El equipo de Holden Ford y Bill Tench enfrenta nuevas investigaciones en la segunda temporada de Mindhunter. A través de estos nuevos capítulos, la psicología criminal va ganando más prestigio. Tanto así que se convierte en una herramienta imprescindible para resolver alguno casos.
Hasta ahora, en la serie se habían abordado crímenes cometidos por hombres caucásicos en víctimas de esa misma raza. Sin embargo, eso cambia en esta entrega con el caso de los chicos desaparecidos en Atlanta. Allí tanto el sospechoso principal como algunas de sus víctimas son afroamericanos.
La psicóloga Wendy Carr (Anna Torv) precisamente habla de “la barrera racial” en el primer episodio de esta temporada. Y es que en los 70 el debate por la segregación de las personas de color seguía muy vigente en los Estados Unidos.
Wayne Williams pasó a ser el protagonista de esa macabra historia sobre el asesinato de más de 30 personas de las cuales la mayoría eran menores de edad. Él se convirtió así en la primera persona negra en ser estudiada por la Unidad del Comportamiento de Quántico.
En vista del interés suscitado por Mindhunter, tanto The New York Times como la revista Elle han informado hace poco sobre la historia real detrás de este caso. De acuerdo con lo corroborado por dichos medios, la forma en cómo se encuentra a los asesinos en la tira es real. Es decir, fue crucial la creación de perfiles por medio de entrevistas en primera persona.
Aquello fue narrado por John Douglas, un ex agente del FBI, en su autobiografía. A su vez, ese libro es la base del guion de la serie televisiva. Naturalmente, el personaje que mejor representa las vivencias de Douglas es Holden Ford.
Asimismo, la ola de crímenes en Atlanta que se muestra en Midhunter en realidad ocurrió. En 1970 apareció más de una docena de cadáveres en ese Estado y el FBI trasladó una unidad especial a la zona para investigar. Las víctimas eran más que nada menores afroamericanos. Sus cuerpos sin vida aparecían con señales de tortura en casi cualquier lado: en basureros, riachuelos, o detrás de casas o edificios.
En cuanto a Williams, se sabe que era un hombre con un coeficiente intelectual elevado. Él era un aficionado a la radio y a la fotografía que inclusive creó su propia emisora llamada WRAP en su casa. Wayne además colaboró como reportero en varios medios locales, pero una noche fue visto arrojando un bulto pesado en un río. Días después se encontraron en esa área los cadáveres de Nathaniel Cater (27 años) y Jimmy Payne (21 años), ambos afroamericanos.
En el auto de Williams se encontraron escondidos un cordón de nailon y unos guantes. Finalmente, el aludido sospechoso fue condenado a dos cadenas perpetuas. Y aunque nunca se le acusó por el resto de las muertes de jóvenes en la zona, la prensa lo dio a conocer como “El asesino de Atlanta.” Hasta hoy, Wayne sigue asegurando que es inocente.
Una teoría que ha cobrado fuerza en años recientes es la que señala a Charles T. Sanders, un miembro del Ku Kux Klan, como verdadero autor de los hechos. No se trata de una idea muy descabellada si tenemos en cuenta que Sanders llegó a ser sospechoso dentro de la investigación.
No obstante, Charles fue dejado en libertad para no avivar más las tensiones raciales presentes en esos tiempos que podrían derivar en un enfrentamiento violento entre supremacistas blancos y la comunidad negra.
Hasta nuestros días, varios familiares de las víctimas afirman que Williams fue un chivo expiatorio y exigen que se siga estudiando la evidencia de los casos. A causa de esta situación, en marzo de este año se reabrió la investigación en cuestión.