena dirección y un buen argumento, por más que su ritmo se sienta forzado. Con solo seis capítulos (la temporada más breve de todas), la serie deja varios puntos sin profundizar, como lo respecta a la situación personal de los Borges, quienes aunque se hayan peleado y uno de ellos esté prófugo de la ley, siguen teniendo una fina relación. Diosito, por su parte, realiza un descubrimiento muy importante en su vida por el cual puede entender a su padre, mientras que Mario se encuentra debilitado por diabetes y es internado en un hospital. Dado el poco tiempo que se le dedica a ambas cuestiones, el final nos deja sin llegar a comprender emocionalmente a ambos personajes.
Los sucesos se centran tres años después de lo ocurrido en la cuarta temporada, con un Miguel Palacios que ahora, además de preso, es autor del libro “El marginal”, donde cuenta las atrocidades que vivió en las cárceles de San Onofre y Puente Viejo. Este libro hace de hilo para toda la temporada, no solo porque pone en peligro la dirección de Antín, sino también porque conecta al expolicía con Diosito y mantiene el pedido de reformular las cárceles en el cual se basa el proyecto. Observamos entonces a un Miguel que apunta cada vez más contra el sistema y que luego del fallecimiento de Emma y el suicidio de su expareja se encuentra con un dilema: no tiene quién cuide a su hijo. La actuación de Juan Minujín es impecable y, como nos tiene acostumbrados, el actor posee un manejo de los silencios por el cual esa dolencia y enojo son emocionantes.
En cuanto a César, este sigue abrumado por la muerte de Pedrito Pedraza y de Arnold, razón por la que posee una sed de venganza contra los Borges. En definitiva no es el mismo que en las primeras temporadas, donde Ayala encaraba a un adolescente de tono burlón. En este caso hay un pensamiento mucho más maduro, que por momentos responde a esas ganas de salir adelante o formar una familia pero en un tono mucho menor al de la cuarta temporada. Sin embargo, por dentro sigue teniendo algo de aquel joven de ”La sub-21” al que le gusta estar con sus amigos y festejar cada victoria contra el clan de Mario y Diosito.
Otro de los puntos fuertes está en los nuevos y viejos personajes que regresan para el final, como la esperada vuelta de Maite Lanata en su papel de Luna Lunatti, quien luego de quedar libre y perder a su padre decide estudiar abogacía y se reencuentra con Miguel y sus secuestradores. Por esta razón no faltan escenas de tensión y de drama, ya que fue el mismo Palacios quien mató a su padre luego de que este lo traicionara. Un personaje con traumas como los de Luna es algo difícil de llevar a la acción, y la joven actriz lo encara de manera casi perfecta; quizás hubiese faltado algún capítulo más para poder desarrollar a este personaje de manera tal que la audiencia pueda de hacerse de sus sentimientos.
De lo que sí está cargada esta temporada es de escenas de violencia que dejan en claro la discordia vivida en el penal. Hay sangre en cada capítulo, lo cual mantiene al espectador atento y asombrado de hasta dónde pueden llegar sus personajes. Como ya se ha visto en las entregas anteriores, la serie no tiene límites para mostrar lo agresivo, morboso y turbio que sucede dentro de las penitenciarias. Sin entrar en mayores detalles, tampoco faltan aquellas escenas en donde el espectador toma un tono de amargura por la situación de algún personaje. Quizás muchos han querido que los protagonistas de la última temporada queden “vivos y coleando”, pero la serie tiene que terminar y el final más lógico es que alguien muera, porque no nos olvidemos que se trata de una historia de cárceles.
Algo que tampoco pierde la serie es esa costumbre de los cameos de famosos, entre los cuales ya habían aparecido Rolando Carlos “El Flaco” Schiavi, Rodrigo Mora, Dante Mastropietro y Gastón Sebastián “Dtoke” Serrano. Ahora es el turno del entrañable Santiago Motorizado, vocalista y bajista de la banda El Mató a un Policía Motorizado, quien también viene de haber musicalizado la nueva versión de Okupas en 2021. También es destacable el debut actoral de la rapera Dakillah interpretando a Eli, una amiga de La Kari. Por otra parte, María Fernanda Callejón interpreta a la nueva pareja de Juan Pablo.
Con algunos detalles mejorables y grandes momentos, la serie que supo llevarse el aliento de más de un argentino parece haberse ganado un merecido final. No faltan los que esperan una temporada más, o incluso los que barajan la posibilidad de una serie spin-off. Solo queda soñar con el mágico anuncio de Ortega o Culell en el que avisen una nueva entrega. Tal vez, a pedido de los espectadores, el sueño se haga realidad y estos se vuelvan a encontrar con la sonrisa desordenada de Diosito, los insultos de Antín, los planes descabellados de Mario Borges o al mismísimo Miguel Palacios. Lo cierto es que, para sus creadores, la serie cumplió un ciclo y se está yendo en su mejor momento.
El marginal está disponible en Netflix.