Lorde - Pure Heroine

La llegada del verano es inminente y la búsqueda de sonidos aptos para esa forma de sentir tan específica debería hacerse cada vez más rigurosa.

Pocas veces uno puede plantear que un disco o una banda sencillamente “encajan” con una temporada o un momento específico del año, es decir, que se acople a sus paisajes, que se conecte con esa temperatura corporal particular. Es algo así como escuchar The National en invierno.

Entonces, con esa idea en la cabeza y considerando la evidente cercanía a esos climas tropicales, es que agradecemos al disco de Lorde, Pure Heroine por haber sido tan oportuno. Por ser al verano lo que The National es a la temporada opuesta.

Lorde, por quienes no la conocen, es una joven neozelandesa que en casa lleva el nombre de Ella Yelich-O'Connor. Joven siendo la palabra clave, ya que tiene 17 años recién cumplidos.

Con este dato, es fácil ubicar a Lorde dentro de aquella ola de grandes “pequeños” artistas que están colmando la escena indie internacional, hoy a sobremanera. Esto no es nuevo, podría haber comenzado con el Frogstomp de Silverchair veinte años atrás y pudo haber renacido de la mano de The XX hace poco más de tres años, pero hoy, más que nunca, el hype alrededor de las producciones de éstos jóvenes artistas elevó nuestras expectativas mientras simultáneamente bajó el rango de edad necesario para colmarlas.

Quizás lo que más llama la atención de todo es la calidad del producto que presentan. Discos perfectamente ejecutados, mezclados con maestría sin lugar para un poco de esa “crudeza” visceral a la que los discos debuts nos tenían acostumbrados. Claros ejemplos son aquellos trabajos con los que bandas como Disclosure, London Grammar o Haim se dieron a conocer este año.

Y Lorde no es excepción a este comportamiento. Su disco debút Pure Heroine está colmado de prolijidad y armónicas construcciones, sin margen de error alguno.

Desde el inicio mismo del disco, con la ya antes presentada “Tennis Court”, demuestra una sabia elección que privilegia la progresión de un sonido que comienza del modo más apacible y luego se transforma en la ineludible explosión de sensualidad que atraviesa todo el disco.

Desde ese punto no hay retorno. El verdadero desafío en esta producción es no permitir que esos coros tan estratégicamente ideados penetren en ese limbo mental donde todos sabemos que las canciones no dejan de sonar más allá de todo intento. La mayoría de los temas de Pure Heroine poseen esta cualidad, son susceptibles de ser tarareados infinitamente.

Tal vez la canción que verdaderamente refleje esa situación sea la ya extremadamente gastada “Royals”, pero como intento explicar, no es culpa de uno, es culpa de la canción misma.

Los momentos más introspectivos del disco son probablemente “400 Lux”, “Ribs” o la encargada de cerrar el disco: “A World Alone”. “White Teeth Teens” o “Glory and Gore” funcionan sobre todo como marcos propicios para que Ella explore los diferentes matices de su voz y las más osadas con respecto a construcción musical son “Buzzcut Season” o el otro punto prominente del disco, “Team”.

El disco de Lorde es un gran input para cualquier lista de fin de año. El verano parece sentarle de buena manera. Su virtud principal (que también podría ser su defecto principal) radica en su sencillez. No es complejo de más, no debería serlo. Es algo que despierta ese placer instantáneo, sin demasiadas complicaciones que todos ansiamos en algún momento. Esquivar preocupaciones, no sobre pensar las cosas, algo así como ver una película con Jennifer Aniston o Lindsay Lohan.

Hoy, creo que funciona más como una virtud. En un mundo donde todo parece demasiado complicado, un disco como éste es una bocanada de aire fresco. Llegará el momento en que Lorde complejizará su sonido y explorará diferentes maneras de abstraerse en el mismo, el talento lo tiene, por hoy, nos contentemos con esta muestra de hedonismo puro.